Mattia Olivieri: “Me gustan los desafíos”

[cmsmasters_row][cmsmasters_column data_width=»1/1″][cmsmasters_text]

“Nunca he tenido miedo de arriesgarme a todo en el escenario”

He estado oyendo a este joven barítono con alguna frecuencia últimamente, y espero poder seguir así porque creo que es una de las brisas más refrescantes que —al menos en la lírica— soplan desde ese peculiar bel paese que es Italia.

La entrevista se realizó en italiano, aunque el barítono habla perfecto castellano. Es una verdadera lástima que no se pueda transmitir sobre el papel esa voz tan timbrada y “alta” cuando habla. Importante e infrecuente, también, es muy generoso con su tiempo…

No parecía que usted en principio estaba destinado a hacer carrera en el mundo lírico. ¿Podría usted hacernos un breve resumen?

Prácticamente cantaba pop italiano en mis comienzos, y parecía más bien que haría una carrera en ese sector de la música. Pero luego se presentaron varios problemas: por ejemplo, los de tipo económico. Había que autoproducirse para grabar un single y, si las cosas no salían bien, uno no se encontraba nada en los bolsillos, y para una familia modesta como la mía eso era algo insostenible. Un responsable de una casa discográfica me habló muy claro y me sugirió que estudiara música para componer mis propias canciones, porque de ese modo las cosas serían más fáciles o en cualquier caso distintas.

Fue entonces cuando me decidí a entrar en el Conservatorio para estudiar canto y también para poder escribir canciones. Los dos primeros años fueron muy duros porque, aunque tenía las cualidades físicas y vocales necesarias para cantar, no dominaba aún la técnica de impostación. Así que fui a ver una representación de Il barbiere di Siviglia a la Scala. Yo no había visto nunca una ópera, pero allí mismo decidí que eso sería mi oficio, que eso era exactamente lo que quería hacer. Entendí de inmediato que en este ámbito todavía debía de existir la meritocracia, porque es evidente que en un teatro, ante dos mil personas, está uno con su voz, sin micrófono, como ocurre en el caso de la música ligera; se encuentra uno absolutamente al desnudo y, por lo mismo, en mi mente, sin tener la “justificación” de una ayuda de tipo tecnológico, era más fácil pensar en llegar a donde quería, solo con el trabajo y el estudio…

¿Y le gustó enseguida ese tipo de música?

No enseguida, para ser honesto, porque en el Conservatorio se comienza obviamente por arias antiguas y el método de Vaccai, que no me atraían. Naturalmente había escuchado orquestas, pero su sonido combinado con el de la voz para mí era algo completamente nuevo y resultó una conmoción (hay que decir, además, que Barbiere es una ópera bellísima y, como se trata de una ópera bufa y en el escenario hay que hacer mil cosas, fue la elección adecuada; si se hubiera tratado de una obra más “difícil” no sé si entonces me habría decidido). 

Me explico: hoy adoro la música de Wagner y uno de mis sueños es cantar Wolfram, pero ahora conozco los distintos lenguajes de la ópera y el enfoque es diferente; con la madurez se puede apreciar todo y estoy más que seguro de que este es el trabajo de mi vida.

Usted habló de “una familia modesta”. ¿Cómo llegó a la música? Creo haber leído en algún sitio que fue su madre la que lo dirigió hacia este arte.

En efecto, mi madre quiso que estudiara música porque ella hubiera querido tocar la guitarra y cantar, pero provenía de una familia campesina de las montañas y tuvo que empezar a trabajar desde pequeña. La pasión por la música viene de ella. Intentó hacer que mi hermano y yo estudiáramos todo tipo de instrumentos, pero allí no tuvo mucha suerte conmigo porque no me gustaba mucho tocar; en cambio, con el canto encontré mi camino. Debo agregar que también mi hermano es afinado y canta bien, pero él sentía más interés por los coches [Ríe.]; ahora es ingeniero mecánico.

Belcore en L’elisir d’amore

 

¿Y luego cómo siguió la aventura?

Por un tiempo continué en el Conservatorio de Boloña y luego decidí tomar lecciones con un maestro privado hasta que logré encontrar a mi actual maestro, Maurizio Leoni, también barítono y todavía activo como cantante. Algunas veces tengo el apoyo de otro maestro de Milán, Roberto Coviello, que es una persona exquisita que he encontrado gracias a mi agente, Luca Targetti. Si tengo que ensayar un papel nuevo es fundamental que exista el apoyo de un oído “de fuera”.

Y hablando de oídos, ¿descubrió usted de inmediato que la suya era una voz de barítono? Se lo pregunto porque muchos cantantes de renombre no siempre han conseguido identificar en un primer momento la especificidad de su voz.

Sí, claro. Todos me me dijeron siempre que era barítono. Muy claro en mis comienzos, lírico, “brillante”. Por supuesto que uno visita los teatros, se oyen muchas voces y se procura comprender con más exactitud, pero si tenía yo algo claro era que no tenía nada que ver con el registro de tenor. Mi tesitura me ha resultado siempre cómoda: sin forzar nunca en nada, ensayando mucho, haciendo pequeños progresos, también en el repertorio…

¿Nota usted que su voz ha cambiado desde sus comienzos?

Mucho. He asistido a dos academias: la de Boloña y el Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo en Valencia. Recuerdo que, en especial en la primera de ellas, los profesores —incluidos cantantes famosos que pasaban por ahí para dar clases magistrales— me decían, por ejemplo, que yo daba demasiado, porque cuando se empieza uno se siente quizás inseguro, con temor de que no se te oiga. Supongo que es un recorrido que nos toca a todos y hay que ver sobre uno mismo cuándo debes “quitarle” y cuándo en cambio debes “dar más”. Y solo se puede hacer en tu propia piel; te lo pueden decir, pero el que tiene que entenderlo en su interior eres tú. Estas no son cosas que encuentras de inmediato y hay que lograr tener conciencia de lo que se hace. Lo que oye uno, de todos modos, no es siempre lo que oyen los demás…

Dandini en La Cenerentola

¿A usted le gusta su voz de barítono?

Lo que es seguro es que no soy uno al que le gusta volver a escucharse, porque como soy muy detallista y perfeccionista, seguro que borraría todo. Uno estudia y se corrige. Cuando canto me gusta y me doy cuenta de que ahora puedo hacer algunas cosas en la forma en que deseo hacerlas. Los maestros a fin de cuentas somos nosotros mismos. Podemos cambiar desde adentro. He logrado mejorar mucho ya sea de forma personal, o con la pianista, y también con mi maestro. He conseguido cambiar y modificar cosas mías estudiando, ensayando y también escuchando a otros.

“Escuchando a otros”. ¿Cómo y a quién, por ejemplo?

Discos y sobre todo por internet, por YouTube, porque allí se ve bien cómo hacen, qué posición eligen, cómo resuelven cierto pasaje. También se puede aprender mucho con la imitación… Después tienes que encontrar tu forma, tu camino, pero por algún lado hay que empezar. 

Por lo general aprendo un rol y luego escucho cómo lo hacían diversos intérpretes. Lo hacía mucho cuando no estaba seguro de cómo había que hacer frente al registro agudo y tenía que trabajar mucho. En el Festival della Val d’Itria (Martina Franca), por ejemplo, me contrataron para cantar el ciclo de Mahler Das Knaben Wunderhorn, con una tesitura bien complicada que va del grave al agudo: ¡qué difícil es! En aquel entonces era poco más que un muchacho, con dos semanas para prepararme y técnicamente no era tan perfecto que digamos. Mi maestro estaba lejos y pensé de inmediato en inspirarme en Dietrich Fischer-Dieskau para tomar ideas para el fraseo; quería entender cómo resolvía él algunos problemas. Así que de esa forma logré encontrar agudos más libres por mi propia cuenta… detenía el video y repetía una y otra vez lo que veía y oía.

He leído que su deseo es que la enseñanza en los conservatorios de música cambie…

Cambiar en el sentido de que, para un cantante, una hora por semana es de veras muy poco. Yo adelanté mucho cuando empecé a estudiar tres veces por semana durante seis meses. Se trata de un canto que no es “natural”: hay una técnica de respiración especial, se trata de proyectar la voz; no es una canzonetta. 

Cuando tomamos clases todos juntos, tal vez alguno se queda a escuchar a los otros (yo era de los que lo hacían); depende de lo que se pretenda porque yo quería, por ejemplo, comprender cómo hacían los otros, ya que cada uno de nosotros es distinto. No es el caso de que cuando se estudia luego vayas a trabajar con un pianista para ejercitarte. Es dinero que se va y en ese momento eres un chico. Yo he procurado no pesar en la economía familiar. Trabajé e hice un poco de todo (hice cerámica, fui cartero, iba y venía todo el día de Boloña a Módena y viceversa con un furgón… Tuve que arreglármelas). Estoy contento de lo que he hecho porque así he podido saber qué significa el trabajo en general. Basta con pensar en el trabajo de un ceramista en verano, donde se suda a lo loco y se respira polvo. 

Todo sirve para hacerte comprender cómo es la vida: no existe solo el canto. Tengo suerte de tener esta profesión, pero hay que acordarse de los otros. Quizás estas experiencias me han sido útiles para profundizar en el canto; en la ópera hay muchos personajes normales: no se encarna siempre a un rey de Castilla (a esto llegas con la ayuda del director de escena y con tu imaginación). En teoría, para mí tendría que ser más fácil interpretar a un campesino, ya que viví diez años en el campo y me tocaba atender a los animales. [Ríe.] Representar en la escena a un personaje depende sobre todo de la sensibilidad de cada uno de nosotros, que tiene su particular idea de la interpretación de ese rol. 

Por ejemplo, en un año he trabajado en tres producciones de La favorite, de Donizetti; en dos de ellas había dos repartos, y por tanto dos reyes de Castilla. Es muy interesante ver cómo un intérprete ve su personaje: para mí, Alphonse es alguien profundamente enamorado aunque siempre mantiene su orgullo real, su pertenencia a una clase superior (pienso en la escena del tercer acto, en la que entrega la mujer que ama a su rival); o sea, un rey romántico, en este caso. Para los otros intérpretes era fundamentalmente una persona severa, seria. Yo lo sentía profundamente melancólico, obligado por sus deberes.

El protagonista en Don Giovanni

¿Tiene usted una voz de barítono como referencia, en general o para un papel en particular?

Muchas. Una que admiro particularmente es la de Piero Cappuccilli, por la elegancia de su línea de canto y su dominio de la técnica; además, nunca es vulgar. Ese es mi camino a seguir; es el modo de cantar que me gusta. Uno escucha atentamente su grabación del Conde de Luna y puede deprimirse porque allí todo parece fácil mientras que ‘Il balen’ es un aria terrorífica si se canta como Verdi la escribió, con todas esas medias voces. Hay que tener pulmones de acero, y en el canto de Cappuccilli no se advierte jamás el esfuerzo; todo parece natural. También me gusta muchísimo el terciopelo de Bruson cuando canta Macbeth y otros grandes roles de Verdi o Donizetti.

Usted ha hecho su carrera aún en el “viejo modo” de empezar con personajes menores en teatros menores durante algunos años, antes de llegar a partes importantes en salas de primerísimo nivel. ¿También considera que es el camino justo aunque ahora parezca para usted una etapa definitivamente superada?

A mí me ha servido muchísimo. Si hoy me siento “astuto” en escena —y me lo dicen también otros— es por toda la experiencia acumulada, con papeles como el Barón Douphol de La traviata. Además, con papeles pequeños puedes cantar junto a artistas importantes, algo que también es una oportunidad y un placer. Y de un pequeño papel preparado a toda prisa para salvar una situación urgente puede llegar uno más importante, porque los teatros por lo general recuerdan a quien les ha hecho un favor.

Lo que significa que es usted rápido en el aprendizaje de un papel.

Diría que tengo la ventaja de ser más bien rápido y sin duda se trata de un “plus”. Lo mismo con las palabras: jamás he tenido problemas para memorizar un rol, lo cual es muy extraño, porque en mi vida “normal” no recuerdo nada… [Ríe.] Cuando estudio un papel es difícil que lo olvide, incluso si pasa mucho tiempo: me pasó exactamente esto con el Silvio que ahora estoy cantando por primera vez, pero que había estudiado hace cinco o seis años (y que luego no pude cantar porque tuve que hacer mi debut en Don Giovanni). En el primer ensayo de Pagliacci con el pianista recordé prácticamente todo.

Cuando prepara un papel nuevo, sea con prisas o no, ¿cómo lo hace? ¿Qué es lo primero o lo más importante para usted?

Ahora que tengo una cultura más amplia y sé más o menos cómo es el personaje, las cosas han cambiado un poco. Hace tiempo estudiaba primero lo que me decía el pianista o el maestro porque me conocían bien o tal vez mejor que yo mismo. Confiaba, como confío siempre casi ciegamente, en tres o cuatro personas, entre las cuales está mi agente. No escucho ninguna grabación hasta que no he aprendido de memoria mi parte. Después, a veces sí, para encontrar otras ideas o soluciones. Al mismo tiempo pienso en la situación escénica porque me ayuda a encontrar colores. Quizá luego el director de escena o el de orquesta me pidan cosas diversas de las que propongo yo, pero está bien, porque tenemos que estar preparados a modificar cosas, a ser versátiles, a estar abiertos y cambiar en un momento; esto es lo que encuentro fascinante de nuestro oficio, pero siempre con nuestra sensibilidad, como decía antes. Eso es siempre lo primero y fundamental.

Pero puede ocurrir que alguien le pida cosas que para usted no se encuentran en ese papel, en la música o que simplemente considera que no puede hacer…

Yo parto del supuesto de que no hay nada que no se pueda hacer, por lo que intento hacerlo todo desde el punto de vista teatral, pero también desde el musical. Si luego no lo consigo, planteo el problema, porque evidentemente hay que encontrar un equilibrio, un compromiso, un camino intermedio, por el bien del espectáculo. Pero trato de hacerlo todo porque soy un poco testarudo y me gusta hacer algo en lo que no había pensado hasta entonces y que no está entre mis posibilidades habituales. 

Me gustan los desafíos: tomemos el caso de Dandini, un rol que hace siete años no quería en absoluto cantar porque me preocupaban las agilidades. Hace dos años se produjo un cambio en mi modo de ver y me dije que, antes de decir “no”, hay que hacer la prueba. Es posible que luego se piense que ese papel no es para mí, pero eso no me ha ocurrido con Dandini, que era como un enorme escollo, una pared ante mí. Tal vez no se me recuerde como el mejor de los Dandinis, pero lo hago lo mejor que puedo, estoy contento con el resultado y debo decir que he tenido también críticas muy positivas…

¿Se siente usted más cómodo en un tipo de repertorio, de algún compositor concreto?

Me gusta de todo; tal vez es mi voz que lo permite. Tomemos por ejemplo el canto de cámara. Para mí no es una cosa marginal, aunque objetivamente hago mucho más ópera. Me pasó también en Boloña: tenía que aprender Lieder, o cuando venía un especialista para dar una clase magistral había que preparar algo.

Recuerdo que en Valencia, cuando llegó el conocido especialista Roger Vignoles (gran pianista) y me acompañó en Ravel, Schumann y Schubert, quedó muy satisfecho. Pero la verdad es que cuando él puso las manos sobre el piano mi canto cambió. Tiene que existir una buena alquimia entre el cantante y el pianista acompañante. Tal vez eso sea más difícil que cantar ópera. Estás desnudo, no hay escenario, no hay una orquesta que cubra alguna imperfección grande o pequeña y entonces quizá se mira menos el detalle. Dicho esto, sin embargo, en estos momentos mi carrera es fundamentalmente operística.

Me parece ver cada vez menos cantantes italianos fuera de Italia o de Europa, y en particular en el mundo anglosajón. ¿Me equivoco?

No sabría decirlo, de veras. Por ejemplo, no he cantado aún en París, Viena o Berlín, en tanto que sí lo he hecho en España (Valencia y Barcelona), Italia (Milán, Florencia —dos teatros a los que vuelvo a menudo— entre otros), Múnich, Amsterdam y en Sudamérica solamente Brasil. Próximamente debutaré en Bruselas, Londres y Houston, en Norteamérica. 

¿Qué prevé sobre el desarrollo futuro de su carrera? Estilos, autores, épocas, escuelas…

No me pongo límites en cuanto a lenguas, por ejemplo. Incluso se puede aprender a cantar por fonética, sin hablar el idioma, como hacen también otros colegas con los idiomas que se consideran difíciles para un italiano nativo, como el alemán o el ruso. 

Por otro lado, no hay nada de lo que ya he hecho que no quisiera volver a hacer. Me gustaría tener siempre Mozart en mi repertorio. Dentro de unos años, por supuesto, Guglielmo ya no me irá demasiado bien, pero Don Giovanni y el Conde de Le nozze di Figaro podré cantarlos siempre. En cualquier caso me parece que hoy somos muchísimos y que el nivel ha subido, porque si antes estaban los divos, las estrellas, el salto cualitativo respecto de los otros cantantes es importante. Ahora creo que, considerado en su conjunto, hay un mayor número de buenos cantantes…

Malatesta en Don Pasquale, con Ambrosio Maestri

Alguna vez ha hablado también de papeles para los que no se piensa espontáneamente en cantantes “mediterráneos’’…

Absolutamente cierto. Me gustaría muchísimo, por ejemplo, interpretar Billy Budd, una ópera y un personaje bellísimos. Adoro a Britten, aunque es muy difícil. También me gusta Peter Grimes, a pesar de que Balstrode no es un personaje tan importante. Y uno de mis sueños sería cantar al protagonista de Eugenio Oneguin

¿Repertorio francés?

Zurga en Les pêcheurs de perles, Valentin en Faust… Hay tantísimas obras en francés… Además, me gusta realmente mucho como lengua en sí, y creo que ayuda a cantar. No sé, son cosas que se dan espontáneamente, incluso si no eres un hablante nativo; lo que es seguro es que hay que partir de una base de estudio sólida, pero no es solo el estudio lo que hace que me resulte fácil: los papeles franceses son más naturales para mi garganta que los de otros idiomas. Tengo amigas francesas que me preguntan cómo hago para ligar los sonidos a veces mejor que un francés nativo.

¿Y Offenbach? Usted ya cantó algo de él en el pasado reciente. A mí me parecería un acierto hacer una reposición (o estreno, o exhumación, depende de dónde se haga) de Madame Favart, una obra importante entre las últimas, con dos cantantes italianos que hacen muy bien el repertorio francés, como Veronica Simeoni y usted.

Es bueno no quedarse con un solo autor o un solo periodo. En tal sentido, por mi forma de ser, insisto en que me gusta hacer de todo y me siento totalmente abierto a todo tipo de repertorio. Dicho esto, aclaro que no se puede hacer todo y, por otra parte, hay papeles que a uno le llegan por casualidad.

¿Piensa siempre que “querer es poder”?

Absolutamente sí. Es uno de mis mantras. Estoy convencido de que, si quieres hacer algo, lo lograrás con trabajo y estudio.

Se lo pregunto porque, para un barítono —italiano o no— Verdi es un objetivo importante.

Claro que sí. Lo tengo entre mis proyectos. Ya canto Ford en Falstaff, aunque sea un modo de cantar un poco distinto del Verdi digamos “clásico”. Evidentemente se trata de un punto de llegada y estoy pensando mucho en eso; algo llegará, probablemente no demasiado lejos en el tiempo… Gracias a La favorite, en particular, he comprendido que la voz va en esa dirección, porque no se trata de poder cantar o no un papel verdiano, sino de hacerlo con comodidad, de sentir que la voz corre libre…

Su voz ha evolucionado aunque todavía sea sobre todo la de un barítono brillante, noble…

La primera de mis Favorite fue algo así como un punto de inflexión. Aunque tenía ya un contrato para Barcelona, tuve que estudiar Alphonse en ocho días para Florencia y pasar de inmediato a los ensayos; realmente no me esperaba que las cosas marcharan tan bien. Se trata de uno de esos papeles que tomas, estudias, lo dejas reposar durante años y luego vuelves sobre él una y otra vez… 

En cambio, con Dandini, que normalmente no me es connatural, comencé más de un año antes, y no quedaba más remedio, porque de otra forma no habría podido con él. Con Donizetti me ocurrió lo contrario… Para el Conde de Luna espero estar listo en un par de años. Ya he estudiado prácticamente todo el papel y cuando termino de estudiar siento la voz en la máscara, bien alta, y resuena más que cuando entré para el ensayo, porque creo, justamente, que va en esa dirección…

¿Y para el Don Carlos de Ernani?

Yo no siento temor por los agudos, no me causan graves problemas. En todo caso me preocupan algunas notas graves. Ese La del pasaje en I puritani, por ejemplo. No será difícil, pero para mí se ha convertido en una obsesión. Bellini, lamentablemente, no se ha cruzado aún en mi camino, aparte de algunos fragmentos en concierto. (Estaba feliz de debutar la parte de Filippo Maria Visconti en Beatrice di Tenda, pero por desgracia se canceló el título). 

El año pasado canté en Japón el dúo de I puritani con el bajo y me encontré bien. El aria hace ya unos cuantos años la encontraba difícil, pero es cierto que se madura y las cosas de entonces ahora resultan más fáciles, y en cualquier caso se presentan de otro modo: en el momento de mi debut tenía 23 años, ahora tengo 35.

Creo que Verdi será una consecuencia natural de mi recorrido. También para Rodrigo de Don Carlos (acabo de volver de Amberes donde vi una representación de la versión francesa) me parece estar bastante preparado.

Usted es muy “suelto” en el escenario. ¿Ha asistido a cursos de teatro o cómo lo ha conseguido?

Cuando tenía tiempo libre (ya no es el caso) iba con frecuencia a espectáculos teatrales como espectador. Fuera de algún pequeño curso, lo que soy y hago en escena es fruto de mi trabajo con los directores teatrales, aunque cuando era más joven se me daba mucho lo exuberante en el escenario: ponía demasiado de mi parte. Pero a los directores les gusta eso, porque de lo demasiado se puede quitar; en cambio, si se trata de lo contrario… 

Además, nunca he tenido miedo de arriesgarme a todo en el escenario; en concreto durante los ensayos se puede exagerar para luego pulir y llegar al personaje; hay que procurar ver el efecto de un gesto, de un movimiento, de una broma…

Recuerdo un Malatesta extremadamente hiperactivo que hizo en la Scala…

Totalmente hiperactivo porque Davide Livermore, el director de escena, lo veía como el “factótum”, una especie de Marcello Mastroianni que hacía una cosa mientras pensaba en otras mil. Yo soy de los que aman este tipo de producciones porque no me gusta ser pasivo en escena, quedarme quieto allí y cantar. Tal vez luego haga otro Malatesta exactamente contrario, porque dependerá de la visión del director, y para mí eso es muy interesante. 

Alphonse XI en La favorite

Y cuando le dicen que tiene que parecerse a Mastroianni, ¿usted va a ver alguna de las películas del gran actor?

Sí, porque, entre otras cosas, puedo ver una película y no recordarla en absoluto hasta que comienza, y luego sí, casi escena por escena (hablo de comedia italiana). Ya le comenté de mi escasa memoria en la vida cotidiana. Soy así: Géminis es un signo con bastante aire, y además me siento mucho más joven que la edad que tengo. En tiempos de Verdi un Germont padre podía tener entre 35 y 40 años, pero en mi cabeza me falta todavía mucho para interpretar ese papel: no me siento padre y probablemente haría un Germont demasiado “juvenil”. Pese a que este sea tal vez el papel más cómodo entre los más conocidos de Verdi, creo que debo esperar a hacerlo; lo hice en Parma, el rol íntegro, con los chicos de la Academia, a piano… Con las notas no tuve problemas: las tenía todas, pero me faltaba la madurez del personaje.

¿Y de los papeles de “malos” para barítono?

Adoro esa clase de personajes, pero aún no me ha tocado hacerlos. Espere… tal vez Don Giovanni, pero no lo considero “malo”; en mi concepción, el asesinato del Comendador se ha producido fatalmente, porque tiene que sobrevivir. Pero no veo la hora de hacer un personaje realmente “malo” (Scarpia, por ejemplo, pero también debo esperar).

¿Y en su tiempo libre? Aunque ya me dijo que no le queda mucho a disposición?

Por desgracia no, con esta profesión… Pero como me paso la vida viajando y visito ciudades espléndidas, el solo hecho de dar un paseo por una de ellas es algo muy bello; visito los museos, veo las exposiciones, lo que sea… Por ejemplo, aquí en Amsterdam he podido ir dos veces a los conciertos en el Concertgebouw. 

¿Cómo ve su agenda futura?

Muy llena… Muchos papeles nuevos y, por tanto, ensayos más cansados mentalmente, porque es muy distinto retomar un personaje que ya conoces y ya has cantando, aunque cambie todo.

[/cmsmasters_text][cmsmasters_text]

 

[/cmsmasters_text][/cmsmasters_column][/cmsmasters_row][cmsmasters_row data_width=»boxed» data_padding_left=»3″ data_padding_right=»3″ data_top_style=»default» data_bot_style=»default» data_color=»default» data_bg_position=»top center» data_bg_repeat=»no-repeat» data_bg_attachment=»scroll» data_bg_size=»cover» data_bg_parallax_ratio=»0.5″ data_padding_top=»0″ data_padding_bottom=»50″ data_padding_top_large=»0″ data_padding_bottom_large=»0″ data_padding_top_laptop=»0″ data_padding_bottom_laptop=»0″ data_padding_top_tablet=»0″ data_padding_bottom_tablet=»0″ data_padding_top_mobile_h=»0″ data_padding_bottom_mobile_h=»0″ data_padding_top_mobile_v=»0″ data_padding_bottom_mobile_v=»0″ data_shortcode_id=»kv4ui991cp»][cmsmasters_column data_width=»1/1″ data_bg_position=»top center» data_bg_repeat=»no-repeat» data_bg_attachment=»scroll» data_bg_size=»cover» data_border_style=»default» data_animation_delay=»0″ data_shortcode_id=»tugturwzs6″][cmsmasters_gallery layout=»hover» gallery_type=»grid» gallery_padding=»10″ image_size_slider=»full» image_size_gallery=»full» hover_pause=»5″ slider_effect=»slide» slider_autoplay=»true» slider_slideshow_speed=»7″ slider_animation_speed=»600″ slider_pause_on_hover=»true» slider_rewind=»true» slider_rewind_speed=»1000″ slider_nav_control=»true» gallery_columns=»4″ gallery_links=»lightbox» animation_delay=»0″ shortcode_id=»fu2102gg6″][/cmsmasters_gallery][/cmsmasters_column][/cmsmasters_row]

Compartir: