Carlo Vistoli — “Händel, el compositor al que me siento más ligado”

Carlo Vistoli © Nicola Allegri
Considerado actualmente como el contratenor italiano más solicitado por los teatros internacionales y como un intérprete de referencia de las óperas de Georg Friedrich Händel, Carlo Vistoli ha tenido un rápido y constante ascenso en su carrera, recibiendo premios como el de mejor cantante “Abbiati 2024”, el más prestigioso reconocimiento que otorga la crítica italiana, o el Emerging Stars Competition que recibió en la Ópera de San Francisco, escenario donde recientemente debutó con el personaje de Arsace en Partenope de Händel.
En medio de una gira que realizó por Francia y España con el ensamble francés de música antigua Le Concert d’Astrée, Carlo aceptó realizar esta entrevista, en la que habla sobre su interés por el trabajo de compositores como Händel y Vivaldi, y nos actualiza cómo va en su carrera, que lo ha llevado a debutar en importantes escenarios del mundo.
Carlo, actualmente se te considera como uno de los contratenores con mayor demanda por los teatros del mundo y un cantante referencia interpretando a Händel. Cuando iniciaste tus estudios como contratenor en 2007 y cuando comenzaste tu carrera, ¿te propusiste, te imaginaste o soñaste que llegarías al nivel que has alcanzado ya en el mundo del canto?
Honestamente no. Cuando inicié mis estudios no tenía una idea tan clara o ambiciosa de hasta dónde podrí llegar. Estaba sobre todo concentrado en el estudio, en descubrir mi voz y el repertorio de contratenor, con mucha curiosidad y también con mucha prudencia. Me dí un límite de tiempo: si a los 29 o 30 años no lograba verdaderamente hacer del canto mi modus vivendi, a buen nivel, me dedicaría a buscar otra alternativa. Afortunadamente no fue así, y la carrera se fue construyendo paso a paso, gracias a que encontré a la gente justa, al trabajo constante y a las oportunidades que fueron llegando con el tiempo y que supe aceptar de manera correcta. Más que imaginarme una meta precisa, siempre he buscado hacer lo mejor con lo que tenía frente a mí, manteniendo el entusiasmo y el respeto por este trabajo que estoy viviendo como un camino en evolución.

Polinesso en Ariodante de Händel en el Teatro Bolshoi de Moscú, 2021 © Damir Yusupov
¿Cuáles dirías que han sido los retos y las dificultades que has debido enfrentar con éxito para realizar la carrera que estás llevando en este momento?
Diría que los retos han sido muchos y de diversa naturaleza. Uno de los primeros fue seguramente construir una vocalidad lírica sólida, creíble y que pudiese apuntalarse entre los registros considerados “canónicos”, sin atajos. Después, estaba el aspecto más práctico y frecuentemente invisible, como lo es: superar las audiciones, aprender a gestionar el estrés y la emotividad, organizar el tiempo propio de modo riguroso, manteniendo un estudio constante.
En especial, en el repertorio barroco, se encuentra uno con música nueva o poco interpretada en la época actual, en ocasiones creada para una ocasión única, y esto requiere de un trabajo continuo y relativamente veloz. Pero quizás el reto más importante está en no dejar de creer en uno mismo y apuntar siempre hacia la calidad verdadera, que no tiene salidas fáciles ni subterfugios. Es un trabajo hecho de compromisos y de equilibrios, y lo que el público ve sobre el escenario es la punta del iceberg, ya que por debajo hay un trabajo cotidiano, que espero sirva para construir una carrera sólida, basada en la sustancia y destinada a durar en el tiempo.
Ese compromiso y trabajo arduo han dado sus frutos haciéndote debutar en teatros tan importantes como el de la Ópera de San Francisco, que marcó tu debut en los Estados Unidos, el de la Ópera de Viena y el Royal Opera House de Londres, entre otros ¿Nos podrías contar un poco sobre la experiencia que representa para ti pisar esos escenarios?
Han sido experiencias muy intensas y significativas, cada una con su identidad precisa y todas me han dado grandes satisfacciones. Ya había cantado más veces en los Estados Unidos, pero siempre en concierto, pero el de la Ópera de San Francisco fue mi verdadero debut en una ópera en escena, y esto lo ha hecho aún más especial.
Recuerdo que en mi camerino había fotografías de Marilyn Horne —justo en una ópera de Händel, que fue Orlando— y de Leontyne Price, dos de mis más grandes mitos. Sentí de verdad que pisaba un escenario atravesado por la historia, y esto me dio una fuerte emoción, pero también un gran sentido de responsabilidad. Además, la magnífica producción de Partenope de Christopher Alden ha sido verdaderamente uno de los espectáculos que más me ha divertido hacer. Fue una experiencia que permanecerá en el corazón, también porque me sentí muy bien en el ambiente de trabajo y adoré la ciudad. Además, ya que estamos hablando de los Estados Unidos, en septiembre del año próximo tendré también mi primer recital de la temporada en el Park Armory de Nueva York, una meta para mí también muy importante.
En la Ópera de Viena y en el Royal Opera House de Londres se percibe el mismo peso de la tradición, ya que son teatros importantes y míticos en el mundo. Por ejemplo, en los pasillos de la Royal Ballet & Opera, hay fotografías en escena de grandes intérpretes que han cantado allí, desde Callas hasta Pavarotti, Sutherland, Freni y muchos otros. Esto le hace a uno recordar continuamente lo fuerte que es el vínculo con todos aquellos que nos han precedido. No dejaba de pensar que, aunque la sala ha sido remodelada durante el curso de los siglos, en el Covent Garden, el propio Händel representó oratorios y óperas (entre ellos la propia Semele, el oratorio que canté yo allí).
En resumen, pisar escenarios de este nivel es naturalmente una exigencia, pero es también profundamente estimulante, y más que el prestigio como tal, lo que queda es la calidad del trabajo compartido y la sensación de formar parte, aunque sea por solo un momento, de una historia más grande.

El protagonista en Il Xerse de Francesco Cavalli en el Festival Valle d’Itria en Martina Franca, 2022 © Clarissa Lapolla
Recientemente realizaste una grabación discográfica con composiciones de Antonio Vivaldi. Al inicio de 2026 vas a cantar el papel principal de su ópera Il Tamerlano o Bajazet en el Théâtre des Champs-Élysées de París, y en abril harás lo propio con su Stabat Mater en Turín, lo que demuestra tu interés por enfocarte y dar vida a un compositor muy valioso, que inexplicablemente no alcanzó la fama de otros, como por ejemplo Händel, y que solo es conocido por sus composiciones de música de cámara y no tanto por sus óperas. ¿Qué importancia tiene para ti Vivaldi, y que tiene su música que hecho que te intereses por ella?
Aunque durante mucho tiempo haya sido solo visto de manera parcial, considerado casi solo por su producción instrumental (que de todas formas es también fundamental, tan solo por su increíble cantidad y variedad), Vivaldi es para mí también un compositor de música vocal y teatral, que descubrió un universo de extraordinaria riqueza expresiva. Ciertamente, el perfeccionamiento de las prácticas de ejecución históricamente informadas de las últimas décadas ha dado un impulso fundamental al cambio de perspectiva, también gracias a exegetas e intérpretes, citando al más eminente de ellos, que es el musicólogo y director Federico Maria Sardelli. Mi reciente grabación discográfica nace precisamente del deseo de mostrar esa complejidad, esa fuerza dramática y espiritual que frecuentemente no se asocian con Vivaldi, objetivo que espero poder haber alcanzado, gracias también al fundamental apoyo de la Akademie für Alte Musik Berlin.
¿Desde tu punto de vista como artista que conoce su trabajo, qué más has descubierto al adentrarte en Vivaldi desde el punto de vista técnico e interpretativo?
La escritura vocal de Vivaldi es extremadamente exigente y virtuosística, que requiere una gran precisión técnica, pero al mismo tiempo es de una gran conciencia del texto y del efecto que cada aria o página sacra quiere expresar. Trabajando en sus óperas teatrales, se descubre a un compositor particularmente capaz de caracterizar a los personajes de manera nítida y moderna, con una tensión dramática muy eficaz.
De él ya canté Orlando furioso (el papel de Ruggiero), L’Olimpiade e Il Giustino, además de la serenata Gloria e Imeneo, que recientemente grabé también para la Vivaldi Edition del sello Naïve con el Ensemble Abchordis, dirigido desde el clavecín por Andrea Buccarella.
Il Tamerlano tiene su propia historia porque se trata de un pasticcio, con arias de varios compositores (incluido el propio Vivaldi), pero la fuerza dramática y musical sigue siendo de muy alto nivel. Desde el punto de vista del intérprete, profundizar en Vivaldi significa también asumir una responsabilidad, que es la de darle vida a un repertorio que durante mucho tiempo ha estado descuidado y que se interpreta solo ocasionalmente. Cada nueva producción o ejecución se convierte casi en un acto de redescubrimiento que requiere estudio, curiosidad e imaginación. Es un trabajo que encuentro muy estimulante y que siento muy cercano a mi manera de entender esta carrera. En suma, es un compositor con el que estoy contento de que acompañe constantemente mi camino.

Kate Lindsey (Adso), Carlo Vistoli (Berengario-Adelmo) y Lucas Meachem (Guglielmo) en Il nome della rosa de Francesco Filidei en el Teatro alla Scala de Milán, 2025 © Brescia e Amisano
Este año formaste parte del estreno mundial de la ópera Il nome della rosa del compositor Francesco Fidelei, inspirada en la obra homónima (El nombre de la rosa) de Umberto Eco, en el Teatro alla Scala de Milán. ¿Como te has sentido al salirte del repertorio que regularmente cantas para abordar un papel en una ópera contemporánea?
Fue una experiencia muy intensa y estimulante. Cantar en una ópera de hoy como Il nome della rosa (2025) significa enfrentarse con un lenguaje musical nuevo, con una modalidad de trabajo diferente, y con una relación muy directa con el compositor. Es un proceso que requiere de gran flexibilidad y disposición para involucrarse, porque la pieza nace y toma forma también a través del trabajo con quien compuso la música.
Las dificultades son varias; sobre todo, en este caso, el aspecto rítmico que en Filidei es particularmente complejo y desarrollado, como también la extensión vocal es bastante amplia, en particular en la parte de Berengario (aunque canté también la de Adelmo en el prólogo). Debo decir que el aria destinada para Berengario sigue siendo uno de mis momentos preferidos de la ópera, y hoy, después de meses, por momentos me resuena en la cabeza. Filidei hizo en verdad un trabajo enorme, y creo que es una de las óperas más ambiciosas y mejor logradas de nuestros días. El director de orquesta Ingo Metzmacher fue de gran ayuda para llevar las riendas de toda esta gran máquina, y el montaje de Damiano Michieletto (entre otras cosas, uno de los directores que más aprecio y con los que he tenido la fortuna de colaborar en varias ocasiones), con las siempre extraordinarias escenografías de Paolo Fantin, hizo que todo fuera aún más espectacular.
Para mí fue también muy interesante afrontar un proyecto de este tipo justo en el Teatro alla Scala, en un contexto tan cargado de historia, pero a la vez proyectado hacia el futuro. Fue una experiencia que me enriqueció mucho, también desde el punto de vista del repertorio que llevo conmigo.

Julie Fuchs (Partenope), Daniela Mack (Rosmira), Carlo Vistoli (Arsace) en la San Francisco Opera, 2024 © Cory Weaver
Con base en esta experiencia, ¿considerarías interpretar en un futuro otros papeles en óperas de compositores contemporáneos?
De hecho, esta no fue la primera vez que me enfrentaba a la música de nuestros días, ya que, por ejemplo, había cantado en la hermosa ópera Luci mie traditrici (Mis ojos traicioneros) (1998) de Salvatore Sciarrino, por lo que, si en un futuro se presentaran otras oportunidades, lo haría con placer e interés, sobre todo si se trata de proyectos en los que siento una verdadera necesidad artística y una escritura con la que tendría algo auténtico que decir.
A propósito, ¿cómo describirías actualmente el estado y cualidades de tu voz?
Hoy, además del término más genérico de contratenor, prefiero definirme como contraltista. Es una elección que para mí tiene un significado preciso, y que sirve para distinguirme claramente de la contralto femenina, como también para tomar una cierta distancia de una tradición contratenoril, que especialmente en las décadas de 1970 y 1980, estaba más ligada a un estilo de cámara o de iglesia.
Mi voz es deliberadamente más lírica, concebida para el repertorio operístico, capaz de enfrentarse a grandes espacios y orquestas más amplias. Ciertamente no soy el único caso, ya que, en los últimos años, más contratenores se están dirigiendo en esta dirección, contribuyendo a hacer percibir que nuestra voz no es una excepción, sino que es una de las posibilidades naturales del panorama vocal. En los últimos años he afrontado también partes un poco más agudas, en una tesitura que podríamos definir como mezzosopranil, pero me importa mucho que el centro de gravedad de mi voz siga siendo el del registro de contralto.
Un papel que amo mucho es el de Orfeo, de la ópera homónima de Gluck, que he interpretado en muchas ocasiones, y de hecho lo volveré a cantar pronto, en enero del 2026, en la inauguración de la temporada del Teatro Regio de Parma. Creo que ofrece grandes posibilidades expresivas, de tal modo que se pueden mostrar características como el legato, el canto sul fiato y sobre la palabra, que considero fundamentales. El próximo año también se me escuchará en un nuevo papel: el Tancredi de Rossini, que cantaré en primavera en el Teatro dell’Opera de Roma: este compromiso representa un desafío importante para mí. También será una oportunidad para descubrir nuevas posibilidades técnicas y expresivas.

Mariangela Sicilia (Alcina), Carlo Vistoli (Ruggiero) en la Opera di Roma, 2025 © Fabrizio Sansoni
Actualmente, ¿cuáles son los personajes que has interpretado que has descubierto que se adaptan a tu temperamento y qué papeles y óperas te gustaría cantar en el futuro?
Los personajes que hoy siento más próximos a mi temperamento son sobre todo los de los llamados primi uomini (primeros hombres) de Händel, que sigue siendo el compositor al que me siento más ligado. Papeles como Giulio Cesare, Rinaldo o Ruggiero en Alcina ofrecen un abanico expresivo muy amplio, de las arias lentas e introspectivas, hasta las arias de furia con las coloraturas más desenfrenadas. Es un repertorio que de verdad permite unir virtuosismo con profundidad expresiva, en el cual me identifico mucho.
Junto a Händel, siento muy mío también el ya mencionado Orfeo de Gluck, por su esencialidad y por el equilibrio entre la palabra y la música. Tengo además un amor particular por el siglo XVII, sobre todo por Monteverdi y Cavalli, que constituyen un repertorio menos “vocalístico” en sentido estricto, pero que, al cantar en mi lengua, con libretos de una calidad extraordinaria, hace posible una armonía muy natural entre el texto y la música, en la que uno resalta al otro.
Viendo hacia el futuro, me gustaría interpretar con mayor frecuencia a Mozart, en especial los primeros años de Mozart. Papeles como Ascanio in Alba o Farnace en Mitridate, que ya he cantado, van en esa dirección. También quiero dedicar más espacio al repertorio camerístico, como el recital que haré en Nueva York, sin olvidar, naturalmente, a Rossini, al que estoy vinculado en cierto sentido, también afectivamente, porque su padre era de la misma ciudad natal que yo, Lugo, donde el propio Rossini vivió y estudió algunos años.

Cecilia Bartoli (Cleopatra) Carlo Vistoli (Cesare) en Giulio Cesare de Georg Friedrich Händel en la Opéra Monte-Carlo, 2024 © Marco Borrelli
El próximo año también tienes previsto otros importantes debuts: uno de ellos será en la Ópera de Zúrich, precisamente en Giulio Cesare de Händel. Además de Orfeo, ¿consideras este uno de tus papeles favoritos?
Seguro, Giulio Cesare es uno de los roles a los que estoy más ligado y que siento muy cercano a mi sensibilidad de artista, por lo tanto, te diré que sí forma parte de mis papeles preferidos. Es un personaje complejo, hecho de autoridad, como también de fragilidad e ironía, y creo que Händel logró hacer todos estos matices de manera extraordinariamente directa a través de la música. Además, la producción que será representada en Zúrich, de Davide Livermore, para mí está particularmente bien lograda: ambientada en un crucero por el Nilo en la década de 1920, en una atmosfera Art Déco, con un misterio al estilo de Agatha Christie, que logra capturar el espíritu de la obra sin desnaturalizarla, e incluso haciéndola quizás aún más envolvente. La concertación de Gianluca Capuano y la presencia de Cecilia Bartoli le agregarán no solo prestigio sino también un altísimo nivel de calidad musical.
Ya hablamos de algunos personajes de sus óperas, pero de acuerdo con tu experiencia, ¿cuáles dirías que son las peculiaridades que hacen que la música de Händel sea tan especial?
Hablando de las óperas de Händel, encuentro que tienen una peculiaridad única en el ámbito del repertorio del siglo XVIII, y es que la escritura vocal es extremadamente exigente, pero siempre profundamente ligada al sentido teatral. Cada aria no es solo un momento de virtuosismo, sino un verdadero instrumento dramático, que excava en el alma del personaje. El canto requiere control, fantasía, sentido de la palabra y una gran capacidad de variar, colorear, reinventar. Es una música que pone al intérprete frente a una gran responsabilidad, pero justo por ello ofrece también una libertad expresiva poco común. Es probablemente por este equilibrio entre rigor y libertad lo que hace que Händel sea tan especial para mí.

Nerone en L’incoronazione di Poppea de Claudio Monteverdi en la Opera National du Rhin, 2023 © Klara Beck
Tú que dedicas gran parte de tu tiempo en el ámbito de la música antigua, ¿piensas que hoy se le da el valor, y genera el interés que se merece la música y la ópera barroca, o falta mucho más por hacer para involucrar e interesar más al público?
Creo que en las últimas décadas la música antigua y la ópera barroca han dado pasos enormes, desde el punto de vista de la calidad de ejecución como en términos de visibilidad. Hoy hay un público curioso y preparado, y muchas producciones demuestran que este repertorio puede estar vivo, actual y ser envolvente. Dicho lo anterior, creo que aún hay mucho por hacer. Es una música que necesita ser contada, contextualizada y ofrecida con inteligencia, sin tratarla como un género “de nicho”. Cuando se presenta con convicción, con buenas ideas teatrales y con una fuerte inversión artística, el público responde. El potencial es enorme, y está en nosotros —intérpretes e instituciones— continuar trabajando para que esta música llegue siempre a más personas.
Las óperas que frecuentemente cantas son largas y vocalmente exigentes. En este sentido, ¿te sientes más a gusto cantándolas en versión de concierto o con puestas en escena y vestuarios?
Me gustan ambas modalidades porque ofrecen experiencias diversas, tanto por el resultado para el público como para nosotros, los intérpretes. Naturalmente, en escena, la dirección escénica, las escenografías, los vestuarios… influencian mucho la interpretación como también el desempeño vocal. Por momentos puede ser más cansado con respecto a la forma de concierto, porque requiere moverse y realizar acciones complejas al mismo tiempo de mantener la mejor calidad vocal posible. Las puestas en escena tienen un aspecto muy positivo: ayudan a la memoria. Cantar de memoria una ópera, sobre todo en el repertorio barroco —donde debemos recordar también las variaciones en los da capo— se convierte en algo más natural cuando todo está ligado a gestos y acciones escénicas.
Por otro lado, cuando se canta en forma de concierto, es necesario hacer un esfuerzo de imaginación de más: es como si uno debiera crear dentro una escena invisible para contar con la misma intensidad la historia en las emociones contenidas en la música. Debo decir que haber formado parte de una ópera en escena ayuda mucho cuando después se hace en concierto.
Si debo elegir, quizá diría que me divierto más en las producciones con puesta en escena, justo por la dimensión teatral completa que ofrecen.

Orfeo en Orfeo ed Euridice de Christoph Willibald Gluck en la Komische Opera de Berlín, 2022 © Alexander Hildebrand
¿Quién es la persona —director de orquesta o de escena— que ha tenido el impacto más positivo en tu recorrido artístico?
Han sido muchos los encuentros importantes que he tenido y las personas a quienes les debo un gran reconocimiento, tanto artístico como personal, y es difícil elegir solo a uno. En la primera parte de mi carrera mencionaré, sin duda, a William Christie, quien me seleccionó para el proyecto Le Jardin des Voix. Gracias a él hice mi primera gran gira de conciertos por diversos continentes y empecé a darme a conocer a un público más amplio. Desde entonces colaboro permanentemente, y siempre con gran placer, con Les Arts Florissants. Uno de mis últimos CD, Nei giarnidini d’Amore (Harmonia Mundi), fue grabado justo con él.
Otro encuentro fundamental ha sido el que tuve con Robert Carsen, uno de los más grandes directores de escena desde siempre en la ópera. Trabajar con él me ha enseñado muchísimo, y su versión de Orfeo ed Euridice es uno de los espectáculos más hermosos y conmovedores de los que he formado parte.
Quiero también mencionar mi colaboración con Cecilia Bartoli. Desde 2021 hasta hoy, poder cantar al lado de una artista de su grandeza ha sido y es una escuela continua, tanto desde el punto de vista técnico como del musical. En general creo que es importante —al menos yo busco ser así— ser como una esponja lista para absorber todo lo bueno que se puede aprender de las personas con las que se trabaja.
¿Cómo vislumbras el futuro de la ópera y de la música clásica, considerando que existen en la actualidad muchas maneras de entrenamiento y distracción disponibles, y como harías para mantener vivo el interés del público por asistir a los teatros?
Creo que el futuro de la ópera y de la música clásica depende sobre todo de su capacidad de permanecer vivas y necesarias, sin desnaturalizarse. Hoy la oferta de entretenimiento es enorme, y por justo por eso la experiencia del teatro puede convertirse en algo aún más precioso: un momento compartido, real, no mediado por una pantalla, en el que el tiempo se dilata y la audición se vuelve profunda.
Para mantener vivo el interés del público es fundamental apuntar hacia la calidad artística, a producciones pensadas con inteligencia, que sepan hablarle al presente sin traicionar la música. También es importante saber contar lo que hacemos, crear contextos, abrir los teatros, involucrar a las nuevas generaciones a través de la didáctica y la accesibilidad. Me da gusto cuando antes del estreno los teatros abren el último ensayo de escena, o el ensayo general, a los jóvenes, ya que noto siempre una gran participación, unida a entusiasmo e interés. La ópera no tiene necesidad de competir con otros lenguajes, sino de recordar lo que la hace única: la fuerza de la emoción en vivo y el contacto directo entre el que interpreta y el que escucha.

Tolomeo en Giulio Cesare de Händel en la Opera di Roma, 2023 © Fabrizio Sansoni
Fuiste invitado a ser protagonista en el tradicional concierto de Navidad en la Basílica Superior de San Francisco de Asís, con la Orquesta Nacional de la Rai, que será transmitido el día de Navidad de este año 2025. ¿Qué nos puedes anticipar sobre esta experiencia?
Fue un grandísimo honor haber sido invitado como protagonista del tradicional Concerto di Natale nella Basilica Superiore di San Francesco d’Assisi, que este año llega a su cuadragésima edición. El hecho de ser el primer contratenor invitado a participar es para mí particularmente significativo. La Basílica Superior es uno de los lugares más bellos y sugestivos que se pueda uno imaginar y para la ocasión fue iluminada de manera especial para la grabación televisiva; los colores de los frescos de Giotto y Cimabue resplandecieron como nunca, creando una atmosfera en verdad única, de contemplación.
Canté piezas tradicionales de la Navidad como también algunas de mi repertorio, incluidas dos arias de Händel: ‘O Thou that tellest’ de Messiah y ‘Lascia la spina, cogli la rosa’ del Trionfo del Tempo e del Disinganno, justo para dar a conocer esta música a un público —el televisivo— que es tan amplio y transversal. El concierto será transmitido el día de Navidad en el principal canal, Rai 1, de la televisión italiana y también en Eurovisión, y será un gran privilegio poder llegar así a tantas personas de un día tan especial. ¡Es una experiencia que no olvidare!
Cantar en un lugar religioso de esta importancia seguramente le da a uno una dimensión diferente respecto de un escenario de teatro. No hablaría tanto de una “conexión divina”, como sí de un sentido de contemplación y de responsabilidad aún más fuerte, que lleva a una manera de escuchar y a una concentración especial.
Con los espléndidos músicos de la Orchestra Nazionale della Rai, con la que he compartido esta experiencia, me reencontraré también para el Concierto de Pascua en el Auditorium Toscanini de Turín, la ciudad donde vivo, para cantar el ya citado Stabat Mater de Vivaldi, y será un placer encontrarnos después de este momento tan intenso.