Don Carlo en Berlín

Los solistas cenan durante la escena del Auto da fe en Don Carlo de Giuseppe Verdi en Berlín, mientras el coro, sentado atrás, observa © Bernd Uhlig

Septiembre 30, 2023. Es poco usual encontrarse con una función de ópera donde situaciones que provocan risa se repiten en cada reposición. Un ejemplo es casi al final del dueto del primer acto, cuando Don Carlo y Rodrigo observan a Elisabetta y Filippo, y Elisabetta se sorprende al ver a Don Carlo. 

Pero la función comenzó con los monjes cantando por detrás de una gran mesa elevada donde Filippo, Elisabetta, Eboli y Don Carlo están sentados disfrutando una cena. Otra tontería es la escena cuando Filippo expulsa a la Condesa de Aremberg como Dama de Compañía y Elisabetta se frustra tanto que se pone a planchar con furia sobre la mesa (que permanece durante gran parte de la función). ¿Sería posible que esta familia real se sienta a disfrutar otra comida durante el Auto da fe con cuerpos desnudos colgando de sogas frente a la mesa? Seguro que les quitaría el apetito. 

También, cuando Rodrigo desarma a Don Carlo y el rey de inmediato lo eleva a duque, los sirvientes hacen espacio en la mesa y le sirven una comida. En fin… Infantilidades de este estilo arruinan la credibilidad del drama y enfurecen a aquellos que deseamos una dramaturgia bien hecha y bien pensada. 

El elenco también fue débil. René Pape siempre ha sido un Filippo de gran autoridad y voz expresiva. Ahora sigue la autoridad, pero la voz sonó un poco seca, aunque por la mayor parte correcta. Ya veremos cómo resulta su Filippo en la apertura de la temporada en la Scala de Milán durante el próximo mes de diciembre. Stefan Pop respondió aceptablemente a las demandas de Don Carlo, y Alfredo Daza tendió a forzar el registro como Rodrigo. Falk Struckmann dio relieve dramático al Gran Inquisidor, si bien no es un basso profondo. En cambio, Gregory Shkarupa fue un excelente y siniestro Monje. 

La soprano brasileña Adriane Queiroz se encontró con un rol que le queda grande, pues su voz es liviana, monocromática y corta en fraseo y expresión. Por su parte, Ekaterina Gubanova fue una Eboli sexy, dispuesta a arriesgarlo todo y con voz de buena escuela. Su ‘O don fatale’ recibió una gran y justa ovación. Gustó mucho la “Voz del cielo” de Victoria Randem, con un registro dulce y atractivo. Como se mencionó más arriba, la producción de Philipp Himmelmann no aportó nada interesante ni como drama ni como cuadro visual, pero el coro de la casa se lució junto con la siempre maravillosa orquesta de la casa, la Staatskapelle, que fue dirigida con tiempos ágiles y adecuado fraseo por Massimo Zanetti.

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