Akhenaten en Barcelona

Anthony Roth Costanzo protagonizó Akhenaten de Philip Glass en el Teatre Liceu de Barcelona © Sergi Panizo

 

Octubre 27, 2025. Y llegó al Gran Teatre del Liceu la tercera parte de la trilogía de Philip Glass sin haber pasado por la segunda. En cambio, la primera, Einstein on the beach, se dio aquí y en el Palau de la Música.

Con respecto a esta última, la única ópera de la que he desertado aprovechando que el autor invitaba a salir y volver luego de un rato, es mucho más soportable, y aunque dura lo suyo, tres actos con dos intermedios se sobrellevan bien. Ayuda mucho la puesta en escena que, estilizada y a veces con esos movimientos lentos y de perfil que hacen recordar a Robert Wilson, trae a la memoria (con nostalgia) los muchos más interesantes peplum fílmicos de los años cincuenta del pasado siglo, donde la banda sonora era más variada, los intérpretes más numerosos y ligeramente menos planos, y hasta había algún buen filme.

Aquí, con bastante público y mucho éxito: supongo que gracias a esta costosa puesta en escena que proviene de la English National Opera y coproducida también por la Ópera de Los Ángeles (por suerte: gastos compartidos) y la colaboración de Improbable, dirigida por Phelim McDermott con Peter Relton como director asociado y la compañía de malabares Gandini Juggling (que interviene mucho, la mayor parte del tiempo jugando con las famosas tres bolas con las que nos deleitamos muchas veces ante los semáforos, pero supongo que aquí tienen una función simbólica ya que también los personajes y el coro juegan a veces).

La música es en sí misma bonita, aunque, como es de imaginar, un tanto uniforme, al menos en cada acto, y al final se vuelve al principio. La orquesta lo hace muy bien preparada y hasta lo que puedo discernir bien conducida por la batuta de Karen Kamensek, que debutó en esta ocasión y a la que no conocía hasta ahora, y me pregunto si la volveré a ver (supongo que si se repone la obra, lo que no creo muy probable en el tiempo que me quede de vida, no parece que sea mucho esperar). 

Hay momentos buenos como la oración del protagonista (en la lengua del país en que se representa, por disposición del autor), el dúo de amor con Nefertiti, algunos momentos con la madre, la intervención del coro en el último acto, en tanto que menos acertados parecen la expulsión de los dioses antiguos para asentar el predominio de Atón y la escena familiar que inicia el último acto.

La coreografía es de Sean Gandini, el director del grupo de malabares, que también actúa. Como los personajes son bastante hieráticos, incluso cuando expresan pasiones como amor o ira, no se puede hablar mucho de caracterización: digan lo que digan, son monocordes y no inspiran ni simpatía ni antipatía (en este sentido creo que se ha quedado en la superficie el intento del faraón de instaurar un culto monoteísta). Hay poco subtítulo por pedido de los autores del montaje y un personaje —el escriba Amenhotep— es solo hablado y en general anticipa lo que ocurrirá. Muy valioso en este papel el impactante Zachary James, que en sus ratos de ocio debe de practicar el malabarismo también él. Muy bueno el coro en sus intervenciones, preparado como siempre por Pablo Assante.

El protagonista fue el contratenor Anthony Roth Costanzo (no voy a abrir juicio sobre confiar a esta cuerda el personaje del faraón) que, con medios no muy sobrados y un timbre no demasiado grato, canta con mucho gusto y hasta en catalán en la mencionada oración. Además, hace su entrada con un desnudo frontal, que no sé qué agrega, pero ha sido muy comentado y alabado.

Su madre, la reina Tye, tiene una tesitura imposible por lo aguda de la que Katerina Estrada Tretyakova sale con la cabeza muy alta (me pareció de lejos la mejor), mientras que su mujer, la famosa Nefertiti (inevitable que en algún momento se reproduzca el busto célebre custodiado en Berlín) es una buena mezzo, Rihab Chaleb, que también debutó en el Liceu en esta ocasión, al igual que Roth. 

El trío general, sumo sacerdote y Aye (no me pregunten quién es, pero conforman el trío opositor que terminan encabezando la rebelión que acaba con el reinado y la vida del faraón) fueron Joan Martin Royo, José Manuel Montero y Toni Marsol (que tiene una parte episódica pero importante en el segundo acto, muy difícil).

Y luego estaban las hijas del matrimonio real, que actúan casi siempre en forma conjunta: Beketaten, Meretaten, Maketaten, Ankhesenpaaten, Neferneferuaten y Sotopenre. Entre las cantantes nombraré a las que recuerdo con buenas actuaciones anteriores en el Liceu y de mayor importancia: Carol García, Marina Pinchuk y Anna Tobella. A Alba Valdivieso no la recuerdo y a Carmen Buendía y Mar Esteve muy vagamente. Todas lo hicieron bien.

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