Die Zauberflöte en Trieste

Paolo Nevi (Tamino) en Die Zauberflöte en Trieste © Fabio Parenzan

Diciembre 7, 2023. No nos detendremos aquí en el carácter milagroso de la obra de Wolfgang Amadeus Mozart, en su revolución que, sin serlo, sentó las bases de un nuevo mundo musical, de un compositor que inició nuevos conceptos. La interpretación de Die Zauberflöte en el escenario del Teatro Lírico Giuseppe Verdi de Trieste fue casi perfecta a nivel musical y canora. 

Una dirección impecable, como la de Beatrice Venezi, conocida sobre todo por el anuncio en el que se veía su pelo rubio ondeando, aquí recogido en una muy modesta cola de caballo; una dirección que permitió a la Orquesta del Teatro Verdi resaltar todos los estilos y matices de los que era Mozart capaz en su última obra maestra. 

Los cantantes estuvieron impecables: desde la Pamina de Darja Auguštan hasta el Tamino de Paolo Nevi; pasando por Nicole Wacker, una aplaudida Reina de la noche por el aria del segundo acto ‘Der Hölle Rache kocht in meinem Herzen’ (‘La venganza del infierno hierve en mi corazón’), durante la cual ordena a su hija matar a Sarastro. Este fue el bajo Alessio Cacciamani. Y, de nuevo, el divertido Papageno de Vincenzo Nizzardo, el hombre que debería estar cubierto de plumas y que en cambio asume el papel de sirviente, conversador, intrusivo y entretenido, como debe ser. 

La flauta mágica de Mozart es un cuento de hadas y, como todos los cuentos de hadas antiguos, mezcla el drama con el amor y un final feliz, incluida la moraleja: que después sugiera ser un mensaje del simbolismo masónico realmente importa poco, porque si hoy, en el año 2023, pensáramos en hombres que siguen caminos de «verdad» armados de objetos simbólicos, como la flauta de Tamino, o de números como el 3, que recorre después toda la historia de la humanidad, permaneceríamos informados sobre su seriedad. 

La moraleja de La flauta mágica es la verdad, la virtud, la armonía del hombre en la razón que lo lleva a renacer en el amor, al que sin embargo solo unos pocos elegidos están llamados; los demás son gente sencilla del pueblo, a la que se le perdonan todas sus debilidades e ingenuidades, como Papageno, a quien se le expía su incapacidad para guardar silencio, incluso cuando esto se convierte en motivo de vida o muerte. Es un mundo oligárquico, que no permite transiciones de una condición a otra. Un mundo en el que las mujeres son protegidas, pero también son sumisas: “Un hombre debe guiar sus corazones, ya que sin él toda mujer suele desviarse de su propio camino”, dice Sarastro a Pamina. Afortunadamente, la sabiduría de Sarastro devuelve la calma cuando afirma que en su templo hay paz incluso entre los enemigos. 

La flauta mágica es también exotismo, que se desarrolló en aquel culto de Egipto que se extendió en Europa durante el siglo XVIII. Unos años más tarde, Napoleón invadió Egipto y se llevó a casa muchos hallazgos arqueológicos, un saqueo que durante mucho tiempo había sido una costumbre de los gobernantes. Egipto entra en escena a través de ese fondo de pequeñas pirámides, pero también con la cita de los cultos a Isis y Osiris, de los que Sarastro es sacerdote. En escena, los matices de un lejano Oriente cobraron vida con la serpiente-dragón, el juego entre el día y la noche, como en los cuentos de Las mil y una noches de Oriente Medio, los trajes más diversos y extravagantes, los peinados exagerados e inverosímiles para cada época, para dar la sensación de un cuento de hadas en un lugar y tiempo no especificados. 

La edición de Trieste de este importante Singspiele se cantó en alemán y se actuó en italiano. Las luces de Emanuele Agliati resaltaron espectacularmente los múltiples aspectos de la ópera y el director Ivan Stefanutti cuidó con esmero todos los detalles del vestuario y de las escenas, sin llegar a imponer, en ocasiones, un ritmo y una dinámica en la actuación. El Coro Verdi, dirigido por Alberto Macrì, estuvo bien expuesto en escena, junto con los artistas de los papeles menores: Chiara Maria Fiorani (Papagena), Marcello Nardis (Monostatos), Liu Ytian (Oradora), Francesca Bruni, Eleonora Filipponi y Antonella Colaianni (Las tres damas), así como Viktor Shevchenko y Gianluca Moro (Sacerdotes/Hombres armados), Caterina Trevisan, Francesca Clemente y Marina Lombardi (Los tres genios), y también Gianluca Di Canito, Luigi Silvestre y Francesco Paccorini (Los tres esclavos).

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