Josué Cerón: “Soy un barítono belcantista”

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Josué Cerón: 15 años de cantar © Bernardo Gaitán

El barítono mexicano Josué Cerón es hoy uno de los exponentes más importantes de su tesitura en nuestro país. Es un artista de gran musicalidad y carisma en escena que cuenta con un amplio repertorio.

Recientemente participó en la celebración del XV aniversario de la puesta en escena de La fille du régiment de Donizetti en la que hizo (con el papel de Sulpice) su debut junto con el tenor Javier Camarena (Tonio) y la soprano Rebeca Olvera (Marie) en el Teatro de Bellas Artes. Los días 13 y 16 de febrero de 2020, en una versión en concierto con la Orquesta y el Coro del Teatro de Bellas Artes, se recordaron esas memorables funciones de 2004 que, luego de haber ganado el Concurso Nacional de Canto Carlo Morelli, dieron inicio a las carreras de los tres.

Después de estudiar canto en el Conservatorio Nacional de Música y de perfeccionarse en SIVAM, Cerón continuó sus estudios en la Academy of Vocal Arts de Filadelfia, además de participar en programas internacionales como el Portland Opera Performing Institute, el International Vocal Arts Institute de Tel-Aviv, Artéscenica de Saltillo y el Oberlin in Italy en Arezzo, Italia. Durante esos años de preparación, Cerón pudo recibir la asesoría de figuras de la talla de Joan Dornemann, Tito Capobianco, Justino Díaz y Shirley Verrett. Es uno de los miembros más versátiles del Coro del Teatro de Bellas Artes, que ha podido diversificar su carrera al cantar un buen número de roles como solista.

Su repertorio abarca desde óperas barrocas hasta contemporáneas, música sinfónica y de cámara. En estos 15 años de carrera ha cantado los papeles de Orfeo (en Orfeo de Monteverdi con arreglos contemporáneos de Bruno Maderna), el Conte (Le nozze di Fígaro), Papageno (Die Zauberflöte), Raimbaud (Le comte Ory), Figaro (Il barbiere di Siviglia), Taddeo (L’italiana in Algeri), Dandini en La Cenerentola, el Barone di Trombonok (Il viaggio a Reims), Germano (La scala di seta), Don Parmenione (L’occasione fa il ladro), Tobias Mill (La cambiale di matrimonio), Gaudenzio (Il signor Bruschino), Enrico (Lucia di Lammermoor) y Chucho (Salsipuedes), por nombrar algunos.

Pudimos platicar con este barítono mexicano, en exclusiva para Pro Ópera, acerca de su carrera y de sus planes futuros.

Josué Cerón, Javier Camarena y Rebeca Olvera, ganadores del Morelli en 2004

¿Cómo fue para ti participar en La fille du régiment en concierto, con los dos colegas con los que debutaste hace 15 años?
Fue una situación de ensueño, un momento mágico, igual que aquel debut de hace quince años, pero con creces. Hubo poco tiempo de planeación y, aunque lo teníamos en el tintero desde el 2019, todo dependía de la apretada agenda de Javier. Cuando se pudo concretar, por fin, este sueño de cantar juntos de nuevo esta ópera, comencé a visualizar cómo iba a ser el momento del reencuentro. Hacía mucho tiempo que Rebeca, Javier y yo no cantábamos juntos una ópera completa. La última vez fue en aquel Don Pasquale que produjo Pro Ópera en el verano de 2009. 

En 2015 llegamos a cantar juntos en el Auditorio Nacional, pero fue un concierto de celebración de Javier que se llamó “Príncipe entre tenores” y nos invitó a cantar a Rebeca y a mí, pero no fue una ópera completa. Yo tenía muchas ganas de volver a cantar con ellos. Durante los ensayos yo sentía mucha nostalgia, añoranza de cuando montamos La fille por primera vez, recuerdos de cuando ensayamos esta o aquella escena. Fue emocionante regresar a esta ópera, quince años después, los tres más maduros, como artistas y como personas. Pudimos ahora añadir a nuestra interpretación toda la experiencia acumulada en esos quince años.

¿Cómo fue volverte a encontrar con Sulpice, quince años después de tu primera aproximación al personaje? ¿Qué es lo que más disfrutaste ahora del rol?
Esta es la cuarta vez que lo canto, y curiosamente siempre lo he hecho en la misma producción de César Piña. La hicimos en 2004, 2005, luego en 2011 me invitaron a cantarlo al lado de las ganadoras del concurso de Ópera Prima, Patricia Santos y Leticia de Altamirano, y fue entonces cuando empecé a tener una concepción distinta del personaje. 

Sulpice en 2004

Sulpice en 2020

En 2004 y 2005 tenía una idea muy pueril de Sulpice, hasta cierto punto. Me tenían que maquillar mucho para poder dar el peso del personaje y no tenía la experiencia histriónica que he acumulado ahora, que es uno de mis lados más fuertes. Creo que todos los barítonos tenemos que ponerle muchísimo más empeño a la actuación porque es una parte esencial. Lo digo porque desde jóvenes nos toca hacer personajes que tienen más edad de la que tenemos, lo cual nos exige más a nivel actoral.

Ahora estoy más grande, el personaje empezó a asentarse más; el mismo Javier me dijo que le daba gusto que en estas dos funciones no me habían puesto arrugas y canas y le dije: es que ya estoy viejito. [Ríe.] Aunque no es un personaje viejo, sí es un rol con más peso, con los pies más en la tierra; se ve más su propósito en la historia, su situación. Es un papel bufo, pero sí tienes que cantar; hay roles bufos que vocalmente puedes sortear de otra manera, pero este no te da tregua. Debes cantarlo de manera sólida. El reto como barítono es grande porque no tienes una sola aria en toda la ópera y debes mantener el entusiasmo en la audiencia. El tenor tiene momentos de lucimiento, sobre todo al cantar ‘Ah, mes amis!’, y la soprano también tiene sus arias y escenas donde puede desbordar todo su carisma, sobre todo cuando tienes a compañeros como Javier y Rebeca.

Sulpice es un hombre maduro, sabio, que está aconsejando a Marie, que quiere lo mejor para ella y que no está de acuerdo que se una a las filas del enemigo. Pasa de ser alguien duro y terco a ser un poco alcahuete y cómplice de Marie y Tonio. Creo que es la conciencia de Marie. Así que las dos funciones que hicimos en febrero fueron un redescubrimiento del personaje.

Escuchándolos en las dos funciones del 13 y del 16 de febrero, pudimos volver a constar que las voces mexicanas son ideales para el bel canto. En tu caso, has interpretado muchas óperas belcantistas y bufas: Il viaggio a Reims, Le comte Ory, La Cenerentola, Il barbiere di Siviglia, Don Pasquale, La fille du régiment, L’elisir d’amore, las farsas de Rossini, etcétera… Tu voz se siente como pez en el agua en este repertorio. Platiquemos de tu versatilidad estilística.
He llegado a la conclusión de que las voces latinoamericanas son muy especiales porque tienen este color redondito y oscuro, que es muy característico de las voces hispanas. Cuando sales a otros países se confunden por esto y te ponen a cantar un repertorio que no es el adecuado. Escuchan timbres oscuros y te meten a óperas más pesadas. Le pasó al maestro Francisco Araiza, que tiene una voz de tenor con un color más oscuro, redondo, pero con la habilidad de hacer coloraturas. Pocas voces latinas han entrado de lleno a repertorios más pesados.

Los cantantes jóvenes latinos son perfectos para hacer óperas de bel canto; yo me he enfocado en explorar óperas mozartianas y belcantistas, especialmente de Rossini, con el que tienes que ser muy limpio y claro con las coloraturas, que es algo que terminé de perfeccionar en 2016 con el maestro Alberto Zedda. Trabajar con él fue revelador para mí; aún escucho los consejos que me dio en ese entonces y son para mí como oro puro.

Javier Camarena, Josué Cerón, Rebeca Olvera y Charles Oppenheim en Don Pasquale en 2009

Me he decantado por Rossini y Donizetti porque en sus óperas me siento cómodo, estoy en mi elemento. Puedo explotar también mucho de mi lado histriónico en sus óperas. Me ha tocado hacer muchos roles cómicos, bufos, que requieren una técnica sólida. Hay veces en que a los barítonos rossinianos los relegan un poco porque consideran que nuestras voces no son tan profundas. Si eres barítono ligero, de inmediato te mandan a cantar Rossini. Si eres un barítono lírico con coloratura y la flexibilidad vocal para poder hacer bel canto, te llaman de inmediato. Yo he pasado por casi todos los papeles importantes de ese repertorio: el Dr. Malatesta, Figaro, Dandini, Alidoro (por recomendación del maestro Zedda), Taddeo, el Barone di Trombonok, Raimbaud, Parmenione, Germano, Bruschino y Gaudenzio (de las farsas de Rossini), Enrico en Lucia di Lammermoor (que canté en el AVA con Angela Meade y Michael Fabiano), Enrico de Il campanello (dirigido por Rolando Panerai), etcétera. Soy un barítono belcantista.

Sé que voy a evolucionar y que no me voy a quedar toda la vida en ese repertorio. Me fijo mucho en carreras como la del maestro Renato Bruson, que cantó mucho Donizetti antes de abordar Verdi, y eso le dio la experiencia para abordar las óperas más pesadas. Leo Nucci y Piero Cappuccilli hicieron lo mismo. Sucedió con Alfredo Daza; cantó un muchísimos Figaros antes de llegar a cantar las óperas de Verdi que está abordando ahora. Fue curioso que en AVA me enfocaron primero como barítono verdiano, por el metal que hay en mi voz. Fue por ello que canté Germont en La traviata y Renato en Un ballo in maschera, además de Lescaut de Manon Lescaut de Puccini. Canté también Basilio de La fiamma de Respighi, por ejemplo. Yo sabía que, desde ese momento, a los veinte años, podría ser mi futuro repertorio… pero no de inmediato. Definitivamente, el bel canto es la escuela, es el masaje para la voz.

El Conte Gil en Il segreto de Susanna

¿Qué tal tu incursión en Lieder?
Me encanta que, dentro de los Lieder tienes que contar una historia de dos o tres minutos, en un ambiente que, para mí, es lo más sublime e íntimo que puede haber para un cantante. Además, me gusta mucho el idioma alemán.

También me ha tocado hacer óperas contemporáneas, algunas escritas para mi voz, las cuales pude trabajar de la mano con el compositor que fue escribiendo la música siguiendo las características de mi voz: un poco en el estilo belcantista, pero con tintes contemporáneos. El año pasado hice la ópera Inheritance en San Diego, donde trabajé de manera muy cercana con el compositor chino Lei Liang. Fue maravilloso que estaba con nosotros en los ensayos; fue muy flexible con los cantantes.

Debo mencionar también otra ópera del siglo XX que he hecho: Il segreto di Susanna de Wolf-Ferrrari, al lado de Irasema Terrazas. He cantado óperas del maestro Federico Ibarra: Despertar del sueño y grabé su Leoncio y Lena. Todas estas óperas están basadas mucho en el bel canto, son muy melódicas. Despertar del sueño lo compuso pensando en un barítono en particular que, al final, ya no lo hizo, pero quedó el registro de lo que él quería. Es una obra muy aguda, muy del registro baritonal lírico, con una orquesta de solo tres instrumentos: piano, chelo y clarinete. Orestes parte es otra obra del maestro Ibarra que me ofrecieron grabar, pero tuve que rechazar la oportunidad porque no era para mi voz. La grabó entonces Guillermo Ruiz, que es un barítono de voz más pesada que la mía.

He cantado las canciones del maestro Ibarra que son mucho más líricas y de cámara. Me gusta que no me he encasillado; he hecho mucho bel canto, pero soy versátil. En repertorio sinfónico he hecho muchísimas Carmina Burana, réquiems de Brahms, Mozart y Fauré y la Novena Sinfonía de Beethoven, por ejemplo.

Papageno en Die Zauberflöte en Bellas Artes

Ahora que mencionaste que amas el idioma alemán, me surgió una duda… ¿has cantado Papageno?
Sí, por supuesto. Es de los roles que más amo y que más he cantado. He sido afortunado de poderlo cantar; roles mozartianos que he hecho incluyen a Papageno, el Conte de Le nozze di Figaro, Colas de Bastien und Bastienne y Guglielmo en Così fan tutte.

Sabemos que estuviste en Canadá, en el Rossini Opera Festival de Lunenburg; cuéntanos de esta experiencia.
En Canadá canté Taddeo en L’italiana in Algeri con Sonia Ganassi como Isabella. Fue después de que hice el rol en Bellas Artes. El director del festival de Lunenburg, que es un lugar chiquito, se lleva a cantar ahí a muchos cantantes muy importantes: Ganassi, Daniela Barcellona, etcétera. Yo llegué a ese festival porque me invitaron a través de la coach de Pésaro que nos vino a ayudar para Il viaggio a Reims en México. Ella era la asistente del maestro Alberto Zedda. El violista principal del Festival de Pésaro es el director del festival canadiense, se llama Burt Wathen. Él me invitó a cantar lo que será mi primer Don Pizarro de Fidelio en mayo próximo. No estaba muy seguro de aceptar hacerlo, pero él me dijo que, como Beethoven admiraba a Rossini, si se hace como se debe, como está escrito, no tienes por qué gritarlo. ¡Será otro papel en alemán, lo cual me encanta!

Hay que añadir a la lista de mis papeles en alemán el rol del Tuerto en Die Frau ohne Schatten de Richard Strauss, otro estreno en México en el que también participé. Fue un gran reto por la enorme orquestación que había que sortear con la voz, pero agradezco mucho que se me haya dado la oportunidad de estar en esa ópera.

Ben, en The Telephone de Menotti, con Alejandra Sandoval © Pili Pala

Has cantado también papeles más pesados de óperas en italiano…
Sí, he hecho Ping en Turandot, así como Marcello y Schaunard en La bohème. Confieso que me gustan mucho más los roles cómicos; es un reto como actor porque necesitas mucha más concentración para los momentos graciosos. Tienes que saber en qué parte queda mejor tal o cual puntada chusca. En la ópera tenemos la ventaja de que la música nos va dando la clave de donde debe ser el momento cómico. Yo hago mi mapa de cada obra, poniendo dónde se debe hacer un chiste y dónde no queda. En el drama yo creo que es distinto; hay situaciones que te van llevando a cómo actuar las escenas. 

Recordemos que estrenaste en México la ópera de Berlioz Beatrice et Bénèdict en la Sala Nezahualcóyotl…
Hice el papel de Claudio; fueron funciones semiescenificadas, con vestuario y algo de escenografía. Fue una experiencia maravillosa y espero que se pueda volver a montar. 

En francés también he hecho Raimbaud en Le comte Ory y he cantado infinidad de veces el ‘Votre toast’ de Escamillo de Carmen. [Ríe.] Otra aria en francés que he interpretado mucho es el aria de Mercutio, ‘Mab, la reine des mensonges’ de Roméo et Juliette de Gounod.

¿Habrá planes en el futuro de cantar Zurga en Les pêcheurs de perles?
Me leíste el pensamiento: en la segunda función de Fille me dio mucha nostalgia que sería la última vez que cantaríamos juntos esta ópera. Javier podría interpretarla tal vez unos años más, Rebeca no la había hecho de nuevo desde 2004, y yo sí tuve el chance de hace Sulpice varias veces más. Ellos van a cambiar de repertorio a obras más líricas, pero eso me puso a pensar en qué ópera podríamos cantar juntos y pensé, precisamente, en Les pêcheurs de perles de Bizet. Me parece que nos quedaría muy bien. El Zurga lo conozco bien porque lo trabajé en SIVAM con Joan Dornemann y con Denise Massé. Sería un sueño el poderlo cantar.

Figaro en Il barbiere di Siviglia en el Teatro Bicentenario de León

Otro papel en francés que me gustaría hacer es Hamlet en la ópera homónima de Ambroise Thomas. Esa fue idea de un maestro maravilloso con quien trabajé hace tiempo: el gran Tito Capobianco. Fue en 2003, la primera vez que hice un programa de jóvenes talentos fuera de México. Vino Luis Ledesma a hacernos audiciones y nos llevó a ocho cantantes. Ahí trabajé con Justino Díaz, Shirley Verrett y el maestro Capobianco.

Recuerdo que un día llegó a la clase de teatro el maestro Tito y me dijo: «vas a cantar esto, no ahorita, pero sí en un futuro». Y me dio la partitura del monólogo de Hamlet ‘Etre, o nes pas etre’. La leí, la estudié y me la coachearon los maestros; y la tengo guardada en un baúl desde entonces. En ese taller, Capobianco me puso a cantar el cuarteto de La bohème y la fuga final de Falstaff, haciendo a Ford. Era una eminencia y nos platicaba de todo; me dio las bases para proyectar mi visión del artista que quería ser. Para él, talento es tener ese algo que solo tú y nadie más que tú puede hacer. Esa frase la decía la Caballé, que supo explotar su facilidad para los filados, por ejemplo. Tus carencias no deben de minar tus virtudes.

Hay que estar preparado, no solo vocalmente, sino también en el aspecto de los idiomas, del movimiento físico, etcétera. Mi maestra del Conservatorio de Música acá en México, Liliana Gómez, que también se formó en Estados Unidos, nos decía que no teníamos que dejar pasar nada por alto. Los jóvenes de ahora tienen más oportunidad de tener todo a su alcance, lo cual no sucedió en la época en la que yo estudiaba. Puedes entrar a internet a escuchar versiones, conocer cómo se pronuncia tal o cual palabra, tienes páginas donde puedes bajar partituras al instante, etcétera.

Es impresionante ver cómo está de preparada la gente fuera del país, hay muchísima competencia en todo el mundo de la ópera. No se puede dejar ningún cabo suelto: tu preparación debe ser redonda.

Chucho en Salsipuedes, en el Festival Internacional Cervantino

¿Cómo fue tu experiencia al cantar Chucho en Salsipuedes de Daniel Catán en el año en que se conmemoraron los 70 años de su nacimiento?
Fue otro título que tuve el honor de estrenar en Bellas Artes; una experiencia bastante enriquecedora, algo que no me esperaba. Vi la partitura en cuanto me invitaron a hacerla y me quedaba muy bien. Tiene un final muy interesante; es una partitura llena de contrastes. Estudié en el piano todo y me parecieron únicos los ritmos tropicales que emplea. Me gustó mucho poder cantar en españo, ya que el proceso de interiorización del personaje fue más rápido.

Conocer a Andrea Puente, la viuda del maestro Catán,fue un honor, e intercambiar ideas con ella fue una gran experiencia. Salsipuedes es una ópera muy cinematográfica, lo cual se notó con la increíble puesta en escena que hicimos. 

Además de todo lo que haces como solista, debemos comentar que formas parte del Coro del Teatro de Bellas Artes.
Entré hace quince años y es una asociación que se ha renovado con el tiempo. En 2004 era un grupo muy distinto al de ahora; yo me nutrí mucho de la gente que estaba cuando yo entré al coro. Gente que le tocó estar en escena con la Callas, por ejemplo. Me enseñaron a amar este trabajo. Actualmente, muchos son compañeros míos del Conservatorio; es un trabajo bello y muy noble. Tienes la oportunidad de entrar diariamente al coloso de mármol que es Bellas Artes y eso impresiona mucho. Abordas repertorio muy variado durante las temporadas. Es como una familia y nos toca colaborar con gente increíble, artistas fabulosos, tanto nacionales como internacionales.

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