Gustavo Dudamel en México

[cmsmasters_row data_shortcode_id=»3u0tgewo2o» data_width=»boxed» data_padding_left=»3″ data_padding_right=»3″ data_top_style=»default» data_bot_style=»default» data_color=»default» data_bg_position=»top center» data_bg_repeat=»no-repeat» data_bg_attachment=»scroll» data_bg_size=»cover» data_bg_parallax_ratio=»0.5″ data_padding_top=»0″ data_padding_bottom=»50″ data_padding_top_large=»0″ data_padding_bottom_large=»0″ data_padding_top_laptop=»0″ data_padding_bottom_laptop=»0″ data_padding_top_tablet=»0″ data_padding_bottom_tablet=»0″ data_padding_top_mobile_h=»0″ data_padding_bottom_mobile_h=»0″ data_padding_top_mobile_v=»0″ data_padding_bottom_mobile_v=»0″][cmsmasters_column data_width=»1/1″ data_shortcode_id=»14elux1qvr» data_bg_position=»top center» data_bg_repeat=»no-repeat» data_bg_attachment=»scroll» data_bg_size=»cover» data_border_style=»default» data_animation_delay=»0″][cmsmasters_image shortcode_id=»wcrtdzwwi7″ align=»none» caption=»Gustavo Dudamel y la LA Phil» animation_delay=»0″]18553|http://54.37.154.135/wp-content/uploads/2019/12/LA-Phil-Gustavo-Dudamel-300×168.jpg|medium[/cmsmasters_image][/cmsmasters_column][/cmsmasters_row][cmsmasters_row][cmsmasters_column data_width=»1/1″][cmsmasters_text]

La Orquesta Filarmónica de Los Ángeles, bajo la dirección artística y musical de Gustavo Dudamel desde hace una década, finalizó en la Ciudad de México una gira mundial emprendida por el centenario de su fundación.

Lo hizo al ofrecer tres conciertos con programa distinto los pasados 12, 13 y 14 de noviembre; los dos primeros en el Palacio de Bellas Artes y el último en el Auditorio Nacional. La expectativa por escuchar a la agrupación californiana, considerada una de las más frescas y solventes de los Estados Unidos y presenciar de cerca el trabajo del afamado director venezolano creó gran revuelo en la comunidad musical capitalina —desde luego, no sólo en ella— y las tres presentaciones contaron con lleno total.

El programa del martes 12 estuvo integrado por Sustain de Andrew Norman y la Sinfonía número 4 en Si bemol mayor, “Romántica” de Anton Bruckner; el del miércoles 13 por TéenekInvenciones del territorio de la compositora mexicana Gabriela Ortiz, Must the Devil Have All the Good Tunes? de John Adams, con la intervención solista de la pianista china Yuja Wang y La consagración de la primavera de Ígor Stravinski; mientras que la noche del 14 se abordó Guasamacabra de Paul Desenne, la Fuga con pajarillo de la Suite para cuerdas de Aldemaro Romero, el Huapango de José Pablo Moncayo y diversos pasajes musicales escritos por John Williams para el cine (además de la Fanfarria y Tema olímpico): Harry Potter y la piedra filosofal; Harry Potter y la cámara de los secretos, Parque Jurásico, E. T. El extraterrestre y Star Wars: Una nueva esperanza.

La solvencia de LA Phil no sólo quedó de manifiesto, sino que fue ampliamente rebasada y la calidad de los metales, las cuerdas, las percusiones, fue el punto de partida para ejecuciones modélicas en muchos sentidos. La imagen sonora joven —no entendida como inexperta, sino más bien como viva, refrescante, con atractivo brillo—, trascendió al público merced a una técnica depurada y al entusiasmo de los atrilistas que se apreciaban contentos, alegres, motivados, asunto no menor.

Detalles siempre pueden encontrarse —alguna mínima frase conjuntamente dispareja, el sonido de un instrumento que no concluye al parejo con sus compañeros—, incluso en interpretaciones que parecen sustancia de una grabación finamente editada. Pero, en rigor, esas son pequeñeces, minucias existentes, pero en las que un degustador de la música no puede ni debe quedarse. 

Porque además está esa figura carismática, luminosa y que genera gran empatía musical (más allá de discusiones ideológicas que buscan entablar sus detractores con y sin razón y argumentos, muchas veces desde la no asistencia a sus presentaciones). Dudamel, más que centrar su dirección en el parto de notas, en el marcaje de tiempos, ritmos y texturas —labor que está ahí, pero sólo como herramientas—, es un generador y direccionador de energías. En la orquesta, en sus invitados —la oportunidad que brinda a jovencitos del programa YOLA, aún tímidos pero llenos de talento y seguridad, es admirable y conmovedora—, en las obras y compositores vivos que interpreta —y parecería que hasta los que ya murieron reviven—, en el público, en él mismo, en todos los sectores presentes en sus conciertos, que se vuelven actos congregatorios. 

Eso se percibió en los conciertos en la Ciudad de México, al menos; una congregación empática a partir de la música, que además es versátil e incluyente, clásica y posmoderna a la vez, multicultural, lo que ciertamente deja fuera por consecuencia a quienes no pueden concebir una cultura distinta a la monolítica, sólo vertical e inerte, que consumen y de la que forman parte. 

Presenciar el estreno de obras caóticas que no parecen dirigirse a una meta típica, que ahogan su musicalidad y rítmica entre un discurso desencantado, tal vez de rostro fruncido que busca una identidad a la que asirse en los tiempos turbulentos que vive la humanidad o apreciar el rigor con el que se abordan obras y compositores clásicos formalmente complejos —además de memoria de su director, sin partitura— es una delicia y a la vez un reto. La L.A. Phil lo logra. Conmoverse con una liturgia musical ortodoxa, con una lectura que tiene por compromiso hacerle sentir al público que la obra que se aborda es suya y habla de él, mirarlo empuñar un sable láser para conducir la marcha de Darth Vader, o refugiarse con humildad tras los músicos para dejar que ellos reciban las olas de aplausos y ovaciones, son propiedades de Gustavo Dudamel que pueden disfrutarse, celebrarse. O, como algunos melómanos menos celebratorios se recetan, evitarse. Pero, eso sí, no se ignoran.

[/cmsmasters_text][/cmsmasters_column][/cmsmasters_row]

Compartir: