Angélica Alejandre: “La realidad superó al sueño”

Angélica Alejandre interpretó a Marie, Marietta y Juliette en el estreno nacional de Die Tote Stadt de Erich Wolfgang Korngold con la OSEM © Emmanuel Gallardo

Su presencia en diversos escenarios operísticos nacionales ha impregnado de capacidad vocal, compromiso histriónico y profesionalismo riguroso cada una de las funciones en las que ha participado. La soprano Angélica Alejandre combina en su trayectoria la juventud y frescura propias de su edad, con una creciente y extendida experiencia lírica, iniciada desde la infancia, de la mano de su madre (María de los Ángeles Guzmán), también soprano, integrante del Coro del Teatro de Bellas Artes.

En mayo pasado, Angélica vivió uno de los episodios más exigentes y satisfactorios de su carrera, al participar en cuatro funciones de la ópera Die tote Stadt de Erich Korngold que en versión de concierto presentó la Orquesta Sinfónica del Estado de México, bajo la batuta del maestro Rodrigo Macías.

Fueron fechas especiales para esta soprano insignia de la nueva generación de cantantes mexicanos, que en la actualidad integran buena parte de los elencos líricos en nuestro país, ya que no sólo abordó el rol de Juliette, sino también el papel dual de Marie/Marietta. En rigor, su interpretación fue la de tres papeles dentro de un mismo título, proeza de la que no siempre puede ufanarse un artista vocal.

“Ha sido una de las experiencias más significativas y enriquecedoras de mi vida”, relata Angélica Alejandre en entrevista exclusiva para los lectores de Pro Ópera. 

De cierta manera, luego de la fase más álgida de la pandemia y la pausa de actividades que impuso, para la joven cantante este compromiso era también “la oportunidad que estaba esperando” para volver al escenario. 

“Por ello agradezco infinitamente la confianza que depositaron en mí el director de la Orquesta Sinfónica del Estado de México, Rodrigo Macías; la orquesta, su equipo y todos mis queridos compañeros del elenco: Sergei Radchenko, Carla Filipcic Holm, Tomás Castellanos, Belem Rodríguez, Andrés Carrillo, Frida Portillo, Rodrigo Petate y Daniela Rico”, enumera la soprano, convencida de que su lucimiento personal es también fruto de la buena participación de sus colegas.

“Fue un reto con el que hoy puedo decirte que me siento muy satisfecha y afortunada por haberlo enfrentado y logrado. También me siento muy honrada por formar parte de la historia de la ópera en México y haber estrenado este título en nuestro país con una orquesta y elenco mexicano casi en su totalidad”, detalla la protagonista de esta historia. 

La preparación musical de Angélica para participar en esta obra en principio fue una labor individual y en solitario. Después, el abordaje lo hizo “de la mano del maestro Andrés Sarre, con los ensayos a piano y, posteriormente, ya con orquesta, con el maestro Rodrigo Macías. Este trabajo de estudio y aproximación a la ópera representó una oportunidad de concentración y temple que no había experimentado jamás”, confiesa la cantante, quien asegura: “Llegado el primer ensayo con la Orquesta Sinfónica del Estado de México, la realidad superó al sueño”.

Pamina en Die Zauberflöte, en Torreón con la Camerata de Coahuila

Angélica, desde el punto de vista vocal, ¿cómo enfrentaste ese reto, si consideramos las amplias diferencias que existen entre los papeles en términos musicales, psicológicos, expresivos e incluso de duración del tiempo de canto?
Cuando comencé a estudiar la obra, ya tenía conocimiento de la magnitud de este título. Sin embargo, al darme cuenta de que me estaba aprendiendo tres roles al mismo tiempo: Marie, Marietta y Juliette, comprendí el compromiso tan grande que había contraído. Pero la música de Korngold es adictiva y no te suelta.

Empecé a estudiar a finales de marzo, paso a paso, día tras día, hora tras hora, limpiando, memorizando, desglosando los pasajes, entendiendo a los personajes y midiendo la voz. Fue un proceso en verdad muy demandante, pero muy enriquecedor como músico y como intérprete. Definitivamente, este compromiso puedo considerarlo una prueba de madurez mental y, por supuesto, vocal.

En otra etapa de la pandemia, recuerdo tu participación creativa como realizadora de uñas en una producción de la ópera Despertar al sueño de Federico Ibarra presentada online como parte de Primer Festival Cultural del Instituto Politécnico Nacional. Cuéntame un poco sobre esas otras facetas tuyas, que no son el canto.
Durante la pandemia, y al enfrentarme al detenimiento abrupto de trabajo como cantante freelance, comencé a aprender nuevas habilidades; primero fue como pasatiempo, pero terminó siendo una fuente de trabajo alternativa mientras llegaban tiempos mejores. Aprendí a hacer uñas y también me certifiqué como barbera.

El maestro César Piña necesitaba uñas para la grabación de la ópera Despertar al sueño del maestro Ibarra y pensó en mí para realizarlas. Me gustó mucho poder incorporar una más de mis habilidades a mi amado mundo de la ópera.

Si hablas como cantante, ¿cómo te ha tratado la pandemia? ¿Cómo se ha adaptado tu voz, tu carrera y tú misma a esta etapa de cambios por la situación sanitaria que durante varios meses pausó o restringió muchas actividades en general, incluidas las líricas?
Ha sido una época muy dura para todos. Yo veía que había dos posibilidades: dejar de cantar absolutamente a consecuencia de la falta de actividades y de ingresos, o continuar preparándome para estar lista cuando todo recobrara su cauce. Hice un voto para la segunda opción. Me mantuve lo más activa que pude y también en cuanto comenzó a regenerarse el trabajo, lo retomé sin dudar. Nunca quise dejar de cantar.

Zerlina, con Christopher Maltman (Don Giovanni) en Bellas Artes © Ana Lourdes Herrera

En 2015, publicamos en Pro Ópera una entrevista contigo, a propósito del rol de Zerlina de la ópera Don Giovanni de Wolfgang Amadeus Mozart que cantaste en Bellas Artes. ¿Puedes hablarme sobre cómo se ha desarrollado tu voz desde entonces?
Definitivamente, hay un gran camino recorrido desde ese Don Giovanni en 2015, hasta esta Die tote Stadt en 2022. Mi voz ha ganado profundidad, lo cual me permite abordar roles más líricos que antes. Además, justamente gracias a la pandemia, he tenido mucho tiempo para el desarrollo técnico vocal.

Formaste parte de la primera generación del Estudio de la Ópera de Bellas Artes. Estuviste los dos años posibles. Por aquella época, recuerdo que lejos de seguir en talleres y concursos de manera permanente (como hay casos), cantaste ya como profesional en varias óperas en diversos puntos del país. Por ejemplo, La traviata de Giuseppe Verdi en Mazatlán, Sinaloa; o Lucia di Lammermoor de Gaetano Donizetti también en la Ciudad de México. ¿Qué puedes decirme de ese periodo y de tus aproximaciones a Violetta y Lucia, dos de los roles más atractivos para una soprano con tus características vocales?
Ambos fueron grandes momentos vocales, con un importante crecimiento en el plano personal y profesional. Cuando canté La traviata fui preparada exhaustivamente por mis maestros del EOBA y por el maestro Enrique Patrón de Rueda. En cambio, para Lucia casi todo fue autodidacta por cuestiones económicas. 

De Musetta de La bohème de Giacomo Puccini y Elvira de L’italiana in Algeri de Gioachino Rossini, ¿qué destacarías a partir de haber incorporado esos roles a tu repertorio?
Precisamente esos son dos de los roles que más he disfrutado interpretar. Justo tal vez porque la catarsis es mucho menos trágica para estos personajes y, de cierto modo, eso te permite estar menos comprometida en el aspecto emocional. Es entonces cuando posees mayor libertad vocal. Digamos que son roles cortos, divertidos y amables.

La China en Salsipuedes de Daniel Catán, con Ángel Macías (Ulises) en Bellas Artes

De igual forma, te recuerdo en el escenario en un papel de Hänsel und Gretel de Engelbert Humperdinck y, más recientemente, en Salsipuedes, ópera del compositor Daniel Catán. Platícame cómo fueron esas experiencias, entre ellas la de cantar ópera en español con música de ritmos y géneros latinoamericanos.
Mi primer rol como solista en Bellas Artes fue el Duende de Arena (Sandmännchen). Eran los dos minutos con cuarenta segundos más vertiginosos de mi carrera, pues cantaba volando en lo más alto y recóndito del foro del Palacio de Bellas Artes. También el año pasado participé en una puesta de Hänsel und Gretel para niños dirigida por el maestro Cesar Piña, en donde la maestra Lourdes Ambriz fue Hänsel y yo Gretel.

La China en Salsipuedes fue mi último rol antes de la pandemia. Por él estoy muy agradecida con el maestro Alonso Escalante, director de la Ópera de Bellas Artes, ya que pensó en mí y en mis cualidades vocales y actorales para interpretar ese personaje. Además, fue a partir de ese momento que conocí la maravillosa obra del compositor mexicano Daniel Catán, cuya música me ha acompañado desde la pandemia y que, por si fuera poco, me abrió la puerta al mundo de la ópera latinoamericana. 

La preparación de su música siempre es demandante, ya que los ritmos son caribeños, precisos, como una maquinaria perfecta de ritmo, y lograr líneas vocales dentro de esa rítmica es muy satisfactorio. Sin duda, mi papel como la China me enseñó a balancear a un personaje joven, ingenuo, que casi se enfrenta a la muerte junto con sus compañeras, aunque el final, sin embargo, es muy esperanzador. Me sentí muy emocionada al ser parte de ese elenco y participar en la producción.

Ya que hablamos de Daniel Catán, sé que también eres parte del elenco de la grabación y filmación de La hija de Rappaccini que saldrá próximamente, en coproducción entre la Ópera de San Diego y la Sociedad Artística Sinaloense, además de otras instancias. ¿Cómo viviste ese proyecto?
Ese es un gran proyecto encabezado por Andrea Puente-Catán. Ha sido una experiencia maravillosa y muy emocionante, ya que es la primera vez que presto mi voz y actuación para un proyecto cinematográfico. 

La dirección musical estuvo a cargo del maestro Eduardo Diazmuñoz, especialista en la música del maestro Catán, por lo que no pudimos estar en mejores manos. La escena de las flores es crucial, ya que ellas son las testigos de la locura de Rappaccini y las protectoras de Beatriz, en el jardín. 

La obra requiere de gran delicadeza y mucho trabajo de ensamble para lograr la perfección vocal, como ocurrió con mis compañeras Jessika Arévalo, soprano, e Itzeli Jáuregui, mezzosoprano. Logramos pulir y amalgamar nuestras voces para que fueran casi una voz. 

Escénicamente hablando, fue un reto muy grande debido a la caracterización, así como a los tiempos de maquillaje y de rodaje en el jardín botánico de Culiacán. Vi el jardín transformarse en la noche, ya que se intervino con mapping e iluminación para darle un efecto más delirante durante las escenas de las flores en el jardín. Fue una experiencia increíble y junto a un gran equipo.

Pese a todo el repaso que hemos hecho de tu carrera, eres una cantante que puedo seguir adjetivando de joven, claro que con una larga trayectoria que inicia desde tus cuatro años de edad. ¿En qué punto de tu carrera consideras encontrarte y qué planes vienen para ti en un futuro próximo?
Estoy en una etapa mucho más sólida vocal y personalmente, misma que me permite reiterar mi compromiso firme con la carrera de cantante de ópera. Por lo demás, puedo decirte que estoy preparando ya un repertorio más adecuado a las cualidades actuales de mi voz: la de un soprano lírico coloratura joven.

Entre los roles que preparo están Mimì de La bohème y Liù de Turandot, ambas óperas de Giacomo Puccini; Donna Anna de Don Giovanni de Wolfgang Amadeus Mozart; Nedda de Pagliacci de Ruggero Leoncavallo y Manon de Jules Massenet. Espero también poder apoyar con mi voz a los compositores actuales, para no perder la gran tradición vocal y operística de la que gozamos en México. ¡Amo la ópera!

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