A Midsummer Night’s Dream en Génova

Escena de la producción de Laurence Dale de A Midsummer Night’s Dream de Benjamin Britten en el Teatro Carlo Felice de Génova © Marcello Orselli

Octubre 19, 2023. El Teatro Carlo Felice, el principal de la ciudad portuaria de Génova, y uno de los escenarios más reconocidos en Italia por su cercano vínculo con los compositores belcantistas, y con las obras de Giuseppe Verdi, inauguró su nueva temporada con un título poco programado: A Midsummer Night’s Dream (Sueño de una noche de verano), ópera en tres actos de Benjamin Britten (1913-1976) con libreto del compositor y del tenor Peter Pears, basada en la comedia de William Shakespeare. 

Christopher Ainslie (Oberon) © Marcello Orselli

En agosto de 1959 Britten necesitaba componer una ópera para estrenarla menos de un año después con motivo de la reinauguración de la Jubilee Hall en Aldenburgh, sede del festival fundado por el compositor en 1948. La atracción que Britten sentía por la obra de Shakespeare y la necesidad de adaptar rápidamente el texto teatral a un libreto de ópera fueron los motivos que lo llevaron a componer esta obra que, apegada lo más posible a la obra original y con mínimas modificaciones, fue estrenada el 11 de junio de 1960 bajo su conducción, y sin saber que con el paso del tiempo llegaría a considerarse como una de las mejores obras de Britten.

De la comedia, el compositor logró explotar el potencial dramático del tema shakesperiano, destacando los tres niveles que la componen: el del reino de las hadas, las escenas de los jóvenes atenienses enamorados, y el grupo de artesanos que aspiran a ser actores, todos ellos unidos por un componente onírico y fantástico en una noche de verano. 

Fue precisamente ese mundo de sueños y magia lo que inspiró al director de escena inglés Laurence Dale (en el pasado conocido un tenor lirico y creador en 1981 del personaje de Don José en La Tragédie de Carmen de Peter Brook), con escenografías y vestuarios de Gary McCann, la iluminación de John Bishop, y las coreografías de Carmine Bishop, a crear uno de los mejores espectáculos escénico-visuales que he presenciado en mucho tiempo. 

Sydney Mancasola (Tytania) © Marcello Orselli

Se trató del estreno de una producción creada por el teatro Carlo Felice, en colaboración con la Royal Opera House de Mascate, Omán; que dentro de un cuadro de luz neón sitúa la acción dentro de un bosque repleto de árboles, que se mueven durante cada escena, complementándose muy bien con las transmisiones proyectadas al fondo del escenario, y la oscuridad y brillantez de los colores creados por el cambio de las luces con el que transportó al público a ese mundo de ilusiones que se alterna con un mundo real, cuando los personajes salen del cuadro y se ubicaban en el pequeño bosque situado entre el proscenio y el cuadro de luz neón. Los vestuarios de buena manufactura lucían de acuerdo con la escena. 

La función tuvo otro componente notable: la dirección musical del maestro Donato Renzetti al frente de la orquesta del teatro logró resaltar las prácticas musicales de Britten en una orquestación evocadora, inquietante e inmersiva, que —además de tener tintes melancólicos y angustiosos como también bulliciosos y vivaces— parece encajar a la perfección con la historia, que en su totalidad termina agradando como espectáculo. Renzetti logró resaltar otros recursos del compositor, como la atención especial a las voces y el uso de coros de niños para las hadas, que encendió desde el inicio la imaginación del oyente. 

Son evidentes los retos y dificultades que supone montar esta ópera, por el extenso elenco que se requiere, que se logró conformar para esta producción en su mayoría con angloparlantes, y que se mostró uniforme, sobresaliente y comprometido en cada una de sus papeles. El papel de Puck, un personaje que solo actúa pero que además de volar por todo el escenario sirvió como un hilo conductor de la historia porque engaña tanto a humanos como a hadas fue interpretado con gracia por Matteo Anselmi. 

El papel de Oberon fue cantado por el contratenor Christopher Ainslie quien, con su actuación, dio carácter y garbo al papel. Fue un placer ver y escuchar a la soprano estadounidense Sydney Mancasola como Tytania, muy equilibrada y confiada en escena como en la luminosidad y brillantez en su timbre y su dicción. 

John Chest (Demetrius) Keri Fuge (Helena) y Peter Cook (Lysander) © Marcello Orselli

En contraste a los coloridos personajes del reino de las hadas, sobresalió la pareja de amantes conformada por el barítono estadounidense John Chest como Demetrius y la soprano inglesa Keri Fuge como Helena; y correcta estuvo la pareja conformada por la mezzosoprano Hagar Sharvit como Hermia y el elegante Lysander interpretado por el tenor Peter Kirk, quienes llenaron de energía y sustancia sus escenas. 

Del resto de los intérpretes, los artesanos, resaltó la comicidad en cada una de sus partes especialmente, la del bajo David Shipley, por su voz rica y penetrante como Bottom, y en su escena con la cabeza de asno; y en su desempeño actoral y vocal: Seumas Begg como Flute, Sion Goronwy como Snug y Robert Burt como Snout, sin olvidar el aporte de cada uno de los demás cantantes, partiquinos y mimos. 

No se debe de olvidar el buen trabajo realizado por el coro de niños de la Opera Carlo Felice que dirige Gino Tanasini, como también es de destacar la gran cantidad de niños de escuelas primarias locales quienes fueron invitados a asistir a todas las funciones, quienes rieron, gritaron, aplaudieron y se emocionaron con las escenas y los personajes a lo largo de la representación, en una loable labor del teatro por involucrar a los jóvenes en la lírica.

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