La dama de picas en Múnich

Lise Davidsen como Lisa en La dama de picas de Chaikovski en Múnich © Wilfried Hoesl

Julio 15, 2024. En el renombrado festival del mes de julio, con lo más selecto de la temporada finalizada y a veces alguna novedad, los títulos se presentan en dos funciones cada uno durante toda la semana. En esta oportunidad, el primero que he visto fue el de Piotr Ilich Chaikovski, para muchos la obra maestra de su producción lírica. 

La dama de picas (estrenada en San Petersburgo en 1890) es, simplemente, una obra fundamental del género y del siglo que la vio nacer. En esta ocasión se utilizó una nueva puesta en escena ya estrenada durante la temporada, de Benedict Andrews, del que vi por primera vez una producción y francamente espero no ver otra. 

Aparte de que se podó el intermedio mozartiano del segundo acto (dejando un coro que no tiene relación con nada), no se supo qué hacer con el coro más que ponerlo de pie o sentado haciendo gestos exagerados no siempre comprensibles, o bien cantando en off. Casi no hubo escenografía, y el cuadro en el cuartel pareció ocurrir en un burdel. Y el momento más “logrado”, que es el de la muerte de la Condesa (las sugestivas luces de Jon Clark fueron lo mejor del apartado escénico), se resintió ante la falta de relación directa entre ella y Hermann (que trata con las cuatro versiones más jóvenes de la aristócrata que fastidian lo suyo y luego son las cuatro prostitutas del cuadro siguiente). 

Por qué Lisa muere en un puente que más bien parece sacado de un cuadro de Edward Hopper, o la última escena donde el coro masculino está vestido como si todos fueran travestis no sé cómo explicarlo…

La dirección de Aziz Shokhakimov (aplaudido con fervor) fue buena, aunque de tiempos vivaces (a veces demasiado) y muy dada al efecto (por suerte las voces eran importantes o lo habrían pasado mal). La orquesta sonó espléndida (y fuerte) y el coro (preparado por Christoph Heil) lo mismo. 

No hubo un solo cantante fuera de papel, desde los que dicen un bocadillo hasta los principales, empezando por Lise Davidsen, una Lisa colosal, cuya voz parecía demasiado grande para la sala, aunque disfrazada como una rubia fatal del film noir norteamericano. El titular se encontró indispuesto y con apenas tiempo llegó a sustituirlo el excelentísimo Mikhail Pirogov en el papel de Herman. Violeta Urmana fue una muy buena Condesa, aunque quizá en estado vocal más precario, pero de actuación y fraseo más intenso. Roman Burdenko encontró en Tomski un personaje ideal para su tipo de canto y voz. Y Boris Pinkhasovich hizo un buen Yeletski, no sé si por marcación poco aristocrático, de canto algo monótono. Mejor que en el Liceu, Victoria Karkacheva pudo lucirse como Polina. De los demás, habría que descatar el Surin de Bálint Szabó e incluso el Chekalinski de Kevin Conners. Sala abarrotada y aplaudidora, con ovaciones delirantes, en particular para Davidsen, Pirogov y el director.

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