Artistas mexicanos en Barcelona

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Ciento cincuenta años después del debut de Ángela Peralta en el Gran Teatro del Liceu, protagonizó Arturo Chacón-Cruz La traviata en el mismo teatro © Antoni Bofill

El 21 de diciembre pasado hubo una coincidencia en el Gran Teatro del Liceo de muy digna mención: por un lado se cumplieron 150 años del debut de la primera artista mexicana en el coliseo barcelonés; por el otro, y con cuatro días de diferencia, se estrenó la más reciente producción cantada por un mexicano en ese mismo teatro.

Arturo Chacón-Cruz (en medio de la pandemia y después de haber vencido la locura de las medidas impuestas por las autoridades catalanas) sustituyó a Pavol Breslik y cantó el rol de Alfredo en las funciones los días 17, 20, 22, 27 y 29 de diciembre. El joven mexicano (quien ya había debutado en este teatro también como tenor emergente en la ópera Werther durante la temporada 2017-2018) estaba en Barcelona para los ensayos de Les contes d’Hoffmann; al enfermarse su compañero de cuerda eslavo, Chacón ayudó a la producción sustituyéndolo en las fechas en las que, casualmente, un siglo y medio atrás, debutara Ángela Peralta.

“Mañana tendré el honor de regresar al escenario (por primera vez desde el 1 de marzo con público presente) en el Gran Teatro del Liceu como Alfredo en La traviata de Giuseppe Verdi, junto a mi querida Kristina Mkhitaryan como Violetta. Qué emoción tan grande volver al escenario con esta hermosa obra en uno de los teatros más importantes (¡y bellos!) de todo el mundo”, escribió el tenor en un post en sus redes sociales.

Su trabajo (también al lado de una de las mejores sopranos del momento, Lisette Oropesa) consiguió críticas como esta: 

“Arturo Chacón-Cruz, quien se unió al elenco en el último momento y que casi no pudo ensayar, comenzó con gran precaución. Su ‘Libiamo’ sonó más como si hubiera sido cantado por un prudente tenor de iglesia que por un apasionado cantante de ópera. En cualquier caso, su ‘De’ miei bollenti spiriti’ estuvo dentro del estilo y fue mejorando hasta alcanzar resultados notables.” [Xavier Pujol, Silence that speaks. La Traviata at the Liceu. Opera Online, Tout l’univers de l’art lyrique. 17 de diciembre de 2020]

Ciento cincuenta años atrás, la joven diva de 25 años, Ángela Peralta, era anunciada como soprano assoluta en la publicidad de la temporada 1870-1871. Venía de grandes triunfos en Italia y se le esperaba como uno de los acontecimientos de la temporada, ya que también estaba planeado que estrenara una ópera de Rossini (Il conte Ory) en España. El debut fue extraordinario y los críticos describieron el trabajo de la joven Peralta así: 

“Comenzáronse las representaciones de ópera con la Sonámbula [sic] y debutó con el papel de Amina la señora Peralta (…) Con decir que la Sra. Peralta salió no solo airosa, sino que ha alcanzado un éxito satisfactorio en el desempeño de dicha parte, supone que la nueva cantatriz tiene dotes artísticas poco comunes y muy recomendables. (…) La distinguida artista puso en evidencia todos los quilates de su talento de cantatriz dramática. El público hizo justicia al mérito de la señora Peralta tributándole repetidos y generales aplausos y llamándola varias veces a la escena.” [Fargas y Soler, 1870: 1206-1207.]

Ángela Peralta debutó en el Gran Teatro del Liceu de Barcelona hace 150 años

Volviendo los ojos al pasado, además de coincidir en las fechas se coincide en el hecho de que ambos estaban viviendo la resurrección de la vida cultural después de una epidemia, aunque no de las mismas dimensiones. Muy poco antes de la temporada en que debutó Ángela Peralta, el empresario del teatro, el Sr. Joaquim García Parreño, enfrentó el problema: 

“El Gran Teatro del Liceo no pudo abrir sus puertas tan pronto como hubiera deseado la Empresa del mismo, por cuanto a causa de las fortuitas circunstancias de la fiebre amarilla, que afligió a la capital en los tres últimos meses, no pudo comenzar la temporada teatral en tiempo oportuno y algunos de los cantores contratados para la ópera italiana se creyeron libres de sus compromisos con la Empresa, contratándose para otros teatros. Sin embargo, la misma Empresa no perdonó medio para escriturar otros artistas en sustitución de los que prescindieron de sus compromisos y logró poder abrir el coliseo el día 21 de diciembre de 1870.” [Diario de Barcelona, 1872: 65.]

Algo parecido pasó en el Liceo de 2020, cuando el teatro peleó contra las autoridades para poder tener un aforo del 50% de la capacidad del teatro en lugar del límite de quinientos asistentes obligado por las autoridades, lo cual equivalía a la pérdida de cualquier tipo de sostenibilidad económica, pero en ambos casos podemos ver que la ópera continuó y continúa, sea como fuere, en 1870:

“Al inaugurarse pues la temporada teatral, la Sociedad Artística no podía prometerse más feliz resultado de su empresa que en los dos años anteriores, porque después de la calamidad que pesó sobre Barcelona durante cuatro meses, y del luto y desconsuelo que dejó caer sobre muchas familias, no era de esperar que la concurrencia a las funciones teatrales hubiese de ser mayor en el año último que en los pasados. Y así sucedió al fin si no estamos mal informados; debió estar satisfecha, empero, la dicha empresa, con haber cumplido puntualmente con todos los que de ella dependieron.” [Diario de Barcelona, 1870: 12107.]

Y en 2020: 

“La pandemia no ha impedido que el Liceu barcelonés haya podido estrenar en estos días de caos en los equipamientos culturales uno de los clásicos más populares de todo el repertorio lírico, La traviata. A pesar de tratarse de una reposición, las circunstancias a las que obliga la prevención de la Covid y la presencia de intérpretes extraordinarios a cargo de las 18 funciones programadas —tres de ellas excepcionales debidas a la situación— ha hecho que la obra maestra de Verdi tomara un carácter de acontecimiento. La obra se estrenó un día antes de lo anunciado, desdoblada en dos funciones ante un público de solo 500 asistentes cada una en un gesto que honra al Gran Teatre y a los intérpretes en este esfuerzo impresionante.” [Melendez-Hadad, Pablo. Traviata liceísta contra viento y marea. Barcelona: El periódico, 5 de diciembre 2020.]

Aunque la mayor parte de los gobiernos no ha tomado medidas serias para paliar la crisis en el mundo cultural y, como queda patente por este coincidente aniversario, las epidemias han sido parte de la vida escénica más de lo que creemos, la ópera ha continuado, el teatro ha continuado y también los artistas siguen ahí, dándonos las grandes sorpresas y los grandes reconocimientos al talento mexicano. 

A este teatro llegaron en este siglo y medio cincuenta y ocho artistas mexicanos, que han incluido a cantantes, directores de escena, de orquesta, maestros internos, compositores, libretistas y escenógrafos.

Sorprenden muchas cosas: lo poco que en el fondo ha cambiado el mundo de la ópera; lo mucho que siempre ha peleado el teatro barcelonés por mantener su actividad operística durante casi dos siglos; pero, especialmente, es alucinante cómo, pese a todo, los artistas mexicanos siguen encontrando la forma de ser parte de la historia del Gran Teatro del Liceo y del horizonte operístico internacional. 

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