Anastasia en México

“El mundo, dicen, es un pañuelo.
No es cierto. Quien dice eso
no conoce el mundo.
El mundo es ancho y,
sobre todo, ajeno”
Perdido
Alberto Fuguet

Agosto 3, 2023. Este jueves, el telón del Teatro Telcel se levanta para comenzar una temporada de funciones de Anastasia, el celebrado musical de Broadway que cuenta con música de Stephen Flaherty, letras de Lynn Ahrens y libreto de Terrence McNally, que adapta a la escena lírica su guion escrito para la película homónima animada que 20th Century Fox estrenó en 1997.

Antes de llegar a la Ciudad de México, presentada por Ocesa Teatro con supervisión general de Julieta González y Morris Gilbert, esta producción estrenada oficialmente el 24 de abril de 2017 en el Broadhurst Theatre de Manhattan ha sido vista por el público en Alemania, Austria, Brasil, Canadá, España, Finlandia, Japón y los Países Bajos, con elencos locales.

La obra, estructurada en un prólogo y dos actos, aborda la leyenda de la Gran Duquesa Anastasia Nikoláyevna Románova de Rusia y lo hace a través del romántico lirismo, la comedia amorosa, la emocionante aventura de los personajes centrales y el desfogue fársico del cabaret, tal como lo refleja la partitura y los géneros musicales que la componen, más allá del contexto socio-histórico puntual y sus acciones belicosas.

En 1906, en San Petersburgo, la Emperatriz Viuda María Fiódorovna (Irasema Terrazas) está por partir a París y se despide de su nieta de cinco años, Anastasia (Sara Smith), hija del zar Nicolás II de Rusia. La niña se entristece, pero sobrellevará mejor sus sentimientos con la cajita musical que le obsequia su abuela. 

Once años más tarde, durante un fastuoso baile, la familia imperial será capturada y ajusticiada por los bolcheviques que han iniciado la revolución. Las trágicas noticias llegan, irremediablemente, a la Emperatriz Viuda.

Para 1927 San Petersburgo es Leningrado y los bolcheviques han tomado el poder, aunque las condiciones sociales han empeorado, si eso es posible. En ese contexto de hambre y pobreza ronda el rumor de que la Gran Duquesa Anastasia vive, pues habría escapado del sanguinario suceso en el que su familia fue abatida. Tal vez solo sean habladurías, pero eso abre la puerta para que dos estafadores, Dimitri (Javier Manente) y Vlad (Manuel Corta), busquen a alguna chica que pueda hacerse pasar por Anastasia y así llevarla a París para presentarla ante la Emperatriz Viuda y cobrar la recompensa que ha ofrecido si logra recuperar a su nieta y con ella algo de sus viejas ilusiones.

No faltan las muchachas que hacen audición para ser parte de la farsa, aunque no pasan los estándares, para decepción de los ambiciosos timadores, que en el fondo tienen buen corazón. Hasta que conocen a Anya (Mariana Dávila), una joven barrendera, huérfana y amnésica, que solicita su ayuda para obtener un pasaporte falso. 

Ella no solo reúne las cualidades para el embuste, sino que su esencia parecería ligarla a esa masacre imperial de 1917 e incluso a un pasado que habrá de descubrir cuando inicie la aventura que la llevará a conocer París, a la Emperatriz Viuda y, con un poco de suerte, el amor. Todo será posible si logra aflorar su verdadera identidad.

La música de Flaherty (quien trabajó en la banda sonora de la película de 1997 al lado de David Newman) es chispeante, lucidora y con un aura comercial y accesible que, por lo demás, refleja la agilidad del libreto. En ese aspecto, agilidad no es sinónimo de concisión. McNally gusta de irse por las ramas en varias escenas y subtramas que no abonan demasiado al motor dramático, aunque sí dispone la escena para el deleite sonoro y vocal. 

Anastasia conserva las memorables canciones que ya fulguraban en la película: ‘Un rumor en San Petersburgo’, ‘París te abrirá el corazón’, ‘Viaje al pasado’ y, desde luego, ‘Una vez en diciembre’. Diversas influencias desde Andrew Lloyd Weber a Danny Elfman pueden rastrearse en la obra, amén de incursionar en géneros como el vals, el cancán, el tango y el Charleston, o de citar textualmente algún pasaje de El lago de los cisnes de Piotr Ilich Chaikovski. Escuchar todo ese material tan conocido (más el nuevo), sin duda resulta emotivo para el público, y más si es a través de un trabajo correcto de la orquesta conducida por Isaac Saúl.

El elenco se distingue en general por brindar verosimilitud a los personajes que interpretan y a la obra en conjunto, sea en lo vocal, lo histriónico o incluso en la ejecución de las coreografías. Lo acertado del elenco se percibe también a través de voces claras, de dicción irreprochable (español latino), que se proyectan por medio de una sonorización cuidadosa que, si bien aplana algunos armónicos vocales y de la orquesta, permite una apreciable nitidez sonora.

La regiomontana Mariana Dávila, en el rol epónimo, demostró que posee una voz transparente, con matices de fragilidad y valentía que la vuelven entrañable. El centro de su registro corre con belleza y su ascenso al agudo, aun si se adelgaza o alisa, es con estilo y emoción. El Dimitri del neuquino Javier Manente es cantado con técnica solvente, calidez y uniformidad a lo largo de su registro. Su entrega escénica se conjugó de forma natural con la personalidad de Dávila.

El Vlad de Manuel Corta y el Gleb de Carlos Quezada (al final, más que villano, antagonista) funcionan en lo vocal y sostienen sus intervenciones con actuaciones sólidas y eficaces, lo que no es asunto menor dadas las encomiendas de sus personajes. La Condesa Lily que interpreta Gloria Toba resultó particularmente lograda y luminosa, quizá porque su rol desempeña y atraviesa momentos de gozo y diversión que transmiten su festividad al público. Y porque fue quien mayor soltura alcanzó en un trazo escénico clónico que, como franquicia, ha de cumplirse al pie de la letra. El ensamble mostró buena imagen sonora y con el transcurso de las funciones de seguro se percibirá totalmente compenetrado. En ese avance de la temporada es posible que también las sutiles transiciones entre el drama y la comedia sean más tersas y se asienten los tonos correctos con fluidez.

La labor artística de la soprano Irasema Terrazas se aprecia inmarcesible en esta interpretación que hace de la Emperatriz Viuda. De alta calidad, a partes iguales, su canto y actuación son capaces de detonar los motores dramáticos de esta historia, aun cuando claramente aborda un papel para una edad mayor que la suya. De ahí parte su abordaje creíble: de ser convincente a través de sus recursos expresivos. Sin la legitimación que brinda su personaje a Anya y a la historia misma de los Romanov, no habría trama posible. Por ello es apreciable su valiosa participación que enciende la magia en el escenario y, sobre todo, en los otros personajes de esta leyenda que cobra vida, incluida Anastasia, quienes gracias a ello habrán de encontrar identidad y camino propio.

Como estas producciones, en todo sentido, se replican con parámetros idénticos al original en las diversas sedes en que se presenta, se cuenta con la supervisión musical asociada de Bernhald Volk, la coreografía asociada de Denisse Holland Bethke y la dirección escénica asociada de Carline Brouwer. A estos créditos deben sumarse el diseño de escenografía de Alexander Dodge, el de vestuario de Linda Cho, el de iluminación de Donald Holder, la peluquería de Charles G. LaPointe y el diseño de video de Aaron Rhyne.

Y es que precisamente el punto más fuerte de Anastasia es su vistosa y dinámica producción, con vestuarios opulentos, maquillajes y pelucas que llevan al ensueño, pero sobre todo con un uso de tecnologías contemporáneas que transportan al espectador a numerosos y logrados escenarios y atmósferas, interiores y exteriores, poéticas o realistas: palacios, teatros, jardines, calles, el campo en movimiento.

Con tres pantallas de alta definición (una central al fondo; dos laterales más adelante, camufladas entre la arquitectura escenográfica giratoria, como también giratorias son tres bases empotradas en el piso), ningún rincón donde se desarrolla esta historia resulta imposible de lograr. Por el contrario, la frescura y vitalidad escénica aun con esencia teatral, luce cinematográfica. El traslado en tren de Anya, Dimitri y Vlad hacia París es una escena, sin duda, fantástica y para conservar en la memoria, aun si su impacto argumental pareciera limitado.

Anastasia es el vigesimosexto musical que presenta Ocesa en nuestro país. En principio, la temporada contempla cerca de 90 funciones durante los siguientes meses. No hay pretexto para perderse de uno de los títulos del género que mayor éxito y reconocimiento han tenido desde su estreno o, mejor aún, ser parte de ellos y comprobar que el mundo es un pañuelo. O no.

Compartir: