Antonio Azpiri y Stonewall: “Ante la injusticia y la frustración, la respuesta fue cantar”

Antonio Azpiri, director musical de Stonewall en el Teatro de la Ciudad

En el marco del mes del orgullo gay, el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris será escenario, este viernes 3 y domingo 5 de junio, para el estreno en México de la ópera Stonewall (2019) del compositor inglés Iain Bell (1980). Esta obra, con libreto de Mark Campbell, ganador del Pulitzer en Música el año 2012 y del Grammy en 2019, aborda los acontecimientos que visibilizaron la lucha por los derechos de la colectividad LGBT+ y la inscribirían en la agenda temática contemporánea.

En específico, este título creado por encargo de la New York City Opera, se adentra en los disturbios de Stonewall, ocurridos la madrugada del 28 de junio de 1969, cuando un grupo de asistentes al bar Stonewall Inn del barrio neoyorkino de Greenwich Village se rebeló a una redada policial que formaba parte de una persecución sistemática a la comunidad gay, cuando serlo era considerado incluso ilegal.

El movimiento por la diversidad sexogenérica, que al día de hoy ha conseguido importantes avances en desestigmatización, respeto e inclusividad —pero aún mantiene su bandera ante los pendientes socio-culturales en la materia—, es plasmado por Bell y Campbell de forma conmovedora y explosiva en la ópera Stonewall, cuya producción en México contará con la dirección musical del maestro Antonio Azpiri y la puesta en escena de Fernando Gómez Pintel, al frente de un elenco por completo mexicano.

“Sería ingrato no reconocer la apertura en la que hoy vivimos. Hoy somos libres de expresarnos sexual y afectivamente. Sin embargo, de igual manera sería lamentable ignorar que persisten los crímenes de odio, la violencia de género y los asesinatos”, comenta el bajo-barítono Azpiri —ahora en su faceta de director artístico—, en entrevista exclusiva para los lectores de Pro Ópera. 

A continuación, nuestro diálogo sobre esta significativa propuesta lírica, así como el contenido y significado artístico y social de StoneWall.

Antonio, ¿cómo surge la idea de presentar Stonewall en México y cómo se materializó el proyecto?
Luis Fierro, que es uno de nuestros productores, en una conversación en mayo del 2021 me preguntó si existían óperas con temática LGBT+. Le respondí que por supuesto que las hay: y bastantes. Me vinieron a la cabeza títulos como Angels in America de Peter Eötvös, basada en la obra de Tony Kushner; Brokeback Mountain de Charles Wuorinen; Unbound de Nathan Hall, que se estrenó ese mismo año —y de la que tenía información porque mantenía contacto con el compositor—. Y, por supuesto, Stonewall de Iain Bell. Ésta, en particular, era especial para mí pues ya tenía un tiempo siguiendo su música.

Ambos estuvimos de acuerdo en que Stonewall era la mejor opción, e imaginarla no era nada difícil, pues de inmediato visualicé qué cantantes podían estar en el reparto. Materializar la idea fue toda una aventura, llena de estrés, sudor y temor. La clave fue armarme con un equipo en el que yo pudiera sentir la confianza absoluta de realizar el proyecto. Y la chispa que me dio el empujón fue el entusiasmo del maestro Ángel Ancona, quien se mostró desde el principio entusiasmado y dispuesto a ayudarnos.

La comunidad operística de nuestro país te ubica claramente como bajo-barítono (incluso en tu trayectoria has ganado varios certámenes de canto) y como director del Coro Gay de la Ciudad de México. Pero ahora estás al frente de la dirección musical de esta ópera. ¿Cómo es que se dio la ocasión para mostrar esta faceta de concertador?
Cuando estaba pensando en el equipo creativo, no tenía la intención de dirigir; quería incluso ser parte del elenco y tenía en mente llamar a algún director con experiencia, sobre todo con el repertorio contemporáneo. Fue en diciembre de 2021, antes de convocar a los cantantes, cuando consideré tomar la batuta. No fue nada sencillo, pues los demonios internos son muy poderosos. Pero me ayudó pensar en colegas directores y figuras que personalmente admiro, y que sostienen proyectos así de grandes como Tim Selig, director por muchos años del Coro de Hombres Gay de San Francisco (SFGMC); o Charles Beale, quien ha dirigido el Coro de Hombres Gay de la Ciudad de Nueva York (NYCGMC). Ambos son extraordinarios músicos y fuertes figuras dentro de la escena artística gay. Creo que todo esto resonó en mi cabeza y me alentó a decir: “Yo puedo hacerlo y, si no, aprenderé bastante”. 

Por cierto, y para entrar en materia, ¿qué debe entenderse como un coro gay? ¿En qué puede diferenciarse de un coro a secas?
La cultura de los coros con estas denominaciones nace con el fin de levantar las voces de personas que protestan, que necesitan contención, o que tan sólo buscan encontrar un sitio seguro por medio de la música y el canto. 

En la historia, ante la muerte de Harvey Milk, en noviembre de 1978, un grupo de personas se pararon en los escalones del City Hall de la ciudad de San Francisco y fue así como se originó el primer coro gay. La misión era usar la palabra gay en su nombre, para con sus voces luchar contra la discriminación y la corrupción; y con ello inspirar a más personas a fundar coros y cantar por los derechos. 

A mi parecer, es verdaderamente conmovedor imaginar cómo ante la injusticia y la frustración de ver a un ídolo muerto, la respuesta de esas personas fue cantar. Creo que habla de algo más profundo que un simple espectáculo: cantar en coro te hace sentir protegido, respaldado y valiente. Un coro gay es igual que otro coro a secas, pero en su nombre inicia un manifiesto de visibilidad, de expresar que no hay miedo en nombrarse así; y de recordar que seguimos viviendo en un tiempo donde somos considerados minorías.

Cuéntame de la importancia músico-vocal de esta ópera Stonewall. ¿Qué puede encontrar el público y los intérpretes en ella? ¿Qué encuentras tú?
Fundamentalmente, es el hecho histórico que subraya cómo un grupo de jóvenes gays, lesbianas y travestis se enfrentaron a la policía, haciéndoles vivir una pesadilla y de la noche a la mañana se volvieran activistas. En un mundo en el que ser homosexual era un crimen, donde las oportunidades laborales eran casi nulas y los crímenes de odio eran iniciativa de las autoridades, un día dijeron “basta”. Y, a partir de todo aquello, se celebra cada año el orgullo de tener una identidad u orientación diversa. 

El público encontrará un pasaje de la historia que no se enseña en las escuelas y de igual manera un reflejo de nuestra realidad, que nos permite darnos cuenta de lo que después de 53 años seguimos viviendo: transfeminicidios, acoso y discriminación laboral, además de múltiples estigmas.

¿Cómo te aproximas a esta partitura para lograr el balance sobre una obra de temática tan notoria —dadas las repercusiones sociales del episodio de Stonewall—, y que sea a la vez una ópera que interese a todo el público?
El ingrediente es la música. Está tan bien escrita que se percibe en ocasiones demasiado accesible. No es pretenciosa, ni sigue corrientes de mediados del siglo XX. En realidad, es bastante tradicionalista. La dotación de instrumentos es casi como la de cualquier ópera belcantista.

Respecto al lenguaje, la mayor parte del tiempo utiliza escalas modales y escalas alteradas, sin perder tintes contemporáneos, como el uso de clusters. Algo que me parece muy atinado por parte del compositor es darle un espacio al abanico de personalidades que conforman el reparto principal. El primer acto transcurre con las historias de cada uno de ellos y cada momento es completamente distinto al otro en textura, orquestación e incluso densidad, sin dejar de relacionarlos cuando hay que hacerlo. 

Y ahora la pregunta invertida. ¿Cuál es la trascendencia para la comunidad gay, pero también expuesta hacia el resto de la sociedad, de esta propuesta operística? ¿Qué dirías que distingue la obra y su formato lírico, si consideramos que es un tema que también se ha tratado en la literatura y en el cine, por ejemplo?
Creo que estarás de acuerdo conmigo al decir que no hay género que se compare a la ópera. En ella, el ritmo de la historia es marcado por la música. Y los cantantes interpretan personajes cantando a voz plena, con capacidades técnicas extraordinarias que logran pasar encima de una orquesta completa. La vulnerabilidad que esto representa sensibiliza a cualquier persona que haya asistido a una ópera. 

En nuestro país y, específicamente, en nuestra comunidad LGBT+ es ignorada en un gran porcentaje la cultura operística. Y me parece absurdo que existe gente que llega a pagar grandes cantidades de dinero por espectáculos donde una persona está haciendo lipsync, es decir moviendo los labios mientras interpreta música sin cantar, cuando tenemos en el mundo fenomenales cantantes representantes de la cultura diversa.

Claro que existe un trasfondo muy fuerte detrás de esos espectáculos como el ball room, que al igual que otros acontecimientos ayudó a definir los principios de nuestro activismo. Pero, aun así, es preocupante saber que un género que sigue vigente después de cientos de años esté alejado de esta comunidad. A mi modo de ver, ésta es una oportunidad de educar a las personas que jamás han asistido a una ópera con el pretexto de una historia que los hace sentirse identificados.

¿Puedes hablarme sobre las particularidades de la obra al abordar el tema gay? Por ejemplo, la escritura vocal específica para un personaje transgénero.
Hay dos personajes muy especiales: uno es Sarah, la chica transgénero; y el otro es Renata, la drag queen. Es de suponer que conociendo el tema de la apropiación cultural que ahora es rechazada en muchos lugares por diferentes aspectos (de género, sexuales e incluso étnicos), los autores pidieron que Sarah fuera interpretada por una persona transgénero con tesitura de mezzosoprano.

Es importante invitar a los creadores contemporáneos a componer para este sector de nuestra población, que quizá desea una oportunidad en los escenarios. La encrucijada en nuestra producción fue preguntarnos quién podría hacerlo, sabiendo que es una ópera nueva y recién estrenada; sin material de audio o video que ayude a aprendérsela, y con un lenguaje contemporáneo. Esto reduce las posibilidades. 

La primera carta fue preguntarle a mi querida Morganna Love, quien aceptó hacerlo, pero debido a su agenda ella misma me pidió salir del proyecto. A partir de ahí, tomando en cuenta el tiempo que me quedaba (tres meses) para conseguir a alguien, me pareció atinado invitar al contratenor Gamaliel Reynoso, quien tiene experiencia con este tipo de repertorio y, además, acaba de debutar en Bellas Artes, haciendo historia al ser el primer contratenor que canta un protagónico en dicho recinto. La tesitura del personaje es muy demandante por la suavidad con la que aborda los agudos y, al mismo tiempo, las líneas que empatan con la soprano Leah en el concertante final de la ópera. Junto con Andy, son los personajes que más me conmueven por su inocencia y por sentirlos tan vulnerables. 

Hablar de una persona transgénero en nuestro tiempo es tema serio. Es esta parte de nuestra comunidad la que se encuentra comúnmente en situación de calle. Y en la ópera son Sarah y Andy quienes comparten esa condición de vida, así como algunos de los momentos musicales más bellos. Sin afán de spoilear, hay una parte donde ambos coinciden en que su hogar es el parque y Sarah, asumiendo un rol de mamá, le dice: “Ya encontraremos la manera”.

Ante la apertura e inclusión en la sociedad contemporánea frente a temas antes estigmatizados, considerados tabú, inmorales o escandalosos, como el de las identidades y preferencias sexuales, ¿la agenda LGBT+ sigue siendo un tema y una lucha o en efecto vivimos en una sociedad más abierta y respetuosa?
Sería ingrato no reconocer la apertura en la que hoy vivimos. Definitivamente, sí se han dado grandes pasos en la búsqueda de la inclusión y el respeto; hoy somos libres de expresarnos sexual y afectivamente. Sin embargo, de igual manera sería lamentable ignorar que en la actualidad persisten los crímenes de odio, la violencia de género y los asesinatos. Sin querer sonar radical, aún es triste ver el temor con el que siguen creciendo niños y niñas por saberse diferentes. 

Hoy seguimos luchando con nuestro lenguaje por no entender tan solo que existen personas intersexuales que nacen con ambos órganos reproductores y quienes son mutilados o privados de elegir su género desde chicos, por simple ignorancia de parte de sus padres. Hay personas que piensan que politizar nuestros pronombres o denominaciones es asumir etiquetas, cuando en realidad nos sirve para generar modelos de inclusión que resulten visibles para alguna persona que se sienta sola en el mundo. 

Y creo que lo que más me retumba es conocer la tasa de suicidios en personas de la comunidad. Yo mismo lo consideré en un momento de mi adolescencia cuando no podía imaginar salir del armario y asumir quien soy. Como dicen en la ópera: “Aún hay mucho que hacer”.

Háblame del elenco y los creativos. ¿Se integró como en cualquier otra ópera o hubo algunas reticencias para participar en ella debido a la temática?
Fue bellísimo ver el entusiasmo de todos al conocer la magnitud e importancia del proyecto. Sí consideré incluir a miembros de nuestra comunidad, pero también es importante dar un mensaje de inclusión y por ello el equipo entero es de todos los sabores y colores. 

El elenco es fantástico. Todos los integrantes son mexicanos y en algunos casos merecen ser más que conocidos en nuestro país. Por ejemplo, el tenor (¡tenorazo!) Evanivaldo Correa, que además de contar con un gran currículum internacional, tiene una voz espectacular, con la que puede cantar un Otello con la mano en la cintura.

Significativamente, Frida Portillo, quien encarna a nuestra heroína Maggie, inyecta la fuerza y la voz que demanda el personaje. En particular, también destacaría la participación de Orlando Pineda, un excelente músico y cantante a quien ya hemos visto en numerosas participaciones, pero nunca en un papel antagónico y denso como es Larry, pues todo el tiempo tiene encima a la orquesta completa. Además, están la soprano Akemi Endo como Leah, Tomás Castellanos como Carlos, Ricardo Estrada como Andy, Gamaliel Reynoso como Sarah, Luis Felipe Losada como Troy, Daniel Cerón como Edward y David Echeverría como Sal. La dirección escénica está a cargo de Fernando Gómez Pintel, quien tiene toda mi confianza; la iluminación y escenografía son de Gerardo Olivares. Y participa también el Coro Gay Ciudad de México. Los esperamos.

Todo el elenco y el equipo del estreno de Stonewall en la CDMX

 

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