Dead Man Walking en San Francisco

Imagen de la puesta en escena de Leonard Foglia de Dead Man Walking de Jake Heggie y Terrence McNally en la Ópera de San Francisco © Cory Weaver
Septiembre 17, 2025. Para conmemorar el vigésimo quinto aniversario del estreno mundial de Dead Man Walking, llevado a cabo en este mismo escenario el 7 de octubre del 2000, la Ópera de San Francisco decidió este título en un prólogo y tres actos del compositor estadounidense Jake Heggie (1961) con libreto del dramaturgo Terrence McNally (1938-2020), basado en el libro homónimo, editado en 1993.
El libro recopila las memorias de la hermana Helen Prejean (1939), religiosa católica estadounidense defensora de la abolición de la pena de muerte, quien es uno de los personajes principales, que aborda de manera profunda y humana temas relacionados con la justicia, la redención, el perdón y la condición humana. Se enfoca especialmente en las implicaciones morales que se desprenden de la pena capital, aún vigente en algunas regiones de los Estados Unidos, como en la penitenciaria estatal de Luisiana (conocida como Angola), lugar donde se sitúa la trama de la ópera, y su estrecha relación con el personaje de Joseph De Rocher, quien es condenado a muerte.
A pesar de haber sido comisionada por San Francisco, y de haber obtenido un resonante éxito en este escenario, además de ser un importante logro de la gestión del legendario Lofti Mansouri, entonces director general de este teatro, la obra no volvió a ser repuesta ni vista aquí hasta el día de hoy en el War Memorial Opera House. Eso sí, Dead Man Walking cuenta con un par de grabaciones además de que es considerada un hito del repertorio lìrico estadounidense contemporáneo, al ser un título ampliamente representado, con más de 80 producciones a nivel mundial, destacando su escenificación en escenarios como la Semper Opera de Dresde, en Alemania, que marcó su estreno europeo en el 2006, el Theater an der Wien de Viena, y los teatros norteamericanos de Atlanta, Vancouver, Minnesota, Houston, Chicago y el Metropolitan Opera de Nueva York, donde fue vista en la temporada 2023-2024, por mencionar algunos.
Previo a la adaptación hecha por Heggie, Dead Man Walking cuenta también con una adaptación para las pantallas cinematográficas, estrenada en 1995, donde la actriz Susan Sarandon interpretó a Prejean, y el actor Sean Penn encarnó al personaje de Matthew Poncelet (llamado Joseph De Rocher en la ópera y Elmo Patrick Sonnier en el libro de Prejean). Alrededor del reestreno de esta reposición se realizaron en San Francisco diversos eventos como charlas, debates, coloquios, la proyección de la película, una exhibición de obras de artistas encarcelados, entrevistas con los artistas de la ópera, líderes religiosos y con el propio compositor sobre un tema que indudablemente aun genera mucha polémica, controversia y rechazo en la sociedad estadounidense, que aún se divide entre los que están en contra y otros más a favor. Los eventos culminaron con la entrega a Heggie de la San Francisco Opera Medal, el premio más importante que otorga la compañía, al finalizar la función de estreno, donde además estuvo presente como invitada la hermana Helen Prejean.
En breve, la historia describe la brutal violación y asesinato de una pareja de adolescentes que se encuentran junto a un lago por la noche, a manos de los hermanos De Rocher. La hermana Helen, quien dirige un coro infantil “He will gather us round” (que después se convierte en leitmotiv de Helen a lo largo de la ópera) acepta convertirse en la guía espiritual de De Rocher, a quien conoce a través de una relación epistolar, hasta su ejecución. Así comienza una secuencia de escenas, desde la llegada de Prejean a la prisión, las críticas que debe soportar de las hermanas de su congregación, los padres de los adolescentes asesinados, incluso el Padre Grenville, capellán de la prisión.

Jamie Barton (Helen Prejean) y Ryan McKinny (Joseph De Rocher) en la reposición de Dead Man Walking a 25 años de su estreno en la Ópera de San Francisco © Cory Weaver
La hermana Helen solicita a George Benton, alcaide de la prisión, que interceda por De Rocher ante las autoridades de la prisión para que su condena de muerte sea condonada, pero lamentablemente esto no ocurre. La religiosa debe soportar los insultos y en enfado de los padres de los adolescentes, mientras que a la vez da palabras de aliento y confort, acompañando a Joseph De Rocher, así como a su madre y sus dos hermanos menores. Incluso debe intervenir en una discusión entre los cuatro padres agraviados y la madre de De Rocher. Finalmente, llega la noticia de que gobernador de Luisana no le otorga el perdón a De Rocher, quien se resigna a morir por su crimen. Helen intenta convencer a De Rocher de confesar y hacer la paz por sus acciones, pero él se niega. La fecha de ejecución queda fijada para un 4 de agosto. Mientras tanto Helen reflexiona y tiene pesadillas, pero se decide a seguir acompañando a De Rocher. Hablando sobre diversos temas, incluido el de la música y su mutua admiración por Elvis Presley, De Rocher le confiesa a Prejean que tiene miedo, mientras su madre y sus hermanos van a despedirse de él. Prejean habla con los padres de las víctimas, y uno de ellos le confiesa que su parecer ha cambiado y no sabe si la pena de muerte es lo que en realidad desea. Helen habla por última vez con De Rocher, quien le confiesa su crimen y ella lo perdona. Mientras es llevado a su ejecución, George Benton exclama en voz alta: ‘Dead Man Walking!’ (‘Hombre muerto que camina’); De Rocher le expresa a Prejean su agradecimiento diciéndole que ella representara siempre para él ‘The face of Love’ (‘El rostro del Amor’). Delante de todos los presentes, Joseph De Rocher es ejecutado, y antes de caer el telón Prejean canta por última vez su himno.
El montaje escénico utilizado, que fue una nueva versión de 2002 por la Lyric Opera de Chicago, en coproducción con la desaparecida Opera Pacific de California y los teatros de Cincinatti, New York City Opera, Austin, Michigan, Pittsburg y Baltimore, creada por Michael Mcgarty, nos traslada a los años 70 del siglo pasado, que nos los indican los vestuarios y el coche de los adolescentes, y con el transcurso del tiempo las escenografías se convierten en instalaciones metálicas, con escaleras y diversos pisos, cubiertos por un reja que cubre todo el frente del proscenio, trasladándonos al interior de la prisión. Los vestuarios fueron elaborados por Jess Goldstein, y la iluminación, de Brian Nason, juega un papel importante para exaltar diversos estados de ánimo, pero sobre todo para crear esa sensación de zozobra y desasosiego, manteniendo al público atento y en suspenso, también con el uso de algunas proyecciones, de Elaine J. McCarthy, hasta la inevitable escena final.
La caracterización y expresivo canto de los personajes de Helen Prejean, por parte de la mezzosoprano Jamie Barton, y del barítono Ryan McKinny como Joseph De Rocher, fueron notables. Ambos exhibieron un canto rico en matices, elegancia en el fraseo, proyectando envolvimiento con sus personajes. En el caso de McKinny, literalmente se metió en la piel de De Rocher, y extendió su papel hasta límites de una angustiante y sofocante desesperación, casi al borde del delirio, pero sus aires de petulancia y engreimiento se fueron transformando hasta esbozar en escena a un hombre, humilde, arrepentido, y conmovedoramente creíble. La célebre mezzosoprano Susan Graham, quien en el estreno mundial de la obra creó el personaje de Helen Prejean, aquí asumió el papel de Mrs. Patrick De Rocher, y dejó constancia de su experiencia y largo recorrido para regalar la imagen de una afligida, desesperada e impotente madre. Demostró sus medios vocales, aun en buena forma, y con elegante fraseo en su recitar.

De Rocher (McKinny) se enfrenta a su madre, interpretada por Susan Graham © Cory Weaver
Del extenso elenco, debemos mencionar el buen trabajo del experimentado bajo Raymond Aceto como George Benton, el de la soprano Brittany Renee como la hermana Rose, así como del tenor Chad Shelton como el Padre Grenville y del barítono Rod Gilfry como Owen Hart (padre de la adolescente asesinada), todos ellos con un notable aporte en sus respectivos papeles. La extensa lista de personajes, algunos con mayor participación que otros, fue adecuada para el desarrollo de la función, muchos de ellos alumnos actuales y ex alumnos del programa Merola del teatro, y miembros del coro.
La dirección escénica de Leonard Foglia, asistido por Katrina Bachus, no podría abordar una temática tan fuerte y emotiva de manera ligera. Hubo momentos de exacerbada violencia, en el prólogo, con la violación y asesinato de los dos adolescentes, fantasmas que se le aparecen en un par de ocasiones a De Rocher, así como la dureza que se vive en el interior de una cárcel. La escena final de la ejecución de De Rocher, fue tan vívida y brutal para el público, que nadie abandonó la sala, y al final provocó que gente a mi alrededor prefería voltear hacia otro lado y no ver la escena, mientras que otros lloraban, algunos de manera intensa al presenciar la escena. Por ello es entendible que, al finalizar la función, los pocos aplausos de la mayoría de los asistentes que se quedaron petrificados en sus butacas, no se debió a un desprecio a la obra, sino al shock y la conmoción que les generó presenciar la historia.
En el podio estuvo el maestro Patrick Summers, quien fue el encargado de dirigir el estreno mundial, y en su calidad de director artístico del teatro de Houston, de presentarla en aquel teatro, funciones de las que existen grabaciones. Contrario a lo que se podría pensar, la orquestación de Heggie irradia profundidad emocional y musicalidad. Adopta diferentes estilos que van de lo atonal al minimalismo, tintes de música folclórica y popular americana, sin renunciar a su vocación de servir al canto, con una partitura plena de encanto y misterio. Summers dirigió con seguridad y conocimiento de la partitura, extrayendo exuberantes pasajes, pero con atención a lo que sucedía en escena. El coro también estuvo presente en esta obra, con profesionalismo y homogeneidad con el sello de su director John Keene. Como dato adicional, un indicativo de la dificultad que supone escenificar Dead Man Walking es que en esta función se requirieron 112 (entre artistas principales, coristas, coros de niños y figurantes) y una orquesta de 70 músicos.