Opinión: Una rara cantata de Gioachino Rossini

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La mezzosoprano Luz Vizcarra se ha especializado en el repertorio belcantista, y particularmente en obras del compositor Gioachino Rossini. El pasado 25 de julio se presentó en la Sala Hermilo Novelo del Centro Cultural Ollin Yoliztli, en el marco del Festival de Música de Cámara. La obra que interpretó fue la rara cantata de Gioachino Rossini, Giovanna d’Arco, acompañada al piano por la maestra Sara Vélez.

Me regaló la partitura un amigo muy querido, el tenor Gamaliel García. Desde el primer momento que la tuve en mis manos sentí una especial afinidad con la obra, pues hace varios años que mi repertorio fundamental es el bel canto, y específicamente Rossini.

Giovanna d’Arco es una cantata basada en el texto de un autor anónimo para una sola voz con registro de contralto. Las voces graves y oscuras siempre hablan desde la profundidad del alma, del dolor o de las verdades que duelen. Cuenta con un acompañamiento de piano centrado en la figura de Juana de Arco.

Rossini compuso la cantata en 1832, en plena madurez de su estilo, y luego de haberse retirado de la composición operística. [Su última ópera, Guillaume Tell, se estrenó en París en 1829.] No se conoce la fecha de su primera ejecución, aunque es concebible que se estrenara cerca de su fecha de composición. El manuscrito autógrafo tiene por título: “Grande scena: Giovanna d’Arco. Cantata a voce sola con accompagnamento di piano, espressamente composta per Madamigella Olimpia Pélissier da Rossini, Parigi 1832.

En ese año Rossini conoció a Olympe Pélissier, con quien se casaría en 1846, después de la muerte de su primera esposa, Isabella Colbran, en Aix-les-Bains, y me parece relevante que compusiera la cantata en homenaje a la heroína de Francia. Creo que no existe en la historia un personaje que experimentara más la traición que Juana, quien guio al ejército francés durante la Guerra de los Cien Años y llevó a Carlos VII de Valois a coronarse rey de Francia.

De alguna manera se puede decir que Juana era una mujer “inconveniente”, ya que, a pesar ser una pastora de solo 17 años, tenía un liderazgo nato, y llegó a tener demasiado poder político y social, y murió víctima de la envidia de un rey incapaz de gobernar, en contubernio con la iglesia. Giovanna d’Arco es una obra altamente nacionalista y es la figura de Juana una alegoría a la madre Francia, nacida en medio de revueltas y traiciones.

Entre los numerosos informes biográficos consultados sobre Rossini, hay noticias de una ejecución de la cantata celebrada el 1 de abril de 1859, durante una de las famosas veladas musicales que organizaba el compositor en su casa parisina, donde tenía la costumbre de entretener a sus amigos más íntimos y a diferentes personalidades que lo visitaban durante su retiro musical. En esa ocasión, el propio Rossini acompañó al piano a la famosa contralto Marietta Alboni.

No hay una confirmación con respecto a la hipótesis de que Rossini desarrolló la cantata en una versión orquestal a principios de la década de 1850. Pero en el siglo XX la cantata ha sido orquestada en dos ocasiones, una por Salvatore Sciarrino (1947-) y otra, por Marco Taralli (1967-).

La versión de Sciarrino fue encargada por el Rossini Opera Festival de Pésaro en 1989, y Teresa Berganza fue la primera intérprete de esta versión, bajo la dirección de Alberto Zedda. Esta misma versión se repuso en 1997, también para el Rossini Opera Festival. La versión de Taralli fue encargada en 2011 por el Festival Rossini en Wildbad, y fue interpretada por Marianna Pizzolato, bajo la dirección de Antonino Fogliani.

Con respecto a estas versiones orquestales modernas, la de Sciarrino está configurada sobre elementos estilísticos puramente rossinianos y es capaz de revelar de manera explícita lo que la partitura para piano solo puede dibujar. La de Taralli presenta un enfoque compositivo más “moderno”; es una reinterpretación que no respeta el estilo rossiniano.

En México se ha presentado pocas veces y he tenido el privilegio de interpretarla en dos recitales: uno en el Instituto Mexicano de la Radio (IMER), y otro el pasado 25 de julio en la Sala Hermilio Novelo del Centro Cultural Ollin Yoliztli.

Estructura

La cantata Giovanna d’Arco consta de dos arias de estilo operístico, cada una precedida por un recitativo: ‘È notte, e tutto addormentato è il mondo… O mia madre, e tu frattanto la tua figlia cercherai’, y ‘Eppur piange… Ah, la fiamma che t’esce dal guardo già mi tocca, m’investe, già m’arde’.

Algunos pasajes parecen rastrearse, a veces con citas explícitas y casi textuales, a trabajos anteriores de Rossini destinados al teatro, como en el caso de la segunda aria, derivada del aria de Calbo (contralto) en Maometo II.

En el primer recitativo, la protagonista medita sobre el valor de la misión que está a punto de cumplir, haciendo una pausa para reflexionar sobre los valores de la libertad, la integridad y el amor por el lugar de nacimiento y la dulce familia. Y es a la madre a quien Giovanna dedica su primera aria, en forma de un agraciado andantino tripartita.

En el segundo recitativo, los pensamientos de guerra asaltan a la protagonista, traídos por un ángel de la muerte, producto de sus visiones proféticas. En este punto de la obra, Juana sabe que va a morir abrasada por las llamas. En la segunda parte del aria, ‘Corre la gioia di core in core’ prevé que será salvada por “el Rey” pero no se refiere al rey de Francia, sino a Dios, el rey que le da fuerza para seguir adelante con su misión.

Musicalmente es bellísima. En esta partitura Rossini pone la inteligencia, el talento y la sensibilidad en el rostro de una mujer valiente que rompe estereotipos de lo que la mujer “debe ser”; aprisiona las pasiones en cada recitativo y en las coloraturas de las arias, que escurren como lágrimas.

La belleza queda atrapada en cada palabra de la cantata: se queda concentrada en sus acordes. Pude mirarme en los ojos de un alma sutil que vivió entre 1412 y 1431, y pude cantar con el corazón en recuerdo de Juana, la pastora, la heroína que llegó a romper esquemas, que comandó a un ejército travestida, inspirada por Dios y con una férrea voluntad. Ella prefirió morir en la hoguera que claudicar en sus ideales.

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