Tosca en Las Palmas

Escena del segundo acto de Tosca en Las Palmas © Nacho Rodríguez

Febrero 22, 2024. Todavía emocionados por el histórico Rigoletto que el barítono mongol Enkhbat Amartüvshin regaló el pasado sábado en Bilbao, viajamos a Las Palmas de Gran Canaria con una gran ilusión para inaugurar su 57 temporada de ópera con Tosca, una de las grandes obras de Giacomo Puccini. 

La razón principal de semejante viaje de más de 2,000 kilómetros fue la de disfrutar la voz del gran tenor polaco Piotr Beczała —el mejor Cavaradossi en el panorama internacional— que acaba de triunfar hace unos días con este papel en la Staatsoper de Viena y que hizo su debut en Las Palmas, tras varios años de espera por la pandemia.

Los Amigos Canarios de la Ópera (ACO) ha querido dedicar a un hombre de ópera como Don Jerónimo Saavedra, recientemente fallecido, las tres funciones de Tosca, y a su antiguo presidente don Juan de León Suárez, todos los títulos de la presente temporada, entre los que tenemos que destacar las representaciones de La bohème el próximo mes de marzo, con la presencia del tenor mexicano Arturo Chacón, un Rodolfo que ha levantado mucha expectación tras su triunfo en el Auditorio Alfredo Kraus hace tres años bordando el rol de Manrico en Il trovatore de Verdi.

En el centenario de la muerte de Puccini, ACO ha optado por una producción propia de corte clásico en colaboración con Opera Production CD. Sinceramente, me quito el sombrero ante la escenografía de Daniele Piscopo, que regaló un primer acto espectacular, logrando una de las mejores recreaciones de la iglesia de Sant’ Andrea della Valle —con cuadros de inmensa belleza— que quien esto escribe ha presenciado en sus más de 30 años de espectador. En el segundo acto, con claro predominio del rojo y el negro en los decorados y en el exquisito vestuario de Claudio Martín, los elementos de atrezzo del sencillo salón se apoyaron en proyecciones y en la impecable iluminación de Rodrigo Ortega para recrear el Palazzo Farnese. El Castel de Sant’ Angelo del tercer acto quedó representado en una empinada escalinata presidida por la gigantesca escultura del Arcángel y por una diapositiva de la Basílica de San Pedro.

La dirección de escena —que también lleva la firma de Piscopo— fue excelente en el primer acto, con aspectos tan brillantes a nivel escénico como los niños cantando el ‘Te Deum’ con velas y mirando al público para al final girar hacia el altar. En el acto dos, tengo que resaltar la originalidad de presentar a los espectadores la tortura y el sufrimiento de Cavaradossi (sólo presencié algo parecido a través de diapositivas en La Ópera de Bratislava hace muchos años), así como el inmenso realismo en el apuñalamiento de Scarpia. Otro detalle que me gustó del regista fue la ocurrencia del canto del pastor desde un palco en el último acto, provocando el lucimiento de la joven soprano valenciana Marina Díaz, una bella voz de futuro.

La dirección musical corrió a cargo del maestro Ramón Tebar, que además de conseguir el genuino sonido pucciniano con la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, ha ejercido de excelente concertador, como quedó demostrado en un primer acto de ensueño, en el que brillaron el Coro Infantil de la OFGC y el Coro del Festival de Ópera. Su labor desde el foso, dinámica y muy expresiva, estuvo llena de matices y colores, entusiasmando a un público canario y europeo (observamos una gran presencia de alemanes y nórdicos en las butacas) que le vitoreó cuando salió a saludar: estamos hablando de uno de los directores más solventes y especialistas en la obra de Puccini con los que cuenta nuestro país, una batuta que rebosa de italianitá y que no podía faltar en el Año del Centenario del Maestro de Lucca.

El tenor David Barrera estuvo impecable en lo vocal y a nivel actoral durante toda la noche, mejorando considerablemente sus prestaciones como Spoletta con respecto al día de su debut, mientras que el barítono Fernando Campero —al que tenemos ganas de volver a escuchar en marzo en el papel de Schaunard— convenció como el gendarme Sciarrione con un instrumento vocal interesante.

El bajo argentino Max Hochmuth —una de las grandes sorpresas de la noche— maravilló cantando a gran nivel los roles de Angelotti y el Carcelero en el último acto, con una voz poderosa y muy bien proyectada, mientras que el barítono zaragozano Isaac Galán ofreció un Sacristán de manual, desprendiendo musicalidad en sus intervenciones, como quedó demostrado durante la romanza ‘Recondita armonia’.

El barítono georgiano George Gagnidze —un asiduo en las temporadas del Met— mostró una voz de hermoso timbre que además se proyectó con mucha contundencia por todos los rincones del teatro. Impecable en su faceta de actor, regaló un ‘Te Deum’ de altísimo nivel con un instrumento vocal poderoso y de un bello color, pese a que el excesivo volumen orquestal en algunos pasajes jugara en su contra. En el segundo acto exhibió un fraseo elegante y una línea de canto expresiva que, unida a la gran labor actoral de un cantante que ha sobrepasado el centenar de actuaciones como malvado Scarpia, maravillaron a los espectadores que casi llenan el Teatro Pérez Galdós.

La soprano italiana Erika Grimaldi —que había debutado en el estreno del pasado martes el papel de Tosca en su presentación en Las Palmas— ofreció una actuación redonda, contribuyendo en gran manera a este histórico inicio de temporada en ACO. Con una voz imponente y un volumen de muchos decibelios, sus agudos se clavaban hasta en las butacas más alejadas del teatro, recordando por momentos a las grandes Toscas del pasado. Inconmensurable en su faceta dramática, la voz de Grimaldi cuenta con un timbre atractivo de soprano lírico, como quedó demostrado en el aria ‘Vissi d’arte’, tan aplaudida y aclamada por los espectadores, que se vio obligada a bisar ante un teatro que acababa de vivir un momento mágico. Para enmarcar, los dúos con el tenor y sus prestaciones canoras durante los dos primeros actos, en los que prodigiosamente se adentró por momentos con gran éxito en territorio spinto, que pueden hacer de esta excelente cantante italiana una Tosca de referencia en el futuro.

Beczała ofreció, a nivel vocal, una interpretación para el recuerdo del personaje del pintor amante de Tosca. Para el que escribe estas páginas, estamos hablando del mejor Cavaradossi que jamás hemos escuchado en un teatro, desde que presenciamos por primera vez esta obra maestra de Puccini en la Ópera Estatal de Viena en 1996. En el primer acto, el tenor polaco cantó todos sus pasajes a plena voz, maravillando en los dúos con una voz con verdadero squillo y un centro brillante y espectacular. En la romanza ‘Recondita armonia’ rozó la excelencia con una interpretación llena de matices, en la que mostró una técnica prodigiosa, un enorme instrumento vocal y un dominio extraordinario del fiato. 

En el segundo acto, Beczała emocionó en el pasaje ‘Vittoria, vittoria!’, pleno de intensidad, con una voz de muchos quilates que podría conseguir sin problema —si se lo propusiera— igualar las proezas con las que nos deleitaba hace años el gran Neil Shicoff. En el último acto, el tenor polaco ofreció una clase magistral de canto legato, adentrándose en los terrenos de lo spinto con mucha solvencia. Su interpretación del aria ‘E lucevan le stelle’, donde estuvo brillante en el registro agudo y en la emisión, quedará para siempre en la memoria de los que tuvimos el privilegio de asistir a la función. Tras una ovación atronadora y varios minutos de aplausos, Beczała paró el tiempo regalando un bis histórico en el que disfrutamos de un timbre hermoso y de una línea de canto tan elegante que nos recordó al gran maestro Alfredo Kraus. Para el recuerdo, el poderío vocal exhibido por el cantante polaco tras el bis, en el dúo final con la soprano, con una voz poderosa y muy segura en las notas altas.

Desde estas páginas aprovecho la ocasión para felicitar personalmente al mejor director artístico de nuestro país: el señor Ulises Jaén, por esta maravillosa programación en el año del Centenario de Puccini, ya que, con un modesto presupuesto, hemos visto un acontecimiento operístico histórico que jamás olvidaremos. Con la emoción por las nubes por un “Adiós a la vida” que nos ha conquistado, abandonamos el Teatro Pérez Galdós con la sensación de que acabábamos de escuchar al mejor Cavaradossi del siglo XXI.

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