Dialogues des Carmélites en Viena

Sylvie Brunet-Grupposo (Madame de Croissy), Olga Kulchynska (Blanche de La Force) y Julie Boulianne (Mère Marie) en Dialogues des Carmélites de Francis Poulenc en la Ópera de Viena © Michael Pöhn

 

Noviembre 20, 2025. De la presente reposición no sabría decir si me ha parecido bien o mal el montaje. Una bailarina (Carolina Pitta) que parece la doble de la protagonista está francamente de más. Tampoco sirve de mucho el niño (Martin Mateo-Seebacher) que representa al pequeño Luis XVII en la escena en que el mundo real irrumpe en el claustro.

El escenario giratorio con divisiones múltiples en el que el panel central es el que corresponde a la partitura (mientras los otros muestran a personajes relevantes para la acción interviniendo en paralelo, sea literal o metafóricamente, como la despedida del padre durante el diálogo entre los hermanos en la cárcel. 

Hay a veces una violencia gratuita cuando —si existe— está por lo general latente (el citado diálogo puede ser un ejemplo; también actitudes repentinas, como las de la primera priora en el primer encuentro con Blanche, la protagonista, o con Mère Marie). En el fondo hay una especie de vitral con cuadros de motivos religiosos que van cambiando según se desarrolla el drama, no siempre claros en su significado. Cuando aparecen en su camino al cadalso todas las carmelitas tienen ya su vestido y corona de santas, cosa que parece más bien exagerada y contraria al texto. Otros momentos funcionan bien, aunque incluso en la relación entre Blanche y Soeur Constance hay una violencia excesiva, pero en general las relaciones entre las carmelitas y sus reacciones están bien caracterizadas, como asimismo la diferencia entre las dos prioras y la obsesión de Mère Marie por elegir el martirio con su consiguiente castigo de ser la única excluida. 

Al público, numeroso, aunque con algunos en fuga ya antes de la pausa, pareció gustarle esta producción confiada a Magdalena Fuchsberger. Lo que no me pareció en absoluto acertado fue practicar la pausa luego de la primera escena del segundo acto. Poulenc sabía dónde acabar el primer acto, que es con la muerte de la primera priora. Aquí, la solución funcionó como anticlímax teatral.

También le agradó mucho al respetable el debut en el teatro del concertador Robin Ticciati. No comparto tal entusiasmo. Como casi siempre, se mostró más que enfático y obsesionado por el volumen orquestal. Ciertamente, hay muchos momentos en que esto puede resultar positivo o válido, pero no siempre, y menos con este foso orquestal tan abierto.

Olga Kulchynska sigue su carrera ascendente y fue una excelente Blanche en lo vocal, atormentada y temerosa como debe ser. Sylvie Brunet-Grupposo es probablemente la voz más ácida que he escuchado en Madame de Croissy (la primera priora), pero aquí —y en especial en la escena de la muerte— este aspecto no molesta y hasta la ayuda a caracterizar el personaje. Maria Motolygina tuvo probablemente la parte vocal más difícil, que es la de Madame Lidoine (la segunda priora), mientras Julie Boulianne se las ingenió con la tesitura aguda de Mère Marie. Excelente, y también con buena dicción francesa como las otras, nativas o no, la deliciosa Soeur Constance de Maria Nazarova.

Los papeles secundarios masculinos y femeninos estuvieron siempre en buenas manos, aunque hay que destacar la labor de Bogdan Volkov y Michael Kraus, como el Chevalier y el Marquis de La Force, respectivamente, y también la del Confesseur de Jörg Schneider, el Premier commissaire de Andrea Giovannini, el Geôlier de Clemens Unterreiner y el Thierry de Michael Wilder. Muchos aplausos al finalizar la función.

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