Jenůfa de Janáček

Asmik Grigorian (Jenůfa), Karita Mattila (Kostelnička), Saimir Pirgu (Števa Buryja), Nicky Spence (Laca Klemeň), Elena Zilio (Grandmother Buryjovka), David Stout (Stárek), Jacquelyn Stucker (Karolka)
Royal Opera House Covent Garden; Henrik Nánási, Claus Guth
OPUS ARTE DVD

Hacía ya 20 años que la más famosa ópera de Leoš Janáček, Jenůfa, no se representaba en la Royal Opera House de Londres. Con una puesta en escena de Claus Guth y un elenco extraordinario encabezado por la soprano Asmik Grigorian en el rol titular, la gran soprano Karita Mattila como Kostelnička, los tenores Saimir Pirgu y Nicky Spence como los hermanastros Števa y Laca, respectivamente, y la mezzosoprano Elena Zilio como la abuela Buryjovka, todos bajo la batuta de Henrik Nánási, se pudo por fin poner en escena esta impactante obra del repertorio lírico checo. Programada originalmente para la temporada 2020-2021, se tuvo que cancelar por la pandemia, y fue una fortuna que casi todo el elenco original pudo acomodar sus agendas para poder presentar Jenůfa de nuevo en Londres.

Una de las funciones fue transmitida por el canal Operavision y ahora está ya disponible comercialmente en DVD y Bluray. Pocas veces se ha podido conjugar un elenco tan solido de cantantes/actores que captan de manera tan magistral el drama de la música de Janáček y la complejidad de los personajes. La propuesta escénica de Guth entendió muy bien que cada uno de ellos deben mostrar los distintos aspectos, tanto malos como buenos de sus roles. No existen solo extremos de blanco y negro o buenos y malos en la historia; esto los hace más humanos y creíbles dentro de una trama particularmente fuerte.

Al frente del elenco está la lituana Asmik Grigorian en una interpretación redonda, tanto en lo vocal como en lo histriónico, del papel principal. Su voz es capaz de los momentos más dulces y líricos, pero también tiene la potencia para encarar las escenas más dramáticas de la ópera. Grigorian muestra la evolución de Jenůfa, de la niña enamorada e impulsiva del primer acto, a la mujer que ha sufrido el desengaño de su amado en el segundo acto y luego la resignación de la pérdida de su hijo en el tercer acto. La Jenůfa de Grigorian ha aprendido de tan trágico episodio y, al final, vemos cómo ha crecido como persona y nos muestra su fortaleza. Sabemos, desde el principio, que ella es distinta a las demás jóvenes del pueblo. Guth hace que la soprano lituana sea la única que no viste con una cofia negra (como aquella que usan las criadas de la novela de Margaret Atwood El cuento de la criada), y trae el cabello desaliñado o suelto. Jenůfa lucha por su libertad y, al final, en esta puesta la consigue. 

Cantar Jenůfa es un tour-de-force para la soprano, y la escena en donde muestra todos los miedos y sentimientos del personaje es la plegaria del acto segundo ‘Mamicko, mäm tezkou hlavu, mám, mám’. Un violín acompaña a Jenůfa en ese instante tan íntimo y hace eco de su añoranza, su ansiedad y su sufrimiento. Grigorian canta con un lirismo casi poético y muestra la flexibilidad de su voz. Se mete en el papel de tal manera que se puede ver a través de sus ojos lo inmersa que está en cada escena. 

Asmik Grigorian: Jenufa’s Prayer – YouTube

Otro momento estelar para ella es el final del acto primero, cuando Laca le da un navajazo en la mejilla, marcándola físicamente (mostrando simbólicamente que era una mujer “marcada” dada su relación secreta con Števa y su embarazo). Grigorian nunca pierde la elegancia vocal, aún en esas escenas en donde debe mostrar ira y desesperación. Un gran triunfo para la soprano lituana que, con este papel, hizo su debut en la Royal Opera House de Londres.

El otro papel que requiere de una gran intérprete que pueda, no solo cantar su difícil música, sino también proyectar una presencia escénica imponente y desafiante, es el de Kostelnička Buryjovka, madrastra de Jenůfa y artífice de la tragedia que ocurrirá. Es, básicamente, la relación entre estas dos mujeres la que será el tronco medular de la ópera. Son el “antes” y “después” de la vida de las mujeres en ese pueblo donde estaban sometidas a la figura masculina. Karita Mattila canta a Kostelnička, habiendo sido una de las grandes Jenůfas de los años 90 y principios del siglo XXI. Aunque el rol generalmente lo interpreta una soprano dramático, casi wagneriana, que en muchas ocasiones opta por “gritar” o “cantar hablando” el papel, mostrando a Kostelnička como un ser perverso sin matiz alguno en su personalidad, Mattila lo actúa de manera más humana. Su voz sigue siendo de soprano lírico, pero ha ganado peso en su registro grave así que la tesitura del rol le queda bien y aún puede subir a los agudos sin problema alguno. 

A sus 60 años, Mattila es toda una artista en escena y crea una Kostelnička que muestra su gran amor a su hijastra y su preocupación por lo que la sociedad dirá de ella y de Jenůfa al enterarse de que tuvo un bebé fuera del matrimonio. La interpretación de Mattila es muy osada y vemos cómo su Kostelnička se siente reflejada en Jenůfa ya que, como ella misma lo dice, ella también estuvo enamorada (y se casó) con un hombre que la trató mal. Es un rol más histriónico, pero no por ello Mattila descuida el canto, pues construye frases hermosas en pasajes donde tiene oportunidad de lucir su instrumento. Hace una verdadera creación de la escena en donde decide matar al bebé de Jenůfa y en el final de la ópera, al entregarse al alcalde después de confesar su crimen, Mattila muestra la dignidad y el arrepentimiento de Kostelnička. Al final, en los aplausos, Grigorian se hinca ante ella de manera respetuosa, sabiendo que tenía como su Kostelnička a una de las grandes Jenůfas. Una escena muy emotiva en verdad.

Los dos tenores que participan en la función no podrían ser más diferentes el uno del otro; como en sus respectivos papeles, Saimir Pirgu y Nicky Spence reflejan tanto física como vocalmente el contraste de carácter entre los dos hermanastros Števa y Laca. Pirgu, de voz más robusta, con un timbre oscuro y emisión menos sutil, es un Števa con una fuerte tendencia machista, de carácter lúgubre y movimientos bruscos. El Laca de Nicky Spence es todo lo contrario; aunque comienza como un hombre un poco torpe, que no sabe manejar su inmenso amor por Jenůfa y sus celos, el Laca del tenor escocés va evolucionando poco a poco. Es el otro personaje que, junto con la protagonista, evoluciona para bien y por ello logra a salirse de la atmósfera opresora y claustrofóbica del pueblo. La voz de Spence es de tenor lírico, casi spinto, con un squillo brillante y un registro agudo que se expande de manera luminosa. En los concertantes sobresale muy bien y su dueto final con Grigorian es de los momentos más hermosos de toda la función. 

La Abuela Buryjovka de Elena Zilio comienza con una voz opaca, pero crece ya para el final del primer acto. Es muy buena actriz y, como en el caso de Mattila, su papel requiere más de la parte histriónica que de la vocal, ya que no tiene momentos de lucimiento, pero sí de gran intensidad dramática. En los roles secundarios destacan David Stout como Stárek, Jacquelyn Stucker como una coqueta Karolka y la soprano Yaritza Véliz en el papel de Jana, que en otras versiones es Jano, un niño al que Jenůfa le enseña a leer. Este cambio forma parte de la visión de Guth, en donde las mujeres solo servían en el pueblo para casarse y tener hijos. El que Jenůfa le enseñe a leer a una chica, es muestra de que quiere que se ilustre y tenga una vida distinta a las demás.

Henrik Nánási dirige con brío a la Royal Opera House Orchestra; sus tempi son enérgicos y resaltan las melodías tradicionales que incluyó Janáček en la partitura. Resalta muchísimo el drama y la orquestación atmosférica de muchas escenas, además de permitir a sus cantantes hacer matices. El tejido orquestal está perfectamente ensamblado para mostrar la belleza de toda la partitura. Balancea muy bien a sus intérpretes en los ensambles y permite la tensión sin llegar a exagerar o desbordar a la orquesta. 

Como ya se comentó anteriormente, la puesta de Guth recuerda mucho, sobre todo en el primer acto, a la atmósfera claustrofóbica y opresora de la novela El cuento de la criada de Margaret Atwood. Incluso las cofias que usan las mujeres en el coro en el primer acto y algunas extras en el segundo son reminiscentes de las cofias que ocultaban el rostro de las criadas que daban a luz en Giliad en la novela de Atwood. 

Desde que se abre el telón hay una sensación de enclaustramiento; el sonido de las primeras notas del primer acto nos recuerda el sonido de un molino. Esto da la sensación de que hay una especie de circulo que siempre gira y nunca se detiene ni cambia. Este pueblo es una sociedad que observa y juzga a Jenůfa y a Kostelnička por haber sido las que se salieron del esquema ya establecido por ellos. En el acto segundo, la casa de Kostelnička está hecha de bases metálicas de camas que simulan una jaula. Los colchones de las mismas forman una especie de cerro o montaña a las afueras. Aparece la figura de un cuervo que surge de entre un grupo de mujeres vestidas todas de negro, simbolizando que la muerte ronda la casa donde se encuentra escondida Jenůfa. Es hasta el acto tercero cuando vemos algo de color en la puesta que hasta este momento estuvo dominada por tonalidades negruzcas o grisáceas. Al final, Guth nos plantea que tanto Jenůfa como Laca logran salir de este ambiente castrante y los coloca afuera, en el proscenio, cerrando el telón en forma de reja que los separará de ese mundo al que no regresarán jamás.

Compartir: