Adriana Lecouvreur en Barcelona

Aleksandra Kurzak (Adriana) y Roberto Alagna (Maurizio) en Adriana Lecouvreur de Francesco Cilea en el Teatro Liceu de Barcelona © Sergi Panizo

Junio 17 y 19, 2024. En el Teatro del Liceu hemos pasado de tres repartos en la última reposición Adriana Lecouvreur, título muy amado, aunque no demasiado representado, a dos. Pero esta vez todo ha sido difícil y, del elenco original, solo quedaron un par de cantantes y, para mal, el director, Patrick Summers, una batuta que aquí funciona peor que en anteriores ocasiones (monótona, pesada, ruidosa y enfática), aunque la orquesta estuvo técnicamente correcta. Lo mismo el coro (preparado en este caso por el asistente, David Huy Nguyen-Phung). 

Como ocurre en todos lados donde se ha estrenado, la parte escénica sigue siendo la producción de David McVicar, sobre la que ya escribí en una reseña anterior: “procedente de Londres, fue elegante y satisfactoria, con mucha insistencia en el mundo del teatro.” Hoy por hoy se ha convertido en un clásico, y bien está que así sea. 

Más que correctos bailarines y comprimarios, salvo el poco adecuado Felipe Bou como Príncipe de Bouillon. El mejor de todos ellos, Didier Peri, en su debut en la casa, como Abate de Chazeuil, de lujo. 

De los Maurizio di Sassonia contratados solo quedó Freddie De Tommaso, en la que para mí ha sido hasta hoy la primera vez en que me convence plenamente en todos los aspectos, aunque siga insistiendo en emular a Mario del Monaco (que personalmente no me parece ideal para este rol). Roberto Alagna sustituyó a Jonas Kaufmann (aparentemente interesado en otros proyectos) y lo hizo como hace casi 15 años: con un timbre intacto, un fraseo apasionado y distinguido, y si bien es cierto que él también optó por la vehemencia, su brillo dio notable impulso a la interpretación. Su carisma es indudable.

Ninguna de las protagonistas apareció: Eleonora Burato canceló hace tiempo y Sonya Yoncheva hace muy poco (también, en ella, en apariencia tenía otros proyectos y tampoco parecía tener muy preparado el personaje; como ya ocurrió con su Gioconda de Milán, veremos si alguna vez termina de prepararlo). Las sustitutas fueron Valeria Sepe, una joven soprano italiana a la que no pude oír, por los cambios de repartos y de fechas, y Aleksandra Kurzak, que ofreció su competencia, su exquisitez en las medias voces y seguridad en los agudos, un centro y un grave más pobres y opacos y una dicción no siempre comprensible. Convincente artista, tuvo éxito.

Tampoco se presentó (en su caso creo que hay motivos serios que la disculpan) la primera Bouillon, Anita Rachvelischvili, con lo que el personaje quedó a cargo de Clémentine Margaine y Daniela Barcellona. La primera tiene un órgano vocal suntuoso, pero su fraseo es genérico, como su interpretación. Barcellona es más veterana y hay momentos de demasiado metal en su voz, pero sabe decir y, sin tener la figura ideal, dio mucho más la personalidad de la vengativa Princesa.

Michonnet a veces suele ser descuidado en la distribución, pero su personaje es tan central como generoso con el riesgo de caer en algunos clichés. Es lo que ocurrió con la personificación de Luis Cansino, material notable, proyección correcta, aunque mejorable, pero que exageró en la nota cómica y la dramática. Ambrogio Maestri, que podría haber sido otro caso parecido, evitó con cuidado esos escollos y además cantó muy bien (con un par de agudos algo forzados) y resultó sumamente creíble. 

Mucho público, aunque el teatro no estaba lleno y reacciones entusiastas, aunque cortas, tanto durante el espectáculo como al final del mismo. Y con esto acaba la temporada operística del Liceu hasta el inicio de la nueva en septiembre.

Freddie De Tommaso (Maurizio) y Daniela Barcellona (Bouillon) © Sergi Panizo

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