
Justina Gringytė—“Soy músico y soy cantante”

Justina Gringytė: «Me siento muy contenta de que compositores contemporáneos me inviten a interpretar sus obras» © Tommy Ga-Ken Wan
La mezzosoprano lituana Justina Gringytė ha sido galardonada como “Cantante Joven del Año” en los Premios Internacionales de Ópera y es graduada del Programa de Jóvenes Artistas Jette Parker del Royal Ballet and Opera de Covent Garden, donde, entre otras cosas, actuó en la Ceremonia de Apertura del Comité Olímpico para los Juegos Olímpicos de Londres junto a Renée Fleming, Bryn Terfel y Plácido Domingo, y en un concierto especial para celebrar el Jubileo de Diamante de la Reina Isabel II.
Justina es considerada una estrella emergente del mundo de la ópera. Aclamada como Carmen, su actuación con la English National Opera (ENO) se proyectó en directo en cines, ganando una gran legión de admiradores y haciendo que el mundo de la ópera voltease a ver a esta Carmen rubia de voz seductora.
Originaria de Alytus, Lituania, ha actuado en varias de las principales compañías de ópera del mundo, incluidas la Ópera Nacional de París, el Teatro Real de Madrid, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, el Royal Ballet y la Ópera Covent Garden, la Ópera Escocesa, la Ópera Nacional de Gales, el Teatro Massimo Palermo, la Ópera Bolshoi, el Teatro de Ópera y Ballet de Novosibirsk, la Ópera Nacional de Corea, la Ópera Nacional de Lituania, la Ópera de la Ciudad de Vilnius, la Ópera de Israel y la Ópera Nacional de Letonia.
Sus numerosos papeles protagónicos incluyen a Amneris (Aida), Preziosilla (La forza del destino), Maddalena (Rigoletto), Meg Page (Falstaff), Suzuki (Madama Butterfly), Tigrana (Edgar), Romeo (I Capuleti e i Montecchi), Sara (Roberto Devereux), Carmen de Bizet, Dalila (Sansón y Dalila), Margarita (La damnaton de Faust), Teresa de Massenet, Dulcinée (Don Quijote), Hänsel (Hänsel und Gretel) y la Princesa Eboli (Don Carlo), rol que debutará el próximo 30 de octubre en la Ópera Nacional de Lituania.
Igualmente solicitada en el ámbito de los conciertos, ha colaborado con importantes orquestas como las Filarmónicas de Estrasburgo y Londres, Philharmonia, la Royal Philharmonic, las Sinfónicas de Birmingham, Frankfurt, Milán, la RAI, la Orquesta della Svizzeria Italiana, la Orquesta Simón Bolívar, la Orquesta Nacional Vasca, la Sinfónica Estatal de Lituania y la Filarmónica Nacional de Lituania, y ha ofrecido recitales de canciones en salas de renombre como Wigmore Hall.
Ha trabajado bajo la batuta de directores como Andrea Battistoni, Gustavo Dudamel, Edward Gardner, Mirga Gražinyt-Tyla, Susanna Malkki, Ludovic Morlot, Yannick Nezet-Seguin, Kazushi Ono, Antonio Pappano, Evelino Pidò, Sesto Quatrini, Carlo Rizzi, Daniele Rustioni, Giacomo Sagripanti, Esa-Pekka Salonen, Tugan Sokhiev, Robert Treviño y Xian Zhang.
Para Deutsche Grammophon ha grabado las Songs of Sunset and Dawn de la compositora lituana Raminta Šerkšnyte (nominado al Gramophone Award), las canciones de Medtner y Rachmaninov (que fue nominado al Gramophone Award), ambos con el pianista Ian Burnside para la marca Delphian.
Para celebrar el lanzamiento de su nuevo disco, en donde canta 20 Canciones Op. 21 de Georges Bizet, y para platicar un poco sobre su carrera, Justina Gringytė platicó con Pro Ópera desde Vilnius, entre ensayos de Don Carlo.

Carlos Aransay, Justina Gringytė y Malcolm Martineau
Este año se conmemoran los 150 años de la muerte de Georges Bizet, por lo que fue una fantástica idea grabar este disco con 20 canciones de este compositor que son muy poco conocidas. ¿Cómo surgió la idea de abordar este material?
Es una larga historia, pero trataré de contarla lo más breve posible y en el orden en el que sucedió todo. Cuando formé parte del programa de jóvenes artistas en la Royal Opera House, entre 2011 y 2013, el maestro David Syrus, que era el jefe del departamento de música, trajo a una de nuestras sesiones un libro y me dijo: deberías de echarle un ojo a estas canciones de Bizet.
Tomé las partituras, pero cuando uno forma parte de los programas de jóvenes talentos de las casas de ópera, tiene muchos ensayos y está constantemente estudiando papeles, además de cubrir roles y hacer recitales. No tenía yo el tiempo para trabajar en esas canciones de manera minuciosa. Eso sí, de alguna manera, la semilla de la curiosidad por ellas quedó sembrada en mi mente.
Corte a 2015, cuando hice mi primera gran producción de Carmen en la ENO, y un admirador veterano me regaló un libro de Hugh Macdonald, el gran musicólogo, sobre la vida de Bizet. Me dedicó el libro y yo lo puse en mi librero con los libros importantes y ahí se quedó un tiempo. Honestamente, la primera hojeada que le di a sus páginas fueron para leer solo sobre Carmen, y me pareció muy interesante que Macdonald analiza todo por periodos de composición.
Luego llegó la COVID y me quedé encerrada en casa con mis libros y mis partituras y todo ese tiempo, el libro sobre Bizet me llamaba la atención. Fue entonces cuando decidí estudiarlo y analizarlo como músico, porque tenía yo ya el tiempo para adentrarme en él. ¡Quedé fascinada! Todos leemos biografías sobre compositores, pero en este caso leí la biografía de tal manera que me metí en el mundo de Bizet completamente. Al terminar el libro, hablé con mi agente, con mi esposo, con Carlos Aransay (mi asesor vocal), y tuve una corazonada.
Los teatros todavía hoy me piden hacer Carmen, pero ya he pasado más a hacer óperas de Verdi, Wagner y otros compositores franceses. Hice demasiadas funciones de Carmen y tenía que dejarla ir y seguir adelante. ¡Y mis rodillas me dolían mucho también! [Ríe.] Me di cuenta del genio de Bizet y quería adentrarme en sus otras obras; fue cuando decidí estudiar y cantar las 20 Canciones Op. 21. En ellas están sus diez años más importantes de composición; al analizar las canciones y su lenguaje musical, me di cuenta de que Bizet no estaba sujeto a las reglas académicas de composición. Se permitió libertades sin que nadie le dijera nada. Al estudiarlas, uno puede sentir la influencia de Gounod en varias de sus canciones, o su homenaje a Beethoven.
Me fascinó también poder estudiar el acompañamiento, porque yo me gradué primero como pianista en el Conservatorio; al tocar las canciones quise tener la idea de qué estaba pasando en cada una de ellas con la melodía. Pude darme el tiempo, disfrutar y degustar cada una sin la presión de una fecha límite para hacer la grabación o un concierto con ellas.
Al principio pensé en poner las canciones en el disco en orden cronológico, pero hay algunas que se compusieron en un mismo año y tendría que saber qué día y mes exactamente, entonces mejor preferí llevar el orden que traían en el libro de la edición de Choudens. Me encontré entonces en un viaje extraordinario a través de su música. Son canciones que, al principio, parecen muy simples, pero en realidad son bastante complicadas de cantar. Como música, aprendo rápido mis partituras; pero en este caso, sí fue difícil aprendérmelas. Bizet hace cosas muy extrañas en sus canciones: cuando piensas que hay una parte fácil, él te cambia el tono o hace algo que te hace preguntarte: “¿De dónde sacó eso?” Viví con estas canciones varios años, queriendo hacerlas mías, darles mi propio sello. Tuve que evitar oír cualquier interpretación de otras cantantes de algunas de las canciones para focalizarme en lo que a mí me decía Bizet en ellas como compositor.
Para el proyecto de montar las canciones tuve a mis maestros con los que tomaba clase, mi asesora de pronunciación en francés, a Carlos Aransay, mi pianista. Todos ellos me ayudaron y la manera de interpretar algunas de las canciones fue cambiando en el proceso. Sentía que, ahora que tenía el tiempo para dedicarme de lleno a ellas, lo tenía que aprovechar. Antes andaba siempre a las carreras, en los años de estudiante, cuando iniciaba la carrera, cuando estaba en un opera studio. Pero llegó un momento en que pensé: “¿Y cuándo será el momento en que yo proponga algo nuevo, que yo haga algún descubrimiento?” Le presenté el proyecto a Ondine y les encantó la idea, llamé a Malcolm Martineau para que me acompañara en el piano y dijo que sí inmediatamente. Cantar con él hace que la interpretación de cada canción se sienta expresiva; se entrelazan su instrumento con mi voz.
¿Cómo fueron los ensayos con Martineau?
Desde el principio ambos sentimos que la música que interpretábamos fluía de manera orgánica. En este tipo de canciones, uno debe tener un compañero en el cual confías, con el que te sientas cómodo, para poder ser vulnerable y no juzgar. Hay que crear la música.

Amneris en Aida de Giuseppe Verdi en la Ópera Nacional de Lituania
Hay que mencionar también que, en estas canciones, te toca cantar textos bellísimos de poetas y escritores tales como Victor Hugo, Michel Carré, Lamartine…
Hablo un poco el francés, pero siempre trabajo mis textos con una asesora maravillosa del idioma que se llama Florence Daguerre de Hureaux. Ella vive en Londres y viajaba yo a verla para trabajar en los textos en los cuales pasamos horas analizándolos y luego cantándolos. Queríamos encontrar esa dulzura y lograr que cada palabra transmitiera el mensaje emotivo necesario. Florence me ayudó mucho a poner las palabras en mi boca y en mi alma, en esa conjunción que deben tener palabra y música.
Me sirvió también que, desde pequeña, mi mamá me enseñó a leer poesía. Ella era actriz y hacia sus funciones; en la cocina cantábamos y leíamos poesía. Leía yo muchas obras de teatro, participé varias veces en competencias de recitación. Mi mamá me ayudaba a prepararme y aún ahora leemos poesía juntas. La literatura está muy presente en nuestro hogar. Como alguien con un alma romántica, es otra manera de expresar lo que el alma dice. La expresividad que tiene uno cuando recita un poema no lo tienes en otro arte. Con la música, Bizet le da a esas palabras la oportunidad de hablar, no las cubre. Me sentí, de alguna manera, conectada con mi infancia, con los valores de mi familia, al recitar los textos de las canciones y preparar este disco. Ha sido una experiencia muy enriquecedora.
Leí que su padre era cantante y su madre actriz. Es la combinación perfecta para una cantante de ópera. Cuando haces un recital de canciones con público, me imagino que tú, como cantante, sientes la vibra o la reacción del público al contar cada una de las microhistorias dentro de cada pieza. ¿Cómo logras crear esa atmósfera al grabar canciones en un estudio de grabación?
Contamos en esta grabación con los ingenieros de la compañía Baltic Mobile Recordings para crear la atmósfera, y también hubo el detalle de que el ingeniero de sonido puso el micrófono entre Malcolm y yo, poniéndome enfrente del pianista y no a un lado o lejos. Así que teníamos contacto visual todo el tiempo. Todo se lo canté directamente a Malcolm, nunca a una sala vacía. Así pudimos tener una conexión maravillosa durante cada una de las canciones.
Es curioso porque vivo en un doceavo piso, y cuando practico en mi departamento y veo hacia la ventana, en ese momento siento que le estoy cantando a todo mundo. Recuerdo cuando tenía entre 5 y 6 años, tenía el audio de El mago de Oz en lituano con actores lituanos, y me sabía todas las canciones. Solía abrir la ventana y les cantaba a los que pasaban o, si no había nadie, seguía recitando los diálogos o cantaba al vacío y me sentía como si le tuviera que dar todo eso que yo sentía al cantarle a alguien. Creo que soy así aún, después de tantos años.
Si tuvieras que elegir tus canciones favoritas del grupo de 20 que grabaste, ¿cuáles serían?
‘Ma vie a son secret’, ‘Une prie pas’… Es difícil escoger cuáles… Pero creo que sí: me quedaría con ‘Ma vie a son secret’. ‘Serenade’ también es divina, aunque solo son tres páginas.
Debo decir que hace mucho tiempo me prometí a mí misma que no me encasillaría solamente en hacer ópera; soy músico y soy cantante. Me gusta muchísimo la ópera, la música sinfónica (Mahler está siempre en mi corazón), y amo las canciones. Adoro cantar recitales. Quiero que, cuando me retire (que espero sea en muchos años) pueda sentir que tuve la oportunidad de crear y de expresarme a través de mi musicalidad, de mi intelectualidad y de mis emociones en esos tres mundos musicales (ópera, música sinfónica y canción).
Cuando estaba preparando las canciones de Bizet, estaba también cantando Amneris, así que Carlos (Aransay) me aterrizaba en el estilo para pasar de la ópera italiana grandilocuente a las canciones más intimistas de Bizet. Es una manera muy distinta de cantar y de abordar la música. No es lo mismo hacer pianissimi con una orquesta de fondo en una ópera que en un recital a piano en una sala de conciertos más pequeña. Fue un trabajo muy enriquecedor para mí, aunque también fue un viaje emocional muy fuerte. Hubo momentos en que quería tirar la toalla porque me enfermé o porque no me salía tal o cual frase; al final, reuní las fuerzas necesarias y todo salió bien. Me convertí en una mejor artista gracias a las canciones de Bizet Op. 21.

Sean Panikkar (Don José) y Justina Gringyte Carmen en el London Coliseum © Tristram Kenton
Eres una mezzosoprano que ha cantado varias veces Carmen. ¿Crees que tu manera de interpretarla en un futuro va a cambiar ahora que se has adentrado tanto en Bizet, su vida y sus canciones?
No he cantado el papel desde entonces así que… no sé. Me gustaría cantarla de nuevo para saber cómo la siento ahora. Creo que la manera de interpretar Carmen está muy relacionada con la visión del director de escena con el que te toque trabajar. Me gusta colaborar con los registas y crear juntos el personaje, hacer su visión de la ópera. Mis actos favoritos de Carmen son el tercero y el cuarto; el dueto final con José es extraordinario. Tal vez la vuelva a cantar en un futuro…
Platiquemos ahora sobre el papel que estás a punto de debutar en la Ópera Nacional de Lituania: la Princesa Eboli de Don Carlo.
He cantado las arias en concierto y me habían pedido cantarla varias veces completa durante los primeros años de mi carrera. Aunque mi voz corre muy bien y puede oírse sobre una orquesta grande, pensé en ese entonces que era muy temprano cantarla tan joven. Lo mismo me pasó con papeles como Amneris o Azucena. Con Eboli por fin se alinearon los astros y tuve espacio en mi calendario para debutarla en la Ópera de Lituania. Estoy muy emocionada porque amo el papel y adoro la música; interpretaremos la versión en italiano. ¡Me encanta cantar ‘O don fatale’ y el trío de Eboli, Carlos y Rodrigo!
Me sorprendió mucho saber que has cantado el Romeo en I Capuleti e i Montecchi de Bellini.
Me gustó mucho cantarlo. Debo decir que para algunos papeles tiene uno que darse su tiempo para abordarlos. Hoy en día canto seis funciones de Amneris y no me canso; me siento técnica y vocalmente madura para poder afrontarla como se debe. Se lo que hago en escena y no estoy corriendo ningún riesgo.
Pero hay momentos, cuando eres un cantante emergente, que quemas todas tus posibilidades vocales y te arriesgas mucho a lastimarte. Y lo entiendo porque te llegan las ofertas de los teatros al ver tu calidad y quieren que cantes papeles que todavía no estás lista para interpretar. Tenía yo veintitantos años cuando me invitaron a cantar mi primera Azucena en Il trovatore y, obviamente, les dije que no.
Afortunadamente, cuando cumplí los 37 años, Carlos Aransay me dijo que ya había yo llegado a la etapa vocal en la cual ya podía abordar roles más pesados, por la madurez que había adquirido. Comencé entonces otra etapa de mi carrera con el repertorio adecuado a mi momento vocal. ¡Se siente bien madurar!
Hiciste el típico recorrido de repertorio de una mezzo: empezar con Mozart (Cherubino, Idamante, Sesto, Dorabella), luego bel canto y después ópera francesa…
No, no hice ese recorrido tal cual: sí hice la suplencia de Dorabella y también me aprendí el papel de Idamante cuando estaba en el Ópera Studio. Curiosamente ellos me dijeron que nadie quería oírme en ese repertorio. En nuestro mundo de la ópera, cada país y cada compañía requiere distintas cosas: oyen diferente las voces en cada país.
Hice muchas Maddalenas de Rigoletto, que te enseña a desenvolverte en escena, por ejemplo. Canté Le roi d Lahore de Massenet, Hänsel en Hänsel und Gretel, me aprendí Sesto de La clemenza di Tito, pero nadie me contrató para hacerlo. De bel canto también cante Sara en Roberto Devereux de Donizetti. Me siento afortunada de que también he abordado repertorio de concierto y música contemporánea.
A propósito, cuéntanos sobre tu participación en la grabación de Songs of Sunset and Dawn de Raminte Šerkšnytė.
Me siento muy contenta de que compositores contemporáneos me inviten a interpretar sus obras. Žibuoklė Martinaitytė, compositor lituano que vive en Nueva York, me compuso una obra de 40 minutos llamada Enheduana y la vamos a grabar. Amo la música de Šerkšnytė; estamos en contacto y siempre platicamos de qué podría grabar de sus obras.
En esa grabación que mencionas, yo formaba parte del cuarteto de voces (soprano, mezzo, tenor y bajo) que la interpreta. No tuve partes como solista, pero disfruté mucho hacerla porque mi voz es un instrumento. Me gusta mucho trabajar con compositores vivos; colaboré también con John Corigliano cantando su ciclo de canciones ‘One Sweet Morning’. Son piezas muy difíciles de aprender y de interpretarlas sin comprometer tu voz. Es increíble tener a la mano al compositor, que está vivo, y al cual puedes plantearle tus dudas. En el caso de Verdi, puedes leer en su biografía lo que le comentaba en cartas a otros sobre su visión de sus personajes o de la música que componía. De los compositores actuales, amo a John Adams; mi esposo trabajó con él.

Gala de Ano Nuevo con la Tonnhale Orchester de Zúrich, dirigida por Robert Treviño
También cantas música sinfónica. ¿Cuáles son tus piezas favoritas en este repertorio y qué tan frecuentemente tratas de insertar en tu itinerario un concierto sinfónico?
Adoro cantar Mahler; estoy preparando actualmente los Kindertotenlieder. No quiero planear tan estrictamente lo que voy a cantar porque uno nunca sabe lo que va a suceder en el mundo. Me gusta hacer obras que me importan, que me interesan; es el caso del disco de canciones de Bizet. Tal vez a nadie más le importen, pero a mí sí. Es importante balancear en tu carrera lo que cantes y cuándo lo haces: por ejemplo, después de cantar por un mes una ópera completa, trato de descansar mi voz y adecuarla para después poder hacer un recital a piano; así cantaré en estilo y con la emisión correcta.
¿Qué planes futuros nos puede compartir?
Debutaré Eboli el 29 de octubre en Vilnius, y cantaré mucho Mahler: con mi esposo, el director de orquesta Robert Treviño, iremos a Bucarest, Rumania a cantar la Tercera Sinfonía de Mahler y en Israel cantaré Das Lied von der Erde, que el año que viene cantaré en Parma. Y próximamente saldrá al mercado un nuevo disco.