Norah Amsellem: El arte de producir un buen sonido

«Con la grabación del DVD de La traviata en el Teatro Real de Madrid, ganamos un premio Gramophone»

La soprano francesa Norah Amsellem es reconocida por su amplia trayectoria sobre los escenarios que la ha llevado a presentarse en teatros emblemáticos de Europa como la Opéra de Paris, la Scala, el Real de Madrid, la Deutsche Oper Berlin, la Royal Opera House de Londres, la Wiener Staatsoper, entre otros, sin olvidar su estrecha relación con el Metropolitan Opera de Nueva York, donde ingresó siendo muy joven al programa de jóvenes artistas del teatro, hasta llegar a interpretar papeles estelares. 

Norah posee un amplio repertorio pero es muy reconocida por su interpretación de Manon de Massenet y Violetta en La traviata de Verdi, en la que participó en la producción de Pier Luigi Pizzi llevada a cabo en el Teatro Real de Madrid, que fue transmitida por televisión española y posteriormente editada en una grabación comercial. 

En esta entrevista que amablemente me concedió, Norah Amsellem habla sobre su carrera, su manera de entender el canto y sobre su nueva actividad, la enseñanza, que alterna con sus representaciones en vivo.

‘Toi! Vous! Oui, c’est moi, moi!… N’est-ce plus ma main?’, Manon

¿Podrías contarnos sobre tus primeros recuerdos musicales?
Mi primer recuerdo musical fue cantando canciones irlandesas con mi madre, quien me acompañaba con el arpa. Aunque ella no era un músico profesional, mis padres tocaban la guitarra, y mi madre además el arpa y el piano, y ambos cantaban por gusto ocasionalmente en bares durante su juventud. Yo cantaba frecuentemente con mi madre y después me dediqué a tocar el arpa y así continué hasta los 16 años. Posteriormente, estudié en el Conservatorio. 

¿Cómo comenzó tu carrera como cantante?
Comencé cuando era tan solo una niña e ingresé a la Maitrise de Radio France, que es un coro profesional de niños. Tenía entonces ocho años. Cantaba con frecuencia pequeñas partes de solista y tuve la oportunidad de ser elegida para hacer la voz de María Callas en una película. Participé también en el coro de niños en aquella producción de Carmen con Plácido Domingo y Julia Migenes-Johnson y en La bohème con José Carreras y Barbara Hendricks.

¿Cómo y dónde fue tu debut escénico como cantante profesional?
Mi debut profesional fue en el Met de Nueva York como la suma sacerdotisa en Aida de Verdi. 

Elvira en I puritani en Seattle

¿Qué dirías que le aportó a tu carrera profesional la cercana relación que has tenido con el Met, donde ingresaste primero al programa de jóvenes cantantes (Lindemann Young Artists Development Program) y donde después interpretaste muchos papeles importantes en ese escenario?
Fui aceptada en ese programa después de haber ganado la competencia del Met a los 19 años. El haber sido parte de ese programa fue una experiencia increíble porque pudimos estar en los ensayos y en el escenario con las estrellas de la ópera del momento. Pude verlos trabajar, cantar cerca de ellos y asistir a clases magistrales y sesiones de trabajo con muchos de ellos. 

Por ejemplo, puedo decirte que trabajé durante esos años, como también después, para preparar papeles con Renata Scotto. Aquellos años formativos fueron esenciales para ver y presenciar cómo funciona este mundo musical y qué se requiere para ser un cantante, actor y músico. Pude cantar muchas veces en el Met con colegas que fueron mis compañeros en la época del programa de jóvenes artistas, entre ellos: John Osborn, Michelle De Young, Christine Goerke o Stephanie Blythe, entre otros. Siempre fue una grata experiencia el poder volver al teatro donde me había formado y donde había debutado. Era como volver a casa.

¿Cuáles han sido los momentos más importantes de tu profesión como soprano?
Hubo varios momentos importantes en mi carrera que cambiaron la trayectoria de mi vida como cantante. La primera fue mudarme de Francia a Estados Unidos para ingresar en la Universidad de Princeton. Tuve la fortuna de contar con unos padres que me permitieron asistir a la universidad en Estados Unidos con tanto solo 17 años, lo que era en realidad un riesgo, ya que nunca hay garantía o certeza en la vida de un músico. Esto me permitió participar en muchos concursos en Estados Unidos.

El segundo punto más alto de mi carrera fue haber podido inaugurar la temporada del Met a los 20 años cantando al lado de Plácido Domingo, con la presencia del presidente Bill Clinton como espectador en el teatro. Consideré un gran honor que el Met haya confiado en mí tan joven para debutar el papel de Micaëla. 

El tercero, te diría que fue la grabación del DVD de La traviata en el Teatro Real de Madrid, con el que ganamos un premio Gramophone. Es grato pensar que el papel que estimo tanto quedó inmortalizado en un DVD. 

‘Addio del passato’, La Traviata

Violetta en La traviata en Madrid

¿Y cuáles fueron los retos más grandes que tuviste que afrontar?
He cantado cerca de 30 años y debo decir que el mundo de la ópera ha cambiado mucho debido en parte a la televisión, los DVD, así como por otros medios. La apariencia del cantante ahora se toma mucho más en cuenta que hace 30 años. Yo personalmente no he sufrido a causa de esta nueva tendencia, pero conozco cantantes que hubieran hecho carreras maravillosas en el pasado, pero que hoy en día no pueden ir más allá de un cierto punto debido a su apariencia. Pienso que la apariencia cuenta, pero no debería ser el único criterio. La voz y la música deben permanecer como la parte más importante en un balance de toma de decisiones.

Entre el vasto repertorio que has cantado a lo largo de los años, La traviata y Manon sobresalen como los dos mas icónicos de tu repertorio. Después de haber cantado tantas veces estas óperas, ¿qué descubriste desde el punto de vista musical y escénico que te atrajo a ambos personajes?
Es verdad que estos dos roles son mis favoritos para cantar e interpretar como actriz y cantante. Ambas tienen un punto en común y es que tienen un extenso crecimiento y cambio desde el inicio hasta el fin de la cada obra. La paleta de colores como actriz es muy rica, ya que las dos tienen una intensa diversidad emocional. Con ellas es siempre importante ser capaz de relacionarse con el personaje de una manera profunda. La superficialidad no funciona en estos papeles tan complejos como para poder tocar el alma, que es, desde mi punto de vista, el punto al que debe llegar cada artista.

¿Cuáles son los compositores que te dan mayor satisfacción al cantar sus obras?
Siempre disfruto cantar a Verdi, porque mantiene la voz saludable. Me gusta mucho y disfruto cantar Desdemona en Otello, Amelia en Un ballo in maschera, pero también Nedda en Pagliacci de Leoncavallo y Suor Angelica de Puccini. 

¿Qué papeles aun no has cantado que te gustaría?
Me encantaría interpretar Tosca, de la cual solo he cantado duetos y el aria muchas veces en conciertos con orquestas, y también Anna Bolena, pero lo que absolutamente me encantaría cantar seria Thaïs, que considero es perfecta para mi voz. Quizás más adelante Aida, de un modo más lírico.

‘Vissi d’arte’, Tosca

Liù en Turandot en Barcelona ©

¿Cómo se ha desarrollado tu voz? ¿Cómo la mantienes en buenas condiciones?
He tratado de que mi voz se mantenga tan saludable como sea posible, no cayendo a la tentación de cantar ciertos papeles en mi carrera cuando todavía no era el momento adecuado. Mi voz cambió de manera gradual con el nacimiento de mi hijo: se hizo más profunda y rica. Hoy en día tomo lecciones de canto con mi maestra en Nueva York porque es algo esencial, para no siempre depender del oído o de los instintos propios.

¿Quién te dejó alguna enseñanza o consejo que siempre tomas en cuenta?

Hubo un director de orquesta con el que disfruté trabajar y con quien hice muchas óperas y conciertos. Su manera de hacer música y su sentido del fraseo permanecerán siempre cercanos a mi corazón. Ese director fue Georges Prêtre. Nunca se expresó, digamos, de la manera mas política, pero al final su ejecución y energía lo dejaba a uno simplemente subyugado. Siempre me decía que debía ir hasta el final de la frase, mantenerme en la palabra y sentir el pulso.

Recientemente has comenzado a alternar el canto con la enseñanza. Como profesora, ¿aplicas la misma pedagogía con la que te enseñaron a ti o las cosas han cambiado? 

Enseñar a cantar es algo que se dio de manera natural y que disfruto completamente. He tenido muchas experiencias y retroalimentación que incorporo a mi enseñanza. Tuve muchas clases magistrales con cantantes famosas como Renata Scotto, Graziella Sciutti, Diana Soviero y Ghena Dimitrova, cuando fue mi Turandot en el Met, por mencionar algunas. 

Siempre les pregunté a las cantantes con las que alterné sobre el arte de producir un buen sonido, que es algo que siempre me ha interesado. La técnica vocal siempre ocurre dentro del cuerpo, y no se puede tocar como lo hace un instrumentista, así que es algo muy personal y que cada uno experimenta de diferente manera. Es por ello que no existe una buena o una mala técnica, y no se le puede enseñar a todo el mundo de la misma manera, ya que cada uno posee diferentes cuerdas vocales y cuerpos. Yo por mi parte, pongo toda mi experiencia y todo lo que mi maestra Lorraine Nubar me ha enseñado durante los años.

¿Qué cualidades piensas que debe tener un maestro de canto y qué es lo que se le debe transmitir al estudiante?
Creo que ser maestra durante la carrera es un plus para la enseñanza, ya que uno tiene una mejor idea de lo que un estudiante puede preguntar. Pero lo mas importante es tener un oído impecable y ser capaz de identificar un problema y proponer soluciones que sean específicas para el estudiante que esta frente a uno. Ese es un reto que me encanta asumir.

Mimì en La bohème en Madrid

Gilda en Rigoletto en Palermo

Por otra parte, ¿qué diferencias observas entre un cantante que comienza una carrera hoy, en relación a cuando tú comenzaste la tuya?
Bueno, pienso que estos tiempos de Covid han puesto limitaciones en los jóvenes que hoy están empezando su carrera. Creo que la cantidad de cantantes que hay en la actualidad es más numerosa y la competencia quizás cruza más fronteras. Es por eso que la musicalidad es esencial para un artista joven de hoy. Hay demasiadas voces bonitas, pero verdaderos músicos y artistas que tienen ese algo más, y que son capaces de tocar el alma, son algo raro.

¿Qué es lo que más has amado de tu trabajo, y si pudieras qué es lo que cambiarías?
Lo que adoro más de este trabajo es el haber estado expuesta a tantas y tan diferentes personalidades, músicos y artistas, lo cual fue algo muy enriquecedor; como también el haber podido viajar por todo el mundo haciendo algo que me encanta hacer. 

Lo que cambiaria es quizás la inmensa presión que se le pone a las mujeres cuando deciden tener un hijo. Las cantantes deben poder tener hijos sin tener que soportar la negativa presión de diversas personas en este ambiente musical. 

¿Cómo te imaginas que la industria de la opera debería estar estructurada para que fuera mejor para la gente que allí trabaja y que a esto se dedica?
Creo que una cantidad razonable de ensayos sería bueno para los cantantes. Eso es por lo que disfruté las innumerables experiencias que tuve en Viena, Múnich y Berlín, donde con frecuencia solo tenía un día de ensayos antes de la función, o donde también me encontraba con el director de orquesta media hora antes del espectáculo para hablar de la respiración en arias importantes. Es estimulante y lo hace a uno tener los pies sobre la tierra, y definitivamente puede ser muy emocionante. Así que lo mínimo sería agradable. 

Sin embargo, cuando uno va a ciertos lugares donde los ensayos duran seis semanas, eso también echa un poco a perder el propósito de los ensayos, ya que al ser demasiadas repeticiones y uno no está en modo creativo y hay sobrecarga de trabajo, esto puede ser en detrimento de la producción. Pienso que también llevar la ópera a los cines populariza el espectáculo, dándole posibilidad a gente que no tiene cerca un teatro de experimentar la ópera de cerca. ¡Aunque nada reemplazará la sensación de estar en una sala escuchándola en vivo!

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