Una conversación con Leila Guimarães

Leila Guimarães: “Canté en todos los teatros de Italia que podía”

 

La gran soprano brasileña está en São Paulo para el quinto ciclo del proyecto llamado Si no es agudo, es grave: encuentro de generaciones en la ópera, que tiene curaduría de Paulo Esper, director de la Cia. Ópera São Paulo. Leila está preparando a jóvenes cantantes, que presentarán extractos de la ópera Fosca, de Antônio Carlos Gomes.

Conocí a Leila Guimarães en Passa Quatro, en el sur de Minas Gerais, donde la soprano reside actualmente. En su casa, después de un poco de conversación, ella dice: “¡Quiero cantar algo para ustedes! ¿Una canción?” Dejamos, claro, que ella eligiera. Revuelve algunas partituras, se sienta al piano, y he aquí que, para quien estaba esperando alguna canción de Heitor Villa-Lobos o Carlos Gomes, viene una gran sorpresa: ¡de la voz de Leila brota Sieglinde!

Lejos de los palcos escénicos hace algunos años, Leila quiere volver a cantar. O mejor: necesita cantar. Ella ha estudiado, vocalizado, cantado y “va surgiendo cada vez más voz”. ¡Y qué voz! Leila es la típica cantante de voz potente que consigue domar muy bien. Sí, ella doma la voz, pero no la necesidad de cantar, que continúa dominándola a ella.

Esto porque cantar forma parte de la vida de Leila Guimarães desde la infancia. A los ocho años, ella ganó un concurso de aficionados y, a continuación, comenzó a cantar en el coro de la escuela, en Volta Redonda, su ciudad natal. A los nueve años, hizo su primer solo, en una presentación de Navidad. A esa tierna edad, Leila ya tenía una voz respetable: casi salió del coro porque, como su voz era muy fuerte, el regente quería colocarla al fondo, y ella no aceptó de ninguna manera. En casa, ponía LPs de ópera en el tocadiscos y se ponía a cantar “esas cosas muy agudas”, contó. Fue necesario, incluso, que su padre conversara con los vecinos.

Todos en la familia de Leila gustaban de cantar, pero música popular. Cuando su padre se dio cuenta de que a ella le gustaba cantar ópera, la colocó, a los 11 años, en clases de canto. En esas alturas, ella ya sabía música y ya tocaba piano. A los 19 años, se casó y se mudó a Río de Janeiro, donde se matriculó en la Escuela Nacional de Música. “El primer día que llegué allá, fui a la Escuela Nacional de Música”, contó Leila. De los 19 a los 22 años, pasó a hacer concursos de canto para adquirir experiencia. “¡Hice siete concursos de canto en Río de Janeiro y gané todos los siete!”, recordó la soprano. A los 22 años, quedó en cuarto lugar en el Concurso Internacional de Canto, pero ganó los premios de mejor intérprete de Villa-Lobos, mejor intérprete de Marlos Nobre y de mejor cantante brasileña del concurso. “¿Sabes quién me entregó ese premio? Rolf Liebermann, director de la Opéra de Paris, que llegó a mí en el camerino y dijo: ‘Ve adelante, porque tienes un futuro’”, y le aconsejó estudiar fuera.

 

Leila Guimarães (Mimì) y Luciano Pavarotti (Rodolfo) en La bohème de Puccini en la Ópera de Filadelfia

 

El inicio de la carrera y La bohème con Pavarotti 

En 1978, cuando la compañía de ópera del Teatro Colón vino a Río de Janeiro, ella debutó profesionalmente en el Theatro Municipal, no haciendo un papel pequeño, sino como Desdemona en Otello. Después, vinieron Tosca y Ceci (en Il Guarany). “Ahí no paré más de cantar.”

En São Paulo, debutó en 1979 en el Theatro Municipal como Ilara en Lo Schiavo, mismo papel que cantó en Uruguay. Volvió al TMSP en 1981, cuando fue Mimì en La bohème.

Fue en el mismo año, en el Municipal de São Paulo, la selección para la final del Concurso Pavarotti, que ocurriría al final del año, en Filadelfia, para elegir los solistas que cantarían La bohème con Luciano Pavarotti en la Ópera de Filadelfia. Leila fue elegida para participar en la final. “Fui para allá con mi maletita, salí de Volta Redonda, sin hablar inglés, con trescientos dólares en el bolsillo… Cuando me subí al avión, empezó a darme un dolor de muela… Ahí mi muela del juicio empezó a hincharse, quedé con una bola aquí del lado”. Así que llegó a Filadelfia, Leila fue llevada al dentista, quien le drenó la infección y se deshinchó. El dentista dijo que ella podía arriesgarse a cantar, pero él se lo desaconsejaba. Su prueba era en dos días. Claro, ella cantó.

Había “miles de personas cantando, del mundo entero. Había rusos, japoneses, coreanos… y ¡americanos había demasiados! Todos cantaban muy bien”, recuerda Leila. Ella observó que las concurrentes iban de pantalón jeans, sin preocuparse de su presentación ni de la encarnación del personaje. “Compré un vestidito estilo Mimì, me solté el cabello… ¡y era Mimì!”

Pavarotti “mandaba a todo el mundo parar. Las personas empezaban a cantar, y él les interrumpía, diciendo: “Grazie! Grazie! Arrivederci!”, cuenta Leila, que ya estaba lista para ser interrumpida al inicio del aria. No fue así. “Él me dejó cantar el aria completa, ‘Sì, mi chiamano Mimì’… toda. Después, me pidió que cantara la segunda aria, ‘Donde lieta uscì’. Luego, el final, ‘Sono andati’. 

“Ahí él dijo: ‘Ahora canta el final del dueto [del primer acto], con ese Do. Pensé: ‘Ahora voy a tener que sostener esta nota ocho tiempos, como está escrito en la partitura. Canté ese Do como nunca lo canté en la vida.” Cuando terminó, Pavarotti cerró la audición: en Leila Guimarães encontró la Mimì que buscaba.

De ese modo, con regencia de Oliviero de Fabritiis y dirección escénica del compositor Gian Carlo Menotti, Leila cantó La bohème al lado de Pavarotti en el teatro de la Ópera de Filadelfia en 1982. La función fue transmitida para el país entero por la emisora americana PBS y ganó el premio Emmy. Lamentablemente, en YouTube no está el video entero, sino solo algunos extractos.

 

Los estudios con Nell Rankin 

Además del papel de Mimì en La bohème, Leila también ganó una beca para estudiar en la Academy of Vocal Arts (AVA), en Filadelfia. Allá, fue a tener clases de canto con Nell Rankin, mezzosoprano americana que fue estrella del Metropolitan Opera por 25 años. “Era la mejor profesora de canto de todos los Estados Unidos”, afirma Leila.

Pavarotti estaba recomendando el nombre de Leila a otros teatros americanos, pero Rankin tenía otros planes: Leila tendría que parar todo y, durante un año, quedarse solo estudiando y vocalizando con ella, para modificar toda su técnica que, según la maestra, era muy instintiva. Leila aceptó, pero eso implicaba quedarse sin renta. Ella cuenta que llegó a pensar en desistir, y solo consiguió cumplir ese período porque tuvo todo el apoyo de Rankin. La profesora, inclusive, pasó a darle clases de canto también en Nueva York, en Carnegie Hall, sin cobrarle nada.

Hasta que llegó un día en que Leila vio un anuncio de audición para La bohème en la Ópera de Filadelfia. El mismo papel, en el mismo teatro en que había cantado con Pavarotti. Leila fue a inscribirse, pero ni tuvo que hacerlo: cuando la directora del teatro la vio, le dio el papel de Mimì en el acto.

Leila fue a contarle a Rankin, temiendo perder a la profesora o tener que dejar la producción. Rankin, sin embargo, pensó que ella ya estaba madura técnicamente y la preparó para volver al papel de allí a cuatro meses. Leila fue alumna de Rankin por seis años, y atribuye a la técnica que aprendió con ella el hecho de tener voz hasta hoy: “Esto es lo más importante de mi carrera; el resto son las cosas que hice”.

 

Como Magda Sorel en The Consul, con Gian Carlo Menotti

 

La carrera en Europa 

Después de presentarse en varios teatros de los Estados Unidos (como el Kennedy Center en Washington, o el Mann Music Center en Filadelfia, para 25 mil espectadores), Leila viajó a Frankfurt, Alemania, para pasar un año preparando Aida, Il trovatore y Un ballo in maschera.

Después de ese período de estudios, volvió a Río de Janeiro, donde conoció al crítico musical Marcus Góes, con quien se casó en cuatro meses. Pronto la pareja se mudó a Europa, para que Leila pudiera dar secuencia a su carrera. Al llegar a Italia, Leila encontró una colega de los tiempos de AVA, casada con el director de la Ópera de Sofía, en Bulgaria, que tenía una compañía ambulante que hacía giras por Europa. Leila formó parte de esa gira, donde cantó Mimì, Abigaille de Nabucco, Elsa de Lohengrin y la soprano solista de la Novena Sinfonía de Beethoven.

Uno de los teatros por los cuales la gira pasó fue el de la Ópera de Dijon. Allá, Leila cantó Lohengrin y fue vista por el director de la casa, que la invitó a integrar el elenco estable. Ella cantaría todos los papeles de su repertorio: Abigaille, Aida y Amneris, Norma y Adalgisa, Tosca… Leila se fue a Dijon y se quedó cinco años por allá.

Después de Francia, vino Italia. Con residencia en Milán, Leila hizo diversas audiciones: “De cada cinco audiciones, pasaba dos”. Y, en los teatros en que no pasaba, volvía, hacía nueva audición, y pasaba: “Canté en todos los teatros de Italia que podía”: Parma, Torino, Palermo, Catania, Roma…

En la ópera de Montecarlo, Leila volvió a encontrarse con Gian Carlo Menotti y fue, una vez más, dirigida por él. Él la eligió para cantar en su ópera El Cónsul.

Leila hizo toda su carrera italiana con pasaporte brasileño, lo que le rindió el título de Ciudadana Benemérita, concedido por la Asamblea Legislativa del Estado de Río de Janeiro.

 

 

Intérprete de los grandes compositores brasileños 

Aunque haya cantado música de Carlos Gomes más en recitales que en producciones de ópera, Leila está entre las intérpretes de referencia del compositor brasileño. Lo mismo puede decirse respecto de la obra de Villa-Lobos. ¿Quién consigue permanecer con ojos secos al oír a Leila cantar ‘A gente sofre sem querer’, en el Martelo, de las Bachianas Brasileiras nº 5?

El disco Villa-Lobos: melodias populares que Leila grabó en 2013, acompañada al piano por João Carlos Assis Brasil, atestigua la calidad de su interpretación. El disco está disponible en plataformas de streaming, como Spotify.

No es exagerado decir que Leila Guimarães figura entre las sopranos más importantes de la historia del canto lírico brasileñoesto considerando no solo su carrera, sino la calidad de sus interpretaciones.

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