Così fan tutte en Milán

El elenco de Così fan tutte de Mozart-Da Ponte en el Teatro alla Scala de Milán © Vito Lorusso

 

Noviembre 8, 2025. Così fan tutte, compuesta por Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) con libreto de Lorenzo Da Ponte, es un dramma giocoso en dos actos, puesto en escena por primera vez en Viena en 1790. 

La narración se concentra en una compleja trama de engaños y relaciones sentimentales. Dos jóvenes oficiales, Ferrando y Guglielmo, aceptan el reto lanzado por el filósofo Don Alfonso de comprobar la fidelidad de sus prometidas, Fiordiligi y Dorabella. A través de una elaborada estratagema, ambos se disfrazan de enigmáticos desconocidos y se embarcan en un cortejo hacia la pareja del otro, dando vida a una serie de artimañas, malentendidos y momentos de humor. 

La música de Mozart alterna arias líricas de gran intensidad emotiva y números animados en conjunto, dando vida a una refinada comedia sobre el tema del amor y la fragilidad de los sentimientos humanos, con una buena dosis de cinismo y desilusión. 

Così fan tutte está considerada como una de las obras maestras del siglo XVIII, ya que es capaz de mezclar ironía y melancolía con elegancia y profundidad psicológica. En la nueva producción del Teatro alla Scala, Robert Carsen ambientó la ópera en un estudio de televisión, transformándola en un reality show titulada La scuola degli amanti. 

Las dos parejas protagónicas asumen el papel de participantes, mientras que Don Alfonso y Despina interpretan a los presentadores. Es una idea genial la del director de escena canadiense, que tampoco en esta ocasión traicionó su extraordinario olfato teatral. Carsen sumerge a la obra mozartiana en la contemporaneidad (¿qué cosa más contemporánea puede haber que los reality shows que proliferan en las redes televisivas?), pero sin traicionar el mensaje original. 

Durante la obertura, el público toma asiento en las gradas del estudio, mientras los presentadores dan la bienvenida a las parejas participantes en el programa. En los monitores, la indicación “aplausos” y “ovación de pie” guía al público, mientras Don Alfonso explica las reglas del juego, que se muestran en las pantallas gigantes, junto con los nombres de todos los participantes: “La scuola degli amanti representa un reto para las relaciones. Las parejas permanecen separadas hasta el término del programa y no tienen acceso al mundo externo. Se enfrentan en retos individuales, ignorando las pruebas afrontadas por la pareja. Se tiene previstos nuevos encuentros, con el objetivo de validar la solidez del vínculo amoroso. El ganador será aquel quien sabrá seguir su propio corazón”. 

Las parejas que se formarán al final de la obertura serán, naturalmente, las ya conocidas, es decir Fiordiligi/Guglielmo y Dorabella/ Ferrando, y la narración del libreto se desarrolló sin ninguna alteración (solo algunos mínimos cambios textuales) a esta innovadora concepción teatral. Al contrario, la historia narrada por el libreto de Da Ponte parece estar casi concebida especialmente para un montaje de este tipo. Sin embargo, es oportuno mencionar, que, si bien la dirección escénica de Carsen resultó ser eficaz para contar la historia de las dos parejas de amantes, redujo el impacto de personajes de Don Alfonso y Despina, que parecen un poco despojados de su significado original, y en particular en sus interacciones y atracción sexual. 

Para los apasionados a los reality shows, la experiencia les parecerá familiar, por la presencia de un estudio televisivo, un público interactivo, un dormitorio, una sala bar, una piscina, un sillón en un ambiente reservado para las confesiones íntimas, y otros elementos típicos del género. Al final de juego (¡un juego en verdad cruel!), Fiordiligi y Dorabella resultaron vencedoras del premio en monedas de oro, por haber demostrado sabiduría y discernimiento para seguir sus propios sentimientos. Optando al final por el cambio de pareja, contrario a las asignaciones iniciales (y al libreto) demostraron una profunda compresión de sus propias inclinaciones afectivas, garantizando así el éxito del programa. 

 

Escena de la producción de Robert Carsen de Così fan tutte en el Teatro alla Scala de Milán © Vito Lorusso

 

El espectáculo de tres horas se desarrolla con fluidez, sin ningún elemento de pesadez, gracias también a un elenco de excepcionales valores actorales, elemento imprescindible para el éxito de una producción como esta. Además, se debe subrayar la amplia contribución de Robert Carsen, quien además de curar la dirección escénica, se encargó de las escenografías (de gran impacto fue la plataforma giratoria para el cambio de las escenas) en colaboración con Luis F. Carvalho, responsable también de los vestuarios, y la iluminación de Peter van Praet. Tales elementos resultaron ser perfectamente funcionales, eficientes y de elevada calidad artística. No se deben olvidar los preciosos videos preparados por Renaud Rubiano, y las coreografías televisivas de Rebecca Howell. 

También, desde el punto de vista vocal, el desempeño de los cantantes fue generalmente convincente. En el reparto femenil, se distinguieron Elsa Dreisig, una Fiordiligi caracterizada por un timbre exquisito, preparación técnica, y un buen envolvimiento emotivo; y Nina van Essen, cuya Dorabella, vibrante y segura, brilló por su hermoso color vocal y la intención interpretativa. Cuando cantaban juntas, en los duetos y en los ensambles, hubo perfecto equilibrio y armonización de sus voces. 

Por su parte, pareció estar menos enfocada vocalmente la Despina de Sandrine Piau. El dúo de amantes, Luca Michieletti, en el papel de Guglielmo y Giovanni Sala en el de Ferrando, se mostraron desenvueltos, exuberantes y divertidos, pero también fueron capaces de expresar amargura, desacuerdo y rabia. Sus pruebas, si bien no fueron siempre refinadas en el fraseo, estuvieron teatralmente convincentes, participativas y comunicativas. Finalmente, Gerald Finley supo interpretar con atrevimiento al personaje del cínico Don Alfonso, aunque presentando momentos de menor envolvimiento. 

El joven director de orquesta Alexander Soddy, apreciado en el teatro milanés por sus primeras jornadas en El anillo del nibelungo wagneriano (pues conducirá el ciclo completo en marzo de 2026) y que personalmente acompañó los recitativos al fortepiano, propuso una lectura brillante, rítmicamente vivaz y técnicamente eficiente, a pesar de no haber profundizado más en los momentos más íntimos y de desencanto. Giorgio Martano dirigió con mano firme y meticulosa al siempre excelente Coro del Teatro alla Scala. ¡Un éxito merecido para todos!

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