Carlos Arámbula: Ritorna vincitor!

Carlos Arámbula: «Me traían de arriba para abajo con lo de mi tesitura. Ya desesperado y con la voz medio quebrada, tomé la decisión de quedarme en la cuerda de barítono»

“Es muy bueno regresar a mi país con un triunfo”, considera el barítono chihuahuense Carlos Arámbula, ganador del primer lugar de la categoría varonil en la XX edición del Concurso Brasileiro de Canto Maria Callas, celebrado entre el 28 y 31 de marzo pasado en las ciudades de Sao Paulo y Jacareí. “Mi experiencia en Brasil fue bastante enriquecedora y me confirma que estoy haciendo las cosas bien.”

Esa victoria lírica, en cierto modo, no solo reafirma la trayectoria ascendente de Arámbula, otro valor joven del canto mexicano (30 años de edad), sino también su oficio y convicción por el canto, luego de los complicados nubarrones que trajo la pandemia de Covid-19 en todo el mundo. 

“¿Sabes? Yo creo que 2021 fue un año muy difícil para muchos cantantes, igual que lo fue para mí, ya que la actividad se redujo bastante”, contextualiza el barítono chihuahuense en entrevista exclusiva para los lectores de Pro Ópera. “De hecho, después de haber ganado el cuarto lugar en Medinacelli, España (Concurso Un futuro DEARTE), yo entré en un periodo de nostalgia, tristeza y depresión. Durante seis meses, no canté ni una nota”, expresa el protagonista de esta historia.

No obstante, Carlos Arámbula cree que todo el mundo tiene un ángel de la guarda que puede surgir cuando más se le necesita y ayudar en una situación compleja. En su caso, de hecho, fueron tres esos seres protectores. “En primer lugar, fueron mis papás (José y Ana), quienes me dijeron que me veía triste, que cantara aunque solo fuera para sentirme bien. Y es que su observación era verdad, porque sin el canto sentía que me marchitaba y que mi alma poco a poco iba consumiéndose”, relata el entrevistado.

El otro ángel que apareció para ayudarlo a sortear su incertidumbre fue el pianista Andrés Sarre. “Cuando le dije en diciembre que quería regresar a cantar, me dijo: ‘Carlos, naciste para cantar, ya quítate esas ideas de que vas a dejar de hacerlo para siempre’. Después de eso, cuando por fin volví con él para retomar lo que tanto quería, él, con el tono amable y cordial que le caracteriza, me dijo: ‘Estás cantando horrible’. Y sí, la verdad tenía toda la razón. Pero yo estaba feliz de regresar, feliz de cantar y de volver con la ayuda esencial del maestro Armando Mora”, reconoce Arámbula.

Carlos también da el crédito al maestro Mora de los mayores aportes sobre la manera en que canta. En ese balance sobre su preparación vocal, el barítono incluye, además, consejos de la maestra María Katzarava, así como de los maestros Enrique Patrón de Rueda y Genaro Sulvarán. 

Sobre ese punto de los diversos maestros que han contribuido a la formación de su voz actual y que lo impulsaron para retomar el paso profesional, Carlos reflexiona que, si se piensa bien, tal vez sean muchos, pero de inmediato acota: “Un cantante no es una isla. Depende de oídos externos y de buenas voluntades que tengan la capacidad de entender y el gusto de ayudar. Todos ellos me dieron muchísimos ánimos y una mano amiga tan fuerte que llegué y gané el tercer lugar de la competencia de la maestra Maria Katzarava, a menos de un mes de haber regresado”.

Escena de La fanciulla del West en Bellas Artes

A partir de esa participación y su resultado, Arámbula recuperó la felicidad de cantar y acumuló el ánimo necesario para viajar a Brasil y ser partícipe de la XX edición del concurso María Callas. “Cuando llegué allá, fui acompañado de maravillosos colegas mexicanos: Fernanda Allande, que se trajo primer lugar femenino; Itzeli Jáuregui, que obtuvo el segundo lugar; Alejandra Borrego, quien hizo un maravilloso papel a sus 19 años de edad; y Tenantzin Cruz, que es una cantante maravillosa y solvente. Llegamos todos y la gente de Brasil se mostró muy buena, súper amable y con la disposición de hacer un gran concurso. Yo la verdad no iba con la intención de ganar, consciente, además, de que mis compañeros tienen grandes voces. Más bien, asistí con la intención de hacer un muy buen papel y de que me escucharan personas como el maestro Luiz Fernando Malheiro, Sabino Lenoci, José Velasco y los demás figurones que estaban en el Jurado. Es decir, viajé para regresar al ruedo y estar en el escaparate que significa participar en un concurso internacional”, relata el barítono chihuahuense. 

Arámbula sostiene que el Maria Callas fue el primer concurso en el que se sintió bajo el comando pleno de sus recursos vocales, y considera que ello fue un efecto colateral de haber cantado el Giorgio Germont en una producción reciente de La traviata de Giuseppe Verdi presentada en Mazatlán, Sinaloa, bajo la batuta del maestro Patrón de Rueda. 

“Germont es un rol magnífico y te da una escuela de legato y dinámicas invaluable”, asegura el cantante. Y afirma: “La verdad, para mis adentros, la pandemia fue un antes y un después. Y este concurso Maria Callas de Brasil vino a ratificarme que el quiebre que tuve el año pasado fue en el momento más necesario. Dejé de cantar por impresionar, que es lo que siempre buscaba al hacerlo; pensaba que quería que la voz fuera más grande, que fuera la más pesada, que fuera más bonita. Pero ahora lo que hago es cantar por sentir. Canto por vivir. Es como si el canto me diera el hueso donde se sustenta toda mi personalidad; como si el canto me diera el hueso donde vivo y respiro. Y eso es algo que había olvidado por diferentes situaciones que te van marchitando en el camino de un cantante, o por lo menos en el mío”, reconoce Arámbula. 

Es por ello que su destacada participación en el concurso Maria Callas de Brasil fue mucho más allá de obtener la victoria en un certamen de canto. Fue reconectarse con sus motivaciones personales más íntimas, que además determinan su profesión. Y, de igual forma, fue la oportunidad para encontrarse con colegas con los que había tratado, pero que no conocía realmente. “Descubrí que son excelentes personas y cantantes, lo que sin duda me enriqueció, como también lo hizo el conocer colegas de otros países y valorar el punto donde estoy, la importancia de mi canto y el lugar hasta donde he llegado.

Al hablar sobre su aproximación al personaje de Giorgio Germont —un rol que debutaría en 2020 en el Teatro de La Maestranza de Sevilla, España, pero que por motivos pandémicos dicho compromiso fue reprogramado para julio de este 2022—, Carlos dice sentirse agradecido con la maestra Katzarava y el maestro Patrón por darle la oportunidad de cantarlo en Mazatlán, como premio del concurso organizado por la soprano mexicana de orígenes georgianos.

“Me sirvió muchísimo”, dice el cantante. Y no sólo por afianzar su confianza para viajar a Brasil. “Experimentarlo con una batuta tan segura y con tanta experiencia como la del maestro Enrique me dio muchísimas tablas, que son fundamentales para poder llegar a la Maestranza bien macizo”.

En Gianni Schicchi

¿Qué puedes decirme sobre tu aproximación a un barítono verdiano, a partir de tu edad y juventud vocal? ¿Cómo abordaste desde el punto de vista musical, psicológico y escénico un personaje célebre por su doble moral, por sus prejuicios e hipocresía
Germont se las trae un poquito, por tres o cuatro puntos. Primero, cuando va con Violetta llega con la espada desenvainada y no se espera a una mujer educada y con el honor con el que le contesta. De hecho, hay un barítono que lo expone bastante bien. Se llama Lucas Meachem, es de Estados Unidos y tiene un blog llamado The baritone blog, y una de sus ideas consiste en que Germot realmente no quiere a Violetta al principio y, aunque al final del dueto toma cierto afecto, él va a hacer lo que tenga que hacer para proteger a su familia. 

En palabras de Meachem, el difícil balance que tiene Germont es que tiene que hacer lo necesario por su familia, despreciando a Violetta al principio, pero realmente queriéndola después. El problema es pasar de despreciarla a quererla, pero no tan pronto. Es enternecerse por el sacrificio que ella hace en pro de toda la familia Germont; es decir, por el honor que ella muestra al mantener la promesa hasta las últimas consecuencias.

Ahora bien, musical y actoralmente creo que el punto más delicado es el aria (‘Di Provenza il mar, il suol’), ya que Germont hace preguntas de las que ya conoce las respuestas. Él ya habló con la persona que le hizo olvidar Provenza a su hijo, pero al mismo tiempo son las preguntas que a su parecer necesita escuchar Alfredo  para entender su error. Aunque él sabe que Violetta es una mujer con defectos y virtudes, como lo dice en una frase del dueto, olvidar el pasado no era posible. Es decir, él no sacrificaría el bienestar de su casa por una mujer que había perdido su virtud.

Se trata de un aria que contiene frases que bien hechas pueden llegar al corazón, pero que malhechas pueden ser un sonsonete. En lo personal, yo no había tenido un encuentro con un rol verdiano hasta éste (no es lo mismo correrlo en profundidad que hacer solo el aria). Y la verdad, considero que vocalmente me queda muy bien, pero si llevó una curva de aprendizaje bastante fuerte. 

En cuestión de estilo, diría que aún estoy en proceso de refinarlo, ya que la energía y el carácter que lleva tienen su punto de partida en el Donizetti o en el Bellini precedentes. Pero las frases verdianas realmente necesitan más energía y en ellas el dominio del aire es fundamental. Mantener la energía en la columna del aire es la piedra angular para lograr un efecto de legato homogéneo. En otros compositores, es necesario, pero en Verdi todo depende de ello. De hecho, es súper necesario para poder hacer llegar la historia de la manera más cercana a lo que Verdi escribió. Es una maravilla, pero lleva un grado de conciencia y concentración altísimo.

Desde el lado histórico, entiendo a Germont, porque de haber vivido en esa época donde el mundo era como era, bajo ninguna circunstancia dejaría que mi familia, que había llevado hasta cierto punto de la sociedad con trabajo y esfuerzo, se viniera a menos por una mujer con una reputación que mancharía todo aquello por lo que me esforcé. Aunque es muy complejo porque también como padre harías todo lo que estuviera en tus manos con el fin de darle las mejores oportunidades a tus hijos, sacrificaras lo que sacrificaras en el proceso. Hay demasiadas capas en él. Y múltiplos impulsos que lo llevan a hacer lo que hace.

En la Gala de Javier Camarena en Bellas Artes

Carlos, tuve oportunidad de conocerte cuando formabas parte de la Sociedad Internacional de Valores de Arte Mexicano (SIVAM), allá por 2016. Me parece un buen punto para trazar una línea de tiempo, sobre tu antes y después. Cuéntame cómo fue el descubrimiento de tu voz y la decisión de dedicarte al canto de manera profesional, en particular a la ópera.
¡Uy, mi decisión de dedicarme a la ópera es como para aventarse una novela! Pero, en resumidas cuentas, yo soy lasallista de formación. Ahí había un coro, en el que te daban méritos para participar (y en el ínterin, como todos, cantaba en la regadera con fragmentos de comerciales o Bugs Bunny). Un mérito era un punto a cualquier materia a final de mes. Entré por eso básicamente, pues era de lo más tímido. Aún batallo con eso. Hace un par de días tuve la fortuna de comer con una actriz que dijo algo que coincide exactamente con cómo me siento: soy tímido, pero el personaje me da el outfit perfecto para ser y estar protegido. Hace años, también la maestra María Luisa Tamez me comentó algo sobre ser el personaje.

Regresando a La Salle, yo cantaba con un gran pánico y una voz de pajarito. Fue el director del coro, que también forma parte de la OFECH, quien me dijo: “Anda hijo, canta sin miedo”. Al hacerlo, descubrió que había material y me mandó al conservatorio de Chihuahua. Ahí empecé mi formación como tenor ligero. Me dijeron que era tenor y pues cómo no: me preparé un año, hasta que hice mi audición para ingresar al Conservatorio Nacional de Música. Ahí, un maestro me dijo: “Hijo, no tienes ni voz para gritar en un carrito de paletas heladas; mejor búscate otra cosa”. Entonces regresé a Chihuahua, ya para la licenciatura. En el Conservatorio de Música de mi estado continué mi preparación, donde un maestro me dijo: “Hijo, tú eres bajo”. Seguí entonces como bajo y luego, cuando encontré mis agudos, como bajo-barítono. Al participar en Artescénica, me encontré con otro maestro que me dijo que yo era tenor dramático. Total, el caso es que me traían de arriba para abajo con lo de mi tesitura. Ya desesperado y con la voz medio quebrada, tomé la decisión de quedarme en la cuerda de barítono.

Un buen amigo mío de Chihuahua, el tenor Carlos Alberto Velázquez, me invitó a tomar clases con el maestro Mora y, como decía antes, es a él a quien le debo la mayor parte de mi formación vocal. Sin olvidar a mi primera maestra importante, Cristina Barragán; ni a Teresa Rodríguez, Andrés Sarre y Alejandro Miyaki. Como coaches, ellos son los tres más importantes que he tenido en mi formación.

Además de SIVAM, tu formación ha tenido lugar en algunos estudios y talleres como el Taller de Ópera de Sinaloa, el Estudio de la Ópera de Bellas Artes y, en la actualidad, el Mexico Opera Studio. ¿Cómo visualizas estas etapas de aprendizaje y cómo encajan directamente en tu plan profesional? Te planteo la pregunta no sólo por el curioso camino que nos cuentas que debiste seguir en tu preparación vocal, sino también porque esos talleres y estudios te mantuvieron de manera constante en el escenario, en conciertos, galas y producciones operísticas.
Mira, de mi época de SIVAM destacaría el curso de jóvenes voces dramáticas de Dolora Zajick; el taller de Opera en el siglo XXI, en Canadá, además del Taller de Ópera de Sinaloa y el Estudio de Ópera de Bellas Artes. En el México Opera Studio solamente estuve un año, a finales de 2019 y principios de 2020. En lo que encajaban todos esos programas es en mantenerme activo, en lo que encontraba un agente o un nicho en Europa para continuar mi carrera ya de manera profesional.

Es decir, me dieron un terreno seguro para probar, equivocarme, volver a probar y entender el mecanismo de la voz. Fueron oportunidades para entender qué funciona en un teatro y qué no; qué se lee desde las butacas y qué es mejor evitar; cómo desarrollar una actitud eficaz en el trabajo y una metodología de estudio; también puedes descubrir cómo ser un buen colega y todo ello es preferible aprenderlo en un terreno seguro, educativo, para no golpearte con la pared cuando ya estás en plena carrera. Nada como aprender el oficio en donde se hace el oficio.

En concierto, bajo la batuta de Alejandro Miyaki

Referente a tu repertorio, cuéntame cómo lo has integrado. ¿Qué obras, géneros, papeles o compositores te interesa abordar y cómo acoplas esos deseos al ritmo de tu carrera y a las características de tu voz?
Realmente me siento bien en el repertorio que tiene línea; los Verdi tempranos, los Donizetti y Bellini. También me es cómodo el repertorio que tiene una línea y que va hacia el agudo; siempre lo he tenido, si bien no con la calidad que tengo hoy. Desde el cambio de chip (o mentalidad), todo ha sido crecer, creer y encontrar un disfrute que no tenía desde que comencé a cantar. Creo que todo esto la gente lo nota, tanto como yo lo disfruto. Doy gracias a Dios porque lágrimas y frustraciones me ha costado.

Puccini, lamentablemente, es en general un repertorio muy grande por el momento, aunque tal vez en un futuro me gustaría abordarlo. Pero voy con calma, no llevo prisa. Y hay roles que me fascinan y he cantado algunos sí de Puccini, como Gianni Schicchi o Marcello de La bohème; o Valentín del Faust de Gounod, el Conde de Le nozze di Figaro de Mozart, o el Germont del que hablábamos. 

Y un sueño cumplido de juventud fue el Figaro de Il barbiere di Siviglia de Rossini, aunque ahora ya me queda apretado ese guante. Para el segundo semestre de este 2022, vienen proyectos muy interesantes para mi carrera. En cuanto pueda hablar de ellos, me dará mucho gusto dárselos a conocer.

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