Pavarotti, según Howard

Ron Howard, con la imagen elegida para el cartel del documental, 2019

Aunque Pavarotti, documental dirigido por Ron Howard, cineasta, actor y productor estadounidense —ganador del Óscar como Mejor Director y Mejor Película por A Beautiful Mind— alcanzó su estreno en la segunda mitad de 2019, fueron pocas las salas y ciudades fuera de Inglaterra y Estados Unidos en las que pudo apreciarse.

Entre otros factores de expectativa comercial, la irrupción de la pandemia desatada por el virus SARS-CoV-2 causante del Covid-19 no contribuyó a que esta nueva aproximación fílmica a una de las figuras cimeras de la ópera tuviera durante el 2020 la oportunidad de llegar al público cinéfilo y amante del bel canto de otros países y latitudes. 

Es por ello que la adición de Pavarotti al catálogo y las plataformas de HBO Latinoamérica, el pasado 8 de junio de este 2021, también es, de cierta forma, un reestreno. Uno que los fanáticos del canto, en particular de la voz prodigiosa y la emblemática figura del «Rey del do», no deberían perderse.

Y es que, si bien la trayectoria de Luciano Pavarotti ha sido reconstruida y analizada en múltiples ocasiones, un personaje de la relevancia artística, musical y mediática del tenor italiano nacido en Módena el 12 de octubre de 1935, siempre admitirá diversos ángulos, nuevas perspectivas y voces, justamente para enriquecer y dimensionar su importancia.

Personalidad magnética
Pavarotti es un documental de 115 minutos de duración construido con imágenes y videos de archivos familiares del cantante, pietaje de producciones en las que participara el tenor, fragmentos musicales prácticamente de todas las épocas de su carrera y, en una cantidad sustanciosa, entrevistas con personalidades ligadas al artista, desde su círculo familiar, musical y amistoso.

Las voces que se suceden en la pantalla para perfilar a Luciano Pavarotti no son pocas, ni mucho menos accesorias en la vida del tenor. Hay parejas, hijas, colegas, productores, directores artísticos e incluso una crítica musical. 

Adua Veroni, Lorenza, Giuliana y Cristina Pavarotti; Nicoletta Mantovani, Zubin Mehta, Angela Gheorghiu, Carol Vaness, Plácido Domingo, José Carreras, Lang Lang, Vittorio Grigolo, Madelyn Renée, Eugene Kohn, Joseph Volpe o Bono son parte del elenco que brinda su punto de vista, testimonio o reflexión, con lo que la figura de Luciano Pavarotti surge ante los espectadores como hijo, padre, esposo, amante, filántropo y, por supuesto, un cantante con una de las voces más privilegiadas del siglo XX y una personalidad magnética que desborda las inciertas divisiones entre el arte y la cultura pop; la música clásica y los conciertos masivos, el artista y la celebridad.

Ausencia de contraste
Con guion de Cassidy Hartmann y Mark Monroe, la paleta de colores utilizada por Ron Howard para pintar a Pavarotti en este documental es luminosa, dispuesta para resaltar las virtudes del protagonista, casi sin lugar para los grises y menos aún para los posibles claroscuros. El enfoque es siempre desde lo admirable de un fuera de serie, desde el éxito arrollador conseguido dentro y fuera de los escenarios durante décadas, desde su optimismo y calidez humana.

El documental inicia en la selva amazónica en el año de 1995; después de un concierto masivo, ante 200 mil personas, en Argentina, Pavarotti se ha embarcado en una auténtica aventura: quiere conocer el mítico teatro de Manaus, donde un siglo antes se presentara el legendario Enrico Caruso. Luciano, en forma improvisada, también quiere cantar sobre su escenario. Lo logra. Nada en materia músico-vocal parecería resistirse a un titán del canto como él.

Entonces, el espectador conocerá sus primeros años de vida, en Módena. Sus intervenciones corales de adolescente, al lado de su padre, un panadero y tenor de linda voz que, sin embargo, no emociona y conmueve como Pavarotti.

Luego, llega su debut en el emblemático rol de Rodolfo de La bohème de Giacomo Pucccini, que lo llevará a otras latitudes, y a muchos otros roles que le permitirán a su vez llegar a la cumbre no solo como parte de elencos operísticos de primer nivel, sino a través de recitales y conciertos cada vez más ambiciosos en su masividad y penetración comercial, incluidos los realizados como parte de Los 3 tenores y los de Pavarotti & Friends.

Es claro que, para el personaje que lleva a la pantalla, Howard no busca la crítica, la polémica, ni mucho menos el escándalo. Aunque en ese tono ponderado también se pierde reflexión, relieve y contraste. Es cierto que llegan a insinuarse aspectos de abordaje complejo como el desarrollo de una carrera artística —para otros, no para Pavarotti—, o affaires con mujeres décadas más jóvenes —lo que lleva a afirmar a Adua Veroni, su primera esposa y madre de tres de sus hijas, que Pavarotti era un gran mentiroso al interior de su matrimonio—, pero en nada de ello se profundiza. 

La imagen que desea alumbrar el director es una que pueda mostrarse a todo mundo para lograr la admiración sin reparo.

Problemáticas sobre el desarrollo de la voz a través de la técnica (el enigma, la fascinación, lo místico de la enseñanza vocal), un trabajo histriónico deficiente compensado por los quilates de su instrumento, la difusión operística contrapuesta con la simple masificación comercial o los años de ocaso impregnados de actuaciones tristes y cancelaciones —temáticas de sobra conocidas alrededor de Pavarotti— no son abordadas por el también director de El código Da Vinci, Cocoon, El Grinch, Apollo 13 o Rush.

De hecho, deja la impresión de que varios de esos puntos se omitieron expresamente y, en ese sentido, este documental se dirige más hacia el público no tan familiarizado con la biografía del cantante italiano, al que busca descubrirlo, más que al especialista que, ciertamente, puede encontrar en esta aproximación cinematográfica su particular atractivo, toda vez que si en materia narrativa no hay novedad, en el apartado visual Pavarotti incluye una buena dosis de contenido inédito o poco difundido. 

Además, claro, de fragmentos musicales en los que el «Rey del do» despliega sus capacidades de manera hipnótica, incluida su aria insignia ‘Nessun dorma’ de Turandot de Puccini y ‘Ah! Mes amis’ de La hija del regimiento de Gaetano Donizetti, que le granjeara su apelativo.

Anhelos del Rey
Luciano Pavarotti responde, en dos preguntas sustantivas del documental, que en su faceta de intérprete desearía ser recordado como “un hombre que llevó la ópera a las masas, con un repertorio amplio”, y como “un cantante valiente”, pues siempre se le criticó por lo que emprendió como artista. 

Sin duda, ese anhelo personal se logró con creces y Howard muestra esa realización de una manera humana y emotiva, pues a lo largo de su trayectoria Pavarotti modifica paulatinamente su interés por la ópera en sí, su atracción por la luminaria del divo lírico y su personalidad adolescente y lúdica, hasta transformarse en un difusor musical comprometido y, a través de su canto, en un ser preocupado por su entorno social, por los estragos de la guerra, la pobreza y otros azotes que enfrentan las nuevas generaciones en las que ve reflejado lo vivido en su propia infancia, durante la Segunda Guerra Mundial.

En la otra respuesta, en la memoria colectiva que desearía se tenga de él como hombre, Luciano Pavarotti piensa en haber sido “un buen marido, un buen padre, un compañero para todos”, sus amigos y quienes lo rodean. Pero concluye con una acotación surgida de la honestidad. “Lo que me molesta es quizá no haber sido el padre que quería ser”.

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