Mario Rojas: “Lo mejor está por venir”

Mario Rojas: La pandemia «terminó ayudándome a reconectar conmigo mismo, con mi familia y con mi canto». © Simón Pauly

La joven pero día a día más sólida trayectoria lírica del tenor Mario Rojas es un refrendo del alto nivel de calidad de las voces agudas mexicanas, que irrumpen con su talento, preparación y disciplina para nutrir incluso elencos internacionales en los teatros de mayor prestigio en el mundo.

Luego de actuaciones significativas en nuestro país, que incluyeron su debut en 2016 en el Teatro del Palacio de Bellas Artes, en el rol de Rodolfo de La bohème de Giacomo Puccini, Rojas se trasladó a Chicago para continuar su formación profesional y ahí llegarían nuevas oportunidades para desplegar sus cualidades artísticas.

La pandemia y la pausa obligada de actividades, desde luego, interrumpieron el ritmo ascendente de su carrera lírica, por lo que el cantante ha pasado meses en su natal Torreón, Coahuila, recalibrando su voz y en práctica de otras actividades como el ciclismo de ruta para mantener el equilibrio psicológico y el ánimo para el momento de regresar a los escenarios.

Lo cierto es que la reapertura paulatina de teatros y salas de concierto es una realidad cada vez más plausible y para el mes de noviembre (13, 18, 21, 26 y 28), Mario Rojas volverá a la Ópera Lirica de Chicago para presentarse en el papel de Arcadio en la ópera Florencia en el Amazonas del compositor Daniel Catán. 

En lo que será la primera producción que la compañía presenta cantada en español, el tenor mexicano compartirá créditos con Ana María Martínez (Florencia), Gabriella Reyes (Rosalba), Deborah Nansteel (Paula), Levi Hernández (Álvaro), Ethan Vincent (Riolobo) y Raymond Aceto (Capitán), todos bajo la dirección musical del maestro Jordan de Souza con la puesta en escena de Francesca Zambello.

Para conversar sobre este compromiso que reanuda su carrera profesional, del impacto de los meses pandémicos en el ámbito musical y del desarrollo mismo de su oficio lírico, Mario Rojas conversó, con amabilidad y entusiasmo, para los lectores de Pro Ópera. Aquí parte de la conversación.

‘Kuda, kuda’, aria de Lensky, Eugene Onegin de Piotr Illich Chaicovski, con la Camerata de Coahuila dirigida por el maestro Ramón Shade, 2018:

Mario, sin duda, tu carrera profesional tomó nuevos rumbos a partir de la temporada 2017-2018, con tu llegada a “The Patrick G. and Shirley W. Ryan Opera Center” de Chicago. Además de seguir tu preparación, vinieron covers y participaciones en algunas óperas y galas en la Ópera Lírica de Chicago. ¿Puedes contarme acerca de este periodo y cómo afianzó tus cimientos artísticos?
Es correcto: ese año cambió mi carrera por completo. Incluso diría que esa nueva etapa empezó en 2016, con mi audición en Bellas Artes para cantar Rodolfo y, poco después, ese mismo verano, con mi audición para el Ryan Center, que fue el día de mi cumpleaños. A veces la vida nos sorprende y, como dice Séneca: “Suerte es lo que sucede cuando la preparación y la oportunidad se encuentran…”

En mi tiempo en la Chicago Lyric Opera aprendí mucho. Trabajé con directores y cantantes a los que conocí después de haberlos admirado por mucho tiempo. De ellos aprendí no sólo en coachings, sino al colaborar mano a mano de manera cotidiana. Pero nada te enseña más que los momentos en los que llega la hora de poner tus habilidades a prueba.

Como Alfredo en La traviata, en la Lyric Opera of Chicago (LOC) © Todd Rosenberg

En una ocasión, mi querido amigo y colega, el tenor Giorgio Berrugi, sufría de un resfriado. Por la mañana, muy temprano, recibí la noticia de que probablemente tendría que cantar la función de La traviata de Giuseppe Verdi esa noche. En ese momento, el mundo se paró para mí; el enfoque se volvió Alfredo y todo pareció desaparecer. A eso del mediodía, llegó la confirmación de que cantaría el papel de Alfredo en la Chicago Lyric Opera, lo que era un auténtico sueño para mí. Toda mi vida y mi preparación me habían llevado a ese momento.

Quizá mi querido público no lo sabe, pero La traviata fue la primera ópera que vi en mi vida, el primer acercamiento que tuve con cantantes y la primera vez que le dije a un colega (Fernando de la Mora y Jesús Suaste ) que quería ser un cantante de ópera, que me aconsejaran qué debía hacer para lograrlo. Para mí, esa noche en Chicago tuvo un gran significado y fue mágico ver la respuesta del público asistente. Se trató de una noche que jamás olvidaré, y por la cual agradezco a toda la gente que hasta ese punto me había apoyado.

Si bien tu formación músico-vocal inició en México, se afianzó en Estados Unidos, tanto en San Francisco, como en Chicago. A partir de lo aprendido y del crecimiento que te ha brindado cada etapa, ¿qué diferencias técnicas o metodológicas destacarías entre uno y otro sitio?
Creo que es importante definir que, como cantantes, todos nuestros instrumentos son diferentes y que debes guiarte por lo que la voz naturalmente quiera hacer. Es ahí donde un buen maestro entra: la idea es guiar la voz naturalmente, sobre lo que ya tienes y de esa forma armar un instrumento.

Creo que esto es algo muy importante y que muchos cantantes jóvenes confunden, porque es muy común la noción de que hay sólo una técnica e incluso diferentes maestros se pelean por ello. Tuve muchísima suerte de encontrar a mi maestro César Ulloa en el Conservatorio de San Francisco, quien simplemente siguió el paso natural de mi voz, buscando las fortalezas y —también importante— mis debilidades. Con base en ellas, se armó un plan de trabajo vocal, musical y de repertorio.

Como Rodolfo con Maribel Salazar (Mimì) en La bohème en Bellas Artes, 2016 © Guillermo Granados/Notimex

Cabe recordar que llegaste a Chicago habiendo debutado ya en la Ciudad de México, en Bellas Artes, en la temporada 2016. ¿Cómo visualizas, en retrospectiva, aquel Rodolfo de La bohème de Giacomo Puccini que tuviste oportunidad de cantar? ¿Cuál fue su importancia en tu joven pero cada vez más sólida trayectoria?
Debo decir que, en mi locura, cuando empecé a cantar, yo siempre dije que iba a debutar esa ópera en Bellas Artes. El haber tenido la oportunidad no sólo de debutar profesionalmente en mi país, sino de hacerlo en el Palacio de Bellas Artes sigue significando muchísimo para mí. Fue una confirmación de que estaba haciendo las cosas bien con mi carrera, que se reconocía el esfuerzo y que todo el sacrificio había valido la pena. Pero de igual forma, todo este proceso me enseñó mucho, pues fue la primera audición en la cual yo ya sabía el repertorio de memoria. Pasé meses preparando la música, si no es que años enteros, pues desde mucho tiempo atrás yo viajaba a todos lados con mi partitura de La bohème.

Lo cierto es que dediqué meses a preparar la música; pasé innumerables horas repasando y estudiando la ópera con el maestro Enrique Patrón de Rueda, en Mazatlán, y después un mes trabajé la ópera con los colegas con quienes la cantaría en Oaxaca, con Rogelio Riojas, quien fue también mi acompañante durante la audición para Bellas Artes. Ya en San Francisco pulí el canto con mi maestro César Ulloa, quien incluso viajó y enmarcó para mí las entradas del estreno y el programa de mano. ¡Esa es a la gente que quieres y debes tener siempre en tu rincón!

‘Che gelida manina’, aria de Rodolfo, La bohème de Giacomo Puccini, con la Camerata de Coahuila dirigida por el maestro Ramón Shade, 2018:

En 2020, también participaste en la Gala Conmemorativa del Teatro Isauro Martínez, en Torreón, otro lugar significativo no sólo en tu carrera sino en tu vida. ¿Puedes hablarme de esa experiencia?
¡Sí! Tuve el honor de cantar en el 90 aniversario del Teatro Isauro Martínez, que para mí siempre ha sido muy importante, pues ahí fue donde por primera vez canté ante el público; donde incluso conocí a Teresa “La Beba” Rodríguez, a los 13 o 14 años de edad. Junto con mi madre, fuimos a buscarla a los camerinos después de un concierto de su Encuentro Operístico Artescénica para decirle que yo quería cantar.

‘Au fond du temple saint’ de Les pêcheurs de perles, con Plácido Domingo, 2019

Como Ruiz en Il trovatore, en la LOC

“La Beba” terminó siendo mi maestra durante mucho tiempo y es aquí donde debo decir que también le tengo mucho agradecimiento, pues fue ella quien me invitó a SIVAM para que yo pudiera conocer a César Ulloa. También ahí conocí a Renée Fleming, quien como consejera del Ryan Center y la Chicago Opera me invitó a hacer audición para el programa. No me puede faltar que ahí mismo, en ese escenario del Isauro Martínez, fue el ensayo que tuve junto al maestro Plácido Domingo, para el concierto que tuvimos en la Plaza Mayor de Torreón. Al final del día, todo me regresa a ese lugar mágico, donde empezaron y se confirmaron mis sueños.

Ya que menciono el 2020, es inevitable preguntarte cómo te ha tratado la pandemia, tanto en lo personal como en lo artístico. ¿Cómo te has mantenido en forma para estar listo ante el eventual y paulatino regreso de muchos teatros a sus actividades, si no pudiera decirse normales, sí al menos cotidianas?
Bueno, este tiempo ha sido muy difícil, especialmente desde la parte psicológica de un músico o de cualquier persona que se dedica al entretenimiento, pues en la mayoría de los países no se apoyó de ninguna manera a las artes. Esa incertidumbre al principio fue devastadora, pues vi cómo todo el trabajo que había soñado ya por años y por el cual había trabajado tanto por conseguir, simplemente se desvaneció frente a mis ojos.

Tenía nueve años sin estar en Torreón más de dos semanas, como ocurrió durante la pandemia. Esto al final terminó ayudándome a reconectar conmigo mismo, con mi familia y con mi canto. Y con las ansias no sólo de cantar, sino también de poder compartir mi música con la gente y el público que nos escucha, pues de igual manera entendí que al tener un talento es nuestro deber compartirlo con el mundo.

Fue también un año en el que redescubrí el ciclismo de ruta, una actividad que me enamoró por completo y que me ha devuelto esas ganas de niño de simplemente salir a explorar, de ser libre, o de conocer rincones del mundo que tal vez por ninguna otra razón habría llegado a ellos. Espero que si eso no se traduce en mi canto, por lo menos se traduzca en mi alma.

¿Podrías contarme, precisamente, cómo llega esta invitación de la Ópera Lírica de Chicago para cantar el rol de Arcadio en la ópera Florencia en el Amazonas del compositor Daniel Catán?
Esta invitación llegó en el verano del 2019, al comienzo de mi tercer año en el programa del Ryan Opera Center, en Chicago. Ya había cantado en mi primer año el dueto de esta ópera (que debo admitir es uno de los duetos más bellos que he cantado), en una gala junto con la soprano Ann Toomey, una colega del mismo programa. Así que creo que fue bastante orgánico el cómo se dio esta oportunidad. También había otra invitación para regresar a cantar la temporada pasada el rol de Beppe en Pagliacci, pero por la pandemia se tuvo que cancelar.

¿Cómo te has acercado a este papel, tanto en lo vocal como en lo histriónico? ¿Cómo lo concibes desde tu perspectiva artística? Y, de hecho, ¿cómo ha sido tu aproximación a la ópera en español de Daniel Catán?
Me parece un personaje muy cercano a mí en lo que se refiere a cómo habla, piensa y se expresa. Esas ganas de descubrir, de hacer algo más, de buscar más allá de sí mismo, de lo conocido o lo mundano, es también algo que comparto. Esa es la belleza y la magia de esta ópera que no sólo con las palabras del libreto, sino a través de la música, describe tan profundamente su carácter. Con solo oír la música sabes lo que lleva dentro el joven Arcadio: ese gran anhelo por vivir, por sentir, por amar y por hacer algo extraordinario. Decidí preparar la música con mi querido amigo Andrés Sarre. Hemos ya pasado horas y horas trabajando la música, diseccionando el personaje, sus pausas, sus silencios y su forma de cantar.

En ensayo con su coach, Andrés Sarre: un fragmento del aria de Arcadio en Florencia en el Amazonas, de Daniel Catán, 2021:
https://fb.watch/8xYa57yCpw/

Concierto «The Three Queens», con Sondra Radvanovsky, en la LOC

Desde tu esfera musical y operística, ¿cómo visualizas el interés por la cultura latina e hispana en el público lírico estadounidense? ¿Cuál consideras que es la relevancia de una producción como Florencia en el Amazonas en la cartelera de la Ópera Lírica de Chicago?
Nuestra cultura tiene tantos colores, sabores, melodías y sensaciones que es inevitablemente que al público le guste. Todo eso está traducido en su música. Ahí se encuentra nuestra pasión, nuestro fuego, nuestra lucha. Y el saber que nuestro compositor y su música es tan querida y respetada es algo muy bello, algo que me llena de orgullo y de lo que todos los mexicanos deberían estar al tanto. Todo el trabajo de Daniel Catán debería ser exhibido mucho más en nuestro país, pues es un verdadero tesoro nacional.

En este punto de tu carrera, ¿en qué momento vocal te encuentras? ¿Hacia dónde has pensado encaminar tu carrera, partiendo del repertorio que le conviene a tu voz y de los teatros que te interesa pisar?
Una de las mejores cosas que este confinamiento me dio fue la oportunidad de reconectar con mi voz y con mis ganas de cantar. De recalibrar mi voz, de poder realmente absorber todo lo aprendido durante mi estancia en Chicago. 

Tristemente, en este momento todo lo demás sigue por anunciarse, pero como decía Frank Sinatra: “The best is yet to come!

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