El multiverso amoroso en la ópera

Orfeo trae de vuelta a Eurídice de los infiernos de 1861 © Jean-Baptiste Camille Corot (1796-1875)

A Paulina Arancibia:
partenaire de distopías, reales e imaginarias.

El amor y sus múltiples ramificaciones han fertilizado los argumentos de la ópera desde la invención misma de este género artístico que ambicionaba aglutinar a todas las artes. Ya en el Renacimiento tardío —antes del periodo barroco, en los albores del siglo XVII italiano—, el compositor Claudio Monteverdi, con libreto de Alessandro Striggio, llevó a escena la fábula de L’Orfeo, héroe capaz de descender al Hades en busca de su amada Eurídice, quien pierde la vida luego de ser mordida por una serpiente.

Armado con su lira y la belleza de su canto, Orfeo enfrenta incontables peligros y doblega a las furias del inframundo. Consigue así regresar a la vida a su musa y conmover con la noble fuerza de su afecto a los dioses, quienes le devuelven a Eurídice de una segunda muerte provocada por la contraindicación de volver la mirada para verla.

Esa gesta, fiel y valerosa, lo convierte, de hecho, en el personaje simbólico de una ambición artística que anhelaba un espectáculo estético sin límites: la ópera. La potente historia arquetípica de Orfeo, con razón, ha regresado a la ópera en otras adaptaciones. La reforma clasicista emprendida por Christoph Willibald von Gluck para liberar al género de los excesos y las ornamentaciones gratuitas del barroco retomaría el tema órfico, con libreto de Raniero de Calzabigi, justo como punta de lanza.

Juan Diego Flórez interpreta ‘J’ai perdu mon Eurydice’ de Orphée ed Euridice de Gluck en la Royal Opera House Londres:

Amoral
Claudio Monteverdi también plasmaría en la escena lírica, de la mano del libretista Giovanni Francesco Busenello, el ardoroso arrebato entre Nerón y Popea, donde el punto de vista estético conduce a una deliciosa amoralidad cómplice entre el goce del público y la ambición inescrupulosa de una bella mujer que logra ser coronada emperatriz romana gracias a sus artes de intriga, encantos y seducción. Ante el entusiasmo complaciente del espectador, el emperador Nerón se deja manipular, embriagado por el placer de su nueva amante; exilia a Octavia, su exmujer; y llega a sugerirle el suicidio a su sabio y fiel consejero Séneca para que deje de molestarlo con sus llamados a la ética y la moralidad. Amor se impone a Virtud y esta obra es una celebración de que así sea.

Philippe Jaroussky y Daniele De Niese interpretan el dueto ‘Pur ti miro’ de L’incoronazione di Poppea de Monteverdi en el Teatro Real de Madrid:

El catálogo de óperas y personajes que, como en L’orfeo y L’incoronazione di Poppea, encuentran su potente motor dramático en el sentimiento amoroso es amplio y no se ha detenido en los más de cuatro siglos de existencia del género. Algunos de esos argumentos son, en rigor, referenciales.

Catálogo
Por supuesto, en la galería de enamorados célebres están Romeo y Julieta, en varias adaptaciones líricas. Charles Gounod, con un libreto de Jules Barbier y Michel Carré basado en la obra de William Shakespeare, concretó la más célebre versión musical de estos amantes trágicos de Verona cuyo amor se topa con el odio de las familias Montesco y Capuleto a las que pertenecen.

Roberto Alagna y Leontina Vaduva interpretan ‘Ange adorable’ de Roméo et Juliette de Gounod en la Royal Opera House de Londres:

Aunque no fue el único compositor que se ocupó de ellos, pues algunos otros como el belcantista Vicenzo Bellini e incluso el mexicano Melesio Morales plasmaron también su mirada sobre esta pareja trágica, pero no basados en Shakespeare, sino en fuentes italianas anteriores, entre ellas el relato de Matteo Bandello.

Otra delicada historia de amor que concluye de manera brutal, y que proviene de La divina comedia de Dante Aligheri, es la de Francesca de Rimini y su cuñado Paolo Malatesta. Ambos personajes se dieron cuenta de que se habían enamorado al promediar la tarde de un día de tantos en los que convivían, y no pudieron aplacar sus impulsos, ante la mirada desatenta de Gianciotto, pero más que acechante de Malatestino, quien lo pondría al tanto del engaño.

Ese chispeante frenesí de reconocerse como amantes los expondría, tarde o temprano, a ser descubiertos y víctimas de una afrenta adúltera y lujuriosa lavada con sangre, como las que en otros contextos también abundan en la ópera. Riccardo Zandonai, con libreto de Tito Ricordi, y Serguéi Rajmáninov, con uno de Modest Chaikovski, encabezan la lista de más de veinte adaptaciones operísticas de esta trama condenada al Segundo Círculo del Infierno.

A flor de piel
Son prolíficas también las obras melodramáticas, sentimentales y cómicas que han encontrado su lugar en el catálogo operístico pese a cierta obviedad de los sentidos, donde el amor se mezcla con el deseo, la obsesión o el capricho. Werther de Jules Massenet, con libreto de Édouard Blau, Paul Milliet y Georges Hartmann, por ejemplo, plasma a un joven rechazado y deprimido que ya desde que surgiera en la literatura prerromántica de la pluma de Johann Wolfgang von Goethe se convirtió en un malhadado símbolo de los suicidas por el mal de amores.

Joyce Di Donato y Vittorio Grigolo entonan ‘Clair de lune’ de Werther de Massenet en la Royal Opera House de Londres:

La bohéme de Giacomo Puccini, con libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, con su cuadro de artistas pobres pero capaces de enamorarse con un simple roce de manos, es otra muestra de la llama a flor de piel; como también lo es L’elisir d’amore de Gaetano Donizetti, con libreto de Felice Romani, donde no es un elixir maravilloso el que provoca el amor entre Nemorino y Adina, sino un placentero bordó que de paso detona las acciones hilarantes de la obra.

Luciano Pavarotti y Renata Scotto cantan ‘O soave fanciulla’ de La bohème de Puccini en el Metropolitan Opera de Nueva York:

Carmen de Georges Bizet, con el libreto de Ludovic Halévy y Henri Meilhac que adapta la novela de Prosper Mérimée, Pagliacci de Ruggero Leoncavallo, quien a la usanza wagneriana escribió su propio libreto, o Medea de Luigi Cherubini con libreto de François-Benoît Hoffmann, que retoma la tragedia griega escrita por Eurípides, muestran amores que se vuelven tóxicos y homicidas.

Escena de la seducción de Don José en Carmen de Bizet, con Anna Caterina Antonacci y Jonas Kaufmann:

https://www.youtube.com/watch?v=imsopDJcnso

Amar a la persona equivocada también lo padecerán personajes operísticos celebres como Sansón, Norma, Aida, Gilda o Lucia de Lammermoor. El poeta revolucionario Andrea Chénier, como lo inmortaliza Umberto Giordano con libreto de Luigi Illica, no tiene uno sino tres amores: la patria, la justicia y su pareja Maddalena di Coigny: pasiones que llevan su cabeza a la guillotina.

Otro amor nacido de la convicción política de la pareja es el del personaje epónimo de la Tosca de Giacomo Puccini, con libreto también de Illica y Giacosa, una adaptación del drama verista de Victorien Sardou. Ni la diva Floria, ni el pintor Mario Cavaradosi, y ciertamente tampoco el acosador jefe de la policía romana Vitelio Scarpia, sobrevivirán.

Raina Kabaivanska y Plácido Domingo en la escena del primer dueto de amor de Tosca de Puccini:

Pero no todo romanticismo amoroso cae en el terreno de lo sentimental. Algunos cruzan al más crudo expresionismo de las pasiones y los temperamentos para marcar su amor, como hace el personaje de Laca al desfigurar a Jenůfa e impedir así que le siga pareciendo atractiva a su prometido y primo hermano Števa. Esta historia, en la que también aflora el infanticidio por amor filial, fue llevada a la escena musical por el checo Leoš Janáček sin más ambiciones que plasmar como inicio del siglo XX un trozo de realismo conducido por el amor.

Redención
Por supuesto, en el multiverso lírico del amor también se puede alcanzar la salvación. Tristán e Isolda, como lo muestra en un drama musical que redefine la armonía y la certeza tonal el compositor y poeta alemán Richard Wagner, no pueden concretar su unión en el mundo terrenal y deben buscar la concreción de su amor más allá de la muerte, tal como Siegmund y Siegliende, y Siegfried y Brünnhilde, la alcanzan en el incesto.

René Kollo y Johanna Meier cantan el dueto de amor ‘Liebesnacht’ de Tristan und Isolde de Wagner en el Festival de Bayreuth:

Es Wagner, justamente, quien pinta en la ópera más y de mejor manera la necesidad de redención a través del amor. Arindal, el Holandés errante, Tannhäuser, Wotan —entre otros héroes, caballeros, dioses y espectros,— requieren del amor fiel que sea capaz de salvarlos, aunque esa sea solo la manera por la cual obtienen el descanso eterno. En ese sentido, en el de no poder renunciar al amor como sí lo hace el nibelungo Alberich, todos nosotros como seres humanos, de una u otra manera, somos wagnerianos.

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