La bohème en Nueva York

Heidi Stober (Musetta) en la producción de Franco Zeffirelli de La bohème en el Met © Ken Howard

Noviembre 13, 2023. Muy acertada resultó la elección de la segunda serie de repartos propuestos por el máximo coliseo neoyorquino para la reposición de La Bohème de Giacomo Puccini en el inicio de esta temporada. A cargo del personaje protagonista, la soprano rumana Anita Hartig fue una Mimì de destacable desempeño que hizo gala de una voz de rico lirismo, bien proyectada y flexible, nunca forzada y de gran musicalidad. En lo interpretativo, lo mejor de su cosecha llegó con los pasajes más dramáticos, como en el aria ‘Donde lieta usci…’ y su agonía final ‘Sono andati? Fingevo di dormire’, donde ofreció un canto frágil, sensible y emoción genuina. 

Excelente, la soprano americana Heidi Stober, quien encarnó una desinhibida y pizpireta Musetta de impecable canto e inacabables recursos escénicos. La escena en la que buscó seducir nuevamente a Marcello y deshacerse de Alcindoro divirtió al público a más no poder. 

En una parte que no pareció depararle secretos, el tenor americano Stephen Costello concibió un bohemio escritor Rodolfo de muchos quilates, con una voz homogénea, de cuidado legato y agudos seguros y fáciles. Su canto matizado, su pulido fraseo y su intencionalidad en el decir le permitieron hacerse de un merecido triunfo personal en el aria ‘Che gelida manina’ y de paso se metió al público en el bolsillo a poco de iniciada la noche. 

Stephen Costello (Rodolfo) y Anita Hartig (Mimì) © Ken Howard

Como el pintor Marcello, al barítono ruso Alexey Markov no se le pudo negar ni la belleza de su voz, ni la calidad de su canto, ni sus buenas intenciones, pero dio la sensación de que no entendía un ápice de lo que estaba cantando. Por su parte, el bajo polaco Krysztof Baczyk hizo una composición desganada del filósofo Colline, pero eso sí, cuando tuvo que despedirse de su abrigo en la breve y melancólica ‘Vecchia zimarra’, supo aprovechar la ocasión para lucir unos graves profundos de rico esmalte como no se le habían escuchado hasta entonces. 

Completando el equipo de bohemios, resultó un lujo desmedido el barítono ruso Rodion Pogossov quien, con enorme oficio, sólidos medios vocales y una interpretación de manual, le dio a la breve parte del musico Schaunard una dimensión poco usual. Por su parte, el barítono escocés Donald Maxwell supo echar mano a una buena batería de recursos histriónicos para delinear con solidez y lejos de las caricaturas habituales, las partes del casero Benôit y del viejo protector Alcindoro. 

El coro tanto de los adultos como el de los niños, mostraron su estratosférico nivel de calidad. Al frente de la orquesta de la casa, el director italiano Carlo Rizzi hizo una lectura atenta a nunca perder el hilo de la trama, generosa de sutilezas y colores orquestales, pero que ahogó a los cantantes con su excesivo volumen.

Sirviendo a la casa desde hace poco más de 40 años, la legendaria y ultra-tradicional producción escénica firmada por el director italiano Franco Zeffirelli sigue despertando entusiasmo como el primer día gracias a su modélica dirección de actores, la espectacularidad de sus decorados y su despampanante vestuario. Interminables ovaciones finales de un público heterogéneo coronaron la labor de los intérpretes una vez caído el telón.

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