Porgy and Bess en Houston

Escena de la producción de Francesca Zambello de Porgy and Bess de George Gershwin en la Houston Grand Opera © Michael Bishop
Noviembre 1, 2025. Porgy and Bess, la “folk opera” en dos actos del compositor estadounidense George Gershwin (1898-1937), fue estrenada el 30 de septiembre de 1935 en el Colonial Theatre de Boston, para posteriormente trasladarse a Nueva York, concretamente a los escenarios de Broadway.
Por este motivo ha suscitado un debate que he escuchado a lo largo de los años, de si es en realidad una ópera o un musical, en particular porque Gershwin incorporó magistralmente a su partitura música de diversos estilos como del folk estadounidense: spirituals, gospel, blues, ragtime y jazz, y lo aderezó con atractivas melodías, creando una partitura única y musicalmente atractiva, aunado a que la obra suele ser interpretada siempre por cantantes afroamericanos de formación en canto clásico.
Al presenciar esta notable ópera, yo me inclinaría a que es una ópera, y no solo eso: Porgy and Bess es la obra del repertorio lírico estadounidense más importante, reconocida y representada de todos los tiempos. Y fue justamente con este título que dio inicio la nueva temporada de la Houston Grand Opera.
El interés y la demanda que generó la programación del título ocasionó que el teatro tuviera que agregar más funciones de las que se tenían previstas, cosa que no sucedió con Il trittico de Puccini, que se ofreció de manera paralela. En el pasado reciente, especialmente después de la pandemia, mencioné que hablar sobre la poca o mucha asistencia a los teatros no es un tema que atañe a los críticos, pero es imposible separar este termómetro, que indica el momento actual por el que atraviesa la lírica. Quizás no se están creando nuevos públicos que sustituyan a los que están envejeciendo, aunado a que el costo de la vida y de las entradas se ha encarecido, y existen formas alternativas de entretenimiento, temas que imagino tendrán en cuenta los teatros estadounidenses y que deberán resolver para mantener viva la experiencia única de estar sentado en una butaca escuchando un espectáculo lírico en vivo.
Resulta curioso, peculiar e incluso irónico que, aunque Porgy and Bess ha tenido una relación muy cercana con el teatro de Houston, y por la cual recibió importantes premios, después de la exitosa producción que realizara el teatro en el verano de 1976, la obra solo se ha montado en este escenario en las temporadas de 1986 y 1987, y por última vez en la temporada 1994-1995.
Después de su creación en 1935, Porgy and Bess fue lentamente cayendo en el olvido y el desinterés, además de que una producción cinematográfica y otra teatral, realizadas en la década de 1950 del siglo pasado, sirvieron para distorsionar la historia y ofrecer una idea errónea de la vida de las comunidades afroamericanas estadounidenses, contribuyendo al desinterés y a la falta de autenticidad de la obra.
Por ello, en los años 70, John DeMain, entonces director musical de la compañía de Houston, se dio a la tarea de rescatarla, dándole el tratamiento que se le daba a otras obras del repertorio operístico; y en una colaboración con el productor Sherwin Goldman, con motivo del bicentenario del país norteamericano, DeMain se dio a la tarea de rescatar Porgy and Bess, y citando las propias palabras del director musical estadounidense “había que revertir el daño que se había hecho a la partitura de Gershwin”. Así, gracias a DeMain, se dio el renacimiento del título, con un montaje escénico bien planeado, restituyéndole los cortes que se le habían hecho a la partitura, con diálogos hablados convertidos en recitativos cantados, incluyendo cantantes de formación clásica y operística, bailarines, artistas y productores, todos afroamericanos.
Después de aquellas funciones en Houston, toda la producción, artistas y el propio DeMain se trasladaron a Broadway, motivo por el cual el teatro de Houston recibió un premio Tony, y a su correspondiente grabación discográfica se le otorgó un Grammy. Posteriormente, la producción dio giras internacionales, y además de recobrar una obra prácticamente perdida y despreciada, ello sirvió para darle notoriedad a la Houston Grand Opera como una compañía de nivel internacional.
En esta ocasión se utilizó la brillante y bien lograda coproducción de la Washington National Opera y el Glimmerglass Festival, dirigidos por Francesca Zambello, que aquí se encargó de la dirección escénica. Los escenarios, ideados por Peter J. Davidson, son de muy buena manufactura, ubicados en el interior de una colorida vecindad —que representa la ficticia Catfish Row del libreto de DuBose Heyward y Ira Gershwin—, con departamentos en diferentes pisos, puertas y mallas metálicas, con vestuarios de Paul Tazewell e iluminación de Mark McCullogh.
Tal como sucediera la temporada pasada con West Side Story, Zambello no le huye a ofrecer una visión idealizada o romántica de la historia, sino que muestra una versión más cercana a la realidad de cómo son las zonas marginales donde habitan muchos ciudadanos afroamericanos en la actualidad, que enfrentan pobreza, discriminación, falta de oportunidades e incluso drogadicción. Su concepción de los imaginarios Catfish Row y Kittiwah Island, en Carolina del Sur, fue trasladada a los ghettos de cualquier ciudad de la actualidad, donde desafortunadamente estas condiciones están a la vista de todos.

Michael Sumuel (Porgy) Angel Blue (Bess) © Michael Bishop
El elenco mostró un alto nivel interpretativo, empezando por el bajo-barítono Michael Sumuel, quien personificó a un idealista, ingenuo pero esperanzado Porgy, con buenos medios vocales, una voz amplia y potente que supo modular y que matizó con colores y naturalidad, como en su conocida aria ‘I got plenty o’ nuttin’. Por su parte, la soprano Angel Blue se regodeó con su rimbombante canto, con su manejo de la voz, su grato timbre y dominio en la emisión de agudos y pianos. En escena logró dale el carácter frívolo, superficial y materialista al personaje de Bess.
La soprano de Houston, Latonia Moore, sobresalió con su caracterización del personaje de la abnegada Serena, cantando su adolorido lamento ‘My man’s gone now’ y el barítono Blake Denson se desempeñó con seguridad y desenvolvimiento escénico como Crown. Por su vestimenta, arrogancia e impertinencia en escena, el tenor Demetrious Sampson Jr. intepretó puntualmente al personaje del narcotraficante Sportin’ Life. Del extenso elenco que cumplió su cometido destacaría particularmente a la soprano Raven McMillon como Clara, que regaló una evocativa y sentida interpretación de la conocida ‘Summertime’, y al barítono Jake Austin en el rol de Jake. El resto de los personajes redondearon un buen elenco de una grata función de la obra de Gershwin.
Cabe mencionar que el barítono Donnie Ray Albert, quien en esta producción fue invitado a aparecer en el breve personaje del abogado Frazier, no solo cumplió 50 años de haber debutado en este escenario, sino que fue el intérprete original del papel de Porgy en la producción de 1976, y en la grabación discográfica que recibió un Grammy.
En el podio, el joven director estadounidense James Gaffigan realizó una lectura literalmente impecable de la partitura, que mostró su afición por la música folclórica y el jazz estadounidense, género que conoce bien y en los que ha profundizado. La orquesta en esta función se escuchó como una “big band” con la que, además de cautivar al público, lo adentró a las entrañas de la trama. Gaffigan, quien posee ya un largo recorrido al frente de la Orquesta de la Radio neerlandesa y cuatro años como director musical del Palau de les Arts Reina Sofia de Valencia, compromisos que solo le habían permitido dirigir conciertos sinfónicos en los Estados Unidos, vuelve a casa, ya que a la par de las funciones de Porgy and Bess, Gaffigan, que realizó su formación académica en Houston, fue anunciado a partir de la próxima temporada —y por lo menos hasta 2032-2033— como nuevo director musical del teatro, en sustitución de Patrick Summers.
Al final, muchos aplausos y entusiasmo por parte del público que premió este notable espectáculo.

La escenografía de Peter J. Davidson dio marco al trazo del Coro y el cuerpo de baile del Houston Grand Opera © Michael Bishop