Falstaff en Bruselas

Simon Keenlyside protagonizó Falstaff de Giuseppe Verdi en el Théâtre la Monnaie de Bruselas © Clärchen Baus

 

Septiembre 26, 2025. La nueva era del Théâtre de La Monnaie de la capital belga, bajo la égida de Christina Scheppelmann, da comienzo con esta coproducción con Madrid y otros teatros de la última fatiga lírica de Verdi (por supuesto que se trata de un espectáculo preparado por su predecesor). 

Como es sabido, Falstaff, de Giuseppe Verdi, no es el título preferido de muchos verdianos incondicionales porque el Gran Vegliardo se les ha vuelto moderno a la vejez. A quien esto firma le ha resultado siempre fascinante, incluso a sus dieciocho años, cuando la vio por primera vez en una ejemplar versión en el Colón bonaerense. Creo que es de esas obras que, como los buenos vinos, ganan con el tiempo. Lúcida, desilusionada pero no pesimista, irónica pero no vulgar, hay una inmensa sabiduría conjuntada con una inmensa piedad por esos manojos de nervios, deseos y prejuicios que somos los seres humanos cuando lleguemos a la edad adulta (claramente se salvan los dos jóvenes enamorados, aunque en esta versión haya una posibilidad de pequeña duda de si irremediablemente se convertirán en una reedición del matrimonio Ford, padre de la chica). 

Laurent Pelly, coautor también del vestuario, firma un espectáculo más inclinado al aspecto más humorístico y cínico, pero lo hace bien, aunque desplace la acción (por los decorados y trajes) a principios del siglo XX. Caracteriza muy bien a los personajes y, como tiene muy buenos actores, todos salen beneficiados. Las diferencias tienen que ver con la importancia y dificultad de los roles. Y aunque el reparto es bastante homogéneo, pero no siempre sobresaliente, ha habido suerte en contar con el primer Falstaff de otro Sir, Simon Keenlyside, que abandona su óptimo Ford para pasar a su más maduro rival. No es novedad que el gran barítono hoy irlandés sea un artista fenomenal de gesto exacto, un fraseador sutil que aprovecha cada frase de Verdi-Boito, a las que adereza con sus ojillos pícaros y brillantes, pero se presenta en perfecto estado vocal, con la voz más oscura, utilizando algunos falsetes de tradición, y con su aporte personal se mantiene en la línea de sus grandes predecesores (como si se diera una mezcla de Giuseppe Taddei con Geraint Evans).

Quien estuvo vocalmente más a su altura fue la Nannetta de Benedetta Torre, pizpireta y admirable en su solo de reina de las hadas. En la parte interpretativa en cambio tuvo una seria rival en la Mrs. Quickly de Daniela Barcellona, desternillante sin vulgaridad y con un buen grave, aunque tal vez prudente en exceso en su canto.

Lionel Lhote ha sido siempre una seguridad y su Ford fue muy estimable, aunque no memorable. Bogdan Volkov es un simpático Fenton de buena figura y acción, y canta bien, aunque presenta hoy un timbre algo blanquecino. Los dos servidores de Falstaff fueron los muy adecuados Patrick Bolleire (Pistola) y, sobre todo, Mikeldi Atxalandabaso, divertidísimo Bardolfo. Por desgracia, el Cajus del óptimo John Graham-Hall se presentó absolutamente desgastado en su registro agudo. De las otras dos comadres, si la Meg de Marvic Monreal tiene momentos en que parece un lujo para la parte, la Alice de Sally Mathews (bien interpretada) no presenta ni el timbre ni el registro centro-grave más indicados para su personaje. 

Estuvo buena la no muy larga intervención del coro preparado por Emmanuel Trenque, y la orquesta tocó impecablemente bajo la batuta del asistente de Alain Altinoglu (en esta y otra función, Ouri Bronchti, que es de suponer siga la línea del titular en la que pesa quizá demasiado la aproximación sinfónica y un sonido menos brillante que lo natural en algunos momentos como el extenso diálogo de Ford y Falstaff). La sala se mostraba a rebosar, hubo mucha risa, y grandes aplausos al final para todos.

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