El aura de Mario Lavista (1943-2021)

Mario Lavista (1943-2021)

El compositor mexicano Mario Lavista Camacho, nacido el 3 de abril de 1943, falleció poco antes de las 8:00 horas de este jueves 4 de noviembre, a los 78 años de edad. La noticia convulsionó y llenó de tristeza el medio musical clásico de nuestro país por la profunda ausencia sonora que de inmediato deja su deceso.

El quehacer compositivo mexicano pierde a uno de sus pilares más sólidos y reconocidos. Acaso, también, a uno de los que mayor cariño y admiración despertaba entre su comunidad gracias a su talento, carisma y amplio horizonte cultural. Mario Lavista era en esencia un compositor, pero su labor con las notas y las partituras no se constreñía a la creatividad sonora, pues también recorrió con luces altas encendidas las entrañas de la pedagogía y la difusión musical.

El compositor de Aura, su única ópera, basada en la célebre obra de Carlos Fuentes, gustaba, como una necesidad natural, de conectar la música con la multidisciplina artística, de explorarla a través de múltiples coordenadas culturales, pero sin perder de vista el universo de la experiencia vital y cotidiana. Lavista se encontraba internado en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, donde falleció. La enfermedad, como lo sabía su círculo familiar y de amigos más cercanos, lo aquejaba desde hacía tiempo.

Las reacciones de diversos personajes de la esfera musical mexicana y de Latinoamérica han sido numerosas. Lamentan la partida de Mario Lavista, quien comenzara sus estudios musicales a los ocho años de edad. Directores de orquesta como Enrique Diemecke, José Areán o Iván López Reynoso; intérpretes como el flautista Horacio Franco, la mezzosoprano Encarnación Vázquez o la soprano Verónica Murúa; compositores, periodistas culturales incluso, han evocado recuerdos, anécdotas, colaboraciones profesionales. Agradecen conocimientos transmitidos por esta figura cimera y referencial del panorama musical contemporáneo de México.

La titular de la Secretaría de Cultura federal, Alejandra Frausto Guerrero, expresó al dar a conocer la noticia: “La música está de luto. Hoy se despide el maestro Mario Lavista, enorme figura del arte y maestro de generaciones. México y América Latina pierden a uno de los compositores más destacados del último siglo”.

De igual manera se anunció un homenaje de cuerpo presente a realizarse por la tarde, en el Palacio de Bellas Artes. Ahí, Frausto Guerrero dijo: “No puede pensarse la música mexicana contemporánea sin la presencia de Mario Lavista. La música nacional de las últimas décadas del siglo XX estuvo impulsada por su trabajo, y no sólo me refiero a sus creaciones, sino también a su extensa labor editorial y pedagógica. Muchos son los que caminaron de su mano, los que alentó con sus historias, los que abrevaron de su ejemplo siempre alejado de protagonismo”.

En la ceremonia, frente al féretro, además de las emotivas palabras de su hija Paulina Lavista y de su colega, la compositora Gabriela Ortiz, mismas que dimensionaron tanto el lado humano de Mario Lavista como su impronta profesional, el Grupo Tambuco, el flautista Alejandro Esquer y el Ensamble Centro de Experimentación y Producción de Música Contemporánea del INBAL interpretaron diversas piezas del compositor como el Lamento para flauta baja y Bocetos para una rama. 

También, para la doliente partida, se ejecutó música de Wolfgang Amadeus Mozart, Guillaume de Machaut y Claude Debussy, compositores que siempre entusiasmaron a Lavista, quien a los 20 años de edad ingresara en el taller de composición de Carlos Chávez. Su estancia en dicho taller, durante cuatro años, era considerado por Mario Lavista como uno de los momentos cumbres y más felices de su formación musical. Ahí aprendió el modelo —que más tarde aplicaría en su propio taller de composición— de analizar la obra de grandes compositores; de componer al estilo de esas referencias de la historia musical; y de ahí encontrar el oficio que le llevara a concebir obras personales.

Mario Lavista habría de impartir las cátedras de composición, análisis y lenguaje musical del siglo XX en el Conservatorio Nacional de Música, donde muchos compositores del México actuales se formaron. Para Lavista, explorador de sonidos e instrumentos, compositor y docente, sibarita cultural, el análisis de la música no era sólo teoría, sino práctica y mejora tanto de la composición como de la técnica del intérprete. 

Formado también bajo la guía de Héctor Quintanar y Rodolfo Halffter en México y Jean-Étienne Marie en Francia, Lavista era un excelente expositor y su conversación era amena, variada, ilustrativa. Podía discurrir durante varias horas sobre diversas temáticas y disciplinas que concatenaba con destreza y lucidez para abordar un punto de su discurso o pensamiento. Era natural escuchar sus referencias a compositores de todas las épocas para extraer de ellos puntos nodales y significativos a la hora de crear, de escuchar, incluso de adentrarse en el mundo musical, de sobrevivir en él.

En los años 70 integró el Grupo Quanta, en el que exploró la improvisación, la diversidad de formas y la variedad tímbrica, lo que sin duda redundaría en su propia obra integrada por piezas para instrumentos solos, conjuntos de cámara y orquesta. Solía probar con los instrumentos para extraer de ellos nuevos registros que se sumaran a su paleta discursiva, pero siempre respetando la naturaleza de los mismos, sin violentarlos. De las notas dobles simultáneas de una flauta a los armónicos de una copa humedecida, frotada.

La voz humana, desde luego, fue un elemento expresivo del que se ocupó, no sólo en su única ópera, sino también en música para exposiciones, suites, nocturnos, canciones, monólogos, piezas sacras. Aunque su voz creativa era reconocible, los estilos de los que bebía su creación eran múltiples y en muchos sentidos contrastantes. Es por ello que no siempre hay coincidencia en las opiniones sobre sus obras referenciales. Cada quien puede elegir la que le resulta más cercana y habitable. Aura es unánime, sí. Pero igual desfilan nombres de sus obras como Game, Cuaderno de viaje, Clepsidra, Gargantúa et Pantagruel, Música para un árbol. 

En 1982, Lavista fundó la revista Pauta: cuadernos de teoría y crítica musical y esa faceta editorial se sumaría a la de conferencista y programador musical de diversos espacios, en los que jóvenes promesas lo mismo que autores reverenciados tenían cabida, para redondear una labor de difusión formidable. 

En 1998, Mario Lavista ingresó en el Colegio Nacional; en 1991 había recibido el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes y la Medalla Mozart. En 1987 fue nombrado miembro de la Academia de Artes de México. Recibió muchas otras distinciones y becas.

Mario Lavista gustaba de la buena comida, del vino, del resplandor de diversas culturas. Era un sibarita sonriente. Se le veía en las salas de concierto y en los festivales artísticos. Saludaba con gusto, su trato era fino. Posaba para las fotos. En muchas de ellas pendía de su brazo un paraguas, alguna gabardina. Llegó a tener una azotea verde, su jardín le fascinaba, su cochera la convirtió en biblioteca.

Hoy ha partido. Nos deja su aura. Descanse en paz.

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