Beatrice di Tenda en Génova

Puesta en escena de Italo Nunziata de Beatrice di Tenda de Vincenzo Bellini en el Teatro Carlo Felice de Génova © Marcello Orselli

Marzo 17, 2024. Por lo que parece, esta ópera de Vincenzo Bellini, la penúltima, regresa en los últimos tiempos con cierta fuerza: reposiciones escénicas y en forma de concierto parecen querer quebrar una lanza por la vapuleada partitura. Por su argumento (y libretista, Felice Romani), se parece mucho a Anna Bolena de Gaetano Donizetti, aunque sin su fuerza dramática y con personajes (el “caballero amante” y la “dama de corte enemiga”) poco definidos. 

La fuerza de la obra radica en la labor del coro, el mayor cuidado por la orquesta y un intento de modernidad que parece seguir a la más experimental de sus obras, La straniera, y en la pareja dispareja que forman la protagonista (siempre un tanto quejosa) y su segundo marido, más joven y rencoroso, un Visconti (es extraño que Bellini se fijara en un acontecimiento histórico real, pero su musa, Giuditta Pasta, estaba muy interesada).

El Teatro Carlo Felice presenta cuatro funciones en una nueva producción, compartida con Venecia, confiada a Italo Nunziata. Unos módulos que suben, bajan, se deslizan, en colores pálidos entre grises y marrones, con vestuario de la época del compositor (aunque se trate de una iniciativa del proyecto “Génova, capital del Medioevo”), con la típica escena única que obliga a forzar situaciones y no muchas ideas sobre los movimientos de los cantantes. 

Angela Meade como Beatrice di Tenda en Génova © Marcello Orselli

Por fortuna, los dos principales logran destacar como deben. Angela Meade es totalmente convincente en su canto y en una voz de sus dimensiones no se sabe si alabar la generosidad e igualdad de los registros, la extensión, el dominio de la técnica con unas buenas agilidades y sobre todo unas notas filadas de calidad soberana. No es lírico-ligera, y menos mal. Mattia Olivieri, pese al anuncio de su indisposición, hizo un Visconti perfiladísimo como personaje y de canto noble y arrojado (su gran escena del segundo acto tal vez haya sido el ápice dramático y vocal de la velada, en la que su desagradable antagonista parece cobrar humanidad). 

También aplaudidos los más pálidos personajes de Orombello (un Francesco Demuro en la mejor actuación que le recuerdo, adecuada a su timbre y con un agudo muy firme y valiente) y Agnese (una Carmela Remigio que tiene que vérselas con una parte que puede ser abordada por una mezzo o una soprano). Con estos roles no se pueden pedir milagros de expresividad, pero actúan con suficiente credibilidad. 

Los dos roles comprimarios no tienen demasiado que hacer y lo hicieron bien: Manuel Pierattelli (Anichino) y Giuliano Petouchoff (Rizzardo). El coro, preparado por su maestro Claudio Marino Moretti tuvo una muy buena actuación en su extenso cometido y la orquesta del Teatro sonó bien y en estilo, preparada por el director musical Riccardo Minasi, buen concertador aunque en los conjuntos algunos momentos fueran un tanto saturados de volumen. 

Mucho público, muy bien dispuesto, interesado (ni un móvil), y muy aplaudidor durante y a final del espectáculo. Hacía tiempo que no veía tantos críticos (y no solo del país) en una función, buena prueba del interés que despertaba esta exhumación, que aquí llevaba sin verse 60 años.

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