Carlo il Calvo en Milán

Julia Lezhneva y Franco Fagioli en Carlo il Calvo de Nicola Porpora en la Scala de Milán © Brescia e Amisano

Junio 14, 2023. Nicola Porpora, el compositor napolitano nacido en 1686 y muerto en 1768, hoy es conocido casi exclusivamente por haber sido el maestro de canto de dos de los más célebres castrados del siglo XVIII, Carlo Broschi (Farinelli) y Gaetano Majorano (Caffarelli). 

También, en esta velada, los melómanos que llenaron la sala del Piermarini descubrieron que Porpora fue también un gran compositor, ya que Carlo il Calvo, la ópera presentada en versión de concierto en el Teatro alla Scala es una obra maestra que ve a la ópera barroca perfilarse como un verdadero y propio festival canoro, porque está constituida como una secuencia interminable de arie da capo, con un uso muy virtuoso de la voz, como también de los instrumentos de la orquesta. 

Dicho así, parecería un género operístico hoy obsoleto, anacrónico y muy monótono. Pero hay un pero, que es la extraordinaria calidad de esta partitura casi desconocida, sorprendentemente rica y convincente musicalmente, y la calidad de los intérpretes —tanto vocales como instrumentales—, y en tal sentido, honestamente, era imposible desear algo mejor.

Carlo il Calvo (1738) es la ópera número ¡40! de Porpora, que hace a uno preguntarse ¿y las otras? ¿de qué nivel serán? ¿Cuándo esperaremos para que salgan de los archivos y sean puestas en escena? Solo un puñado de títulos han sido repuestos en los escenarios y hoy existen los cantantes preparados y los ensambles instrumentales especializados para afrontar de la mejor manera un repertorio tan complicado. Es esperable que propuestas como esta puedan abrir el camino a un redescubrimiento crítico del compositor napolitano, cuya música ha caído prácticamente en el olvido.

Carlo il Calvo (1738) cuenta la historia de una familia disfuncional dentro de la cual la historia amorosa entre los dos personajes principales —Adalgiso y Gildippe—, sirve de fondo para intrigas y luchas de poder que llegan de cualquier manera al acostumbrado final feliz. Porpora compuso páginas de gran fascinación, muy virtuosas, pero nunca descontadas en el flujo de la línea melódica y de la elección de timbres, páginas fantasiosas, como también ingeniosas, frecuentemente enérgicas y brillantes, pero también más íntimas y líricas (como en el caso del único y hermosísimo dueto ‘Dimmi che m’ami o cara’, el momento emocional más envolvente de la partitura entera). 

George Petrou, al frente del ensamble barroco Armonia Atenea © Brescia e Amisano

En esta ejecución en forma de concierto algunas partes fueron de manera comprensible cortadas, y como aria conclusiva, antes del coro final, fue insertada la pirotécnica ‘Come nave in mezzo all’onde’ de Siface (1725) del propio Porpora, confiada al personaje de Gildippe. Una elección análoga fue efectuada en ocasión de la puesta en escena de la ópera en el Bayreuth Baroque Festival en el 2020 por George Petrou con un elenco vocal de intérpretes casi idéntico al presentado en la Scala. Justo el mismo director griego a la cabeza de Armonia Atenea mostró gran competencia estilística y entusiasmo contagioso conduciendo al ensamble. Con un gesto preciso y esencial, pero también suave cuando se requería, incitó a los instrumentistas sin contenerse, subrayando cada matiz, cada onda, permitiendo respirar la ardua partitura y permitiendo a los solistas cantar a sus anchas, sin abrumarlos en ningún momento. Se notaba desde el inicio de la velada que entre George Petrou y Armonía Atenea había una perfecta sintonía. 

El elenco estuvo compuesto por verdaderos fueras de serie del género, comenzando por los dos contratenores —el argentino Franco Fagioli (Adalgiso) y el croata Max Emanuel Cenčić (Lottario)—, dos artistas que están reescribiendo la historia de la voz en falsete. Voz diamantina la de Fagioli es dinámica, muy timbrada y bien proyectada. Su evolución vocal en la zona aguda como también sus saltos a la grave, dejaron sin respiración al público scaligero, llevándolo a un estado de éxtasis y excitación. Cenčić cantó con ardiente acento y con impetuosa expresividad, logrando conmover con abandono íntimo y reflexivo. Su voz de color bruñido emana electricidad. 

Ni que decir de la soprano rusa Julia Lezhneva (Gildippe), perfectamente a sus anchas con la ardua coloratura de la que está repleta su parte. Ni un sonido impreciso, ni una nota desafinada, su infinita exigencia virtuosística invadió la sala del Piermarini: fue una granizada de notas que encendieron al público. 

A tener en cuenta es el joven contratenor hondureño Dennis Orellana (Berardo), quien mostró facilidad en la emisión, espontaneidad y naturaleza en el fraseo. Ejemplar estuvo la soprano francesa Suzanne Jerosme (Giuditta), que se notó desenvuelta y segura. Ambroisine Bré (Edvige) es una mezzosoprano francesa de timbre reluciente y comunicativo, y el tenor alemán Stefan Sbonnik (Aspirando) es ágil y afinado. 

Probablemente fue una noche histórica para el teatro milanés en la cual fue legitimado definitivamente un tipo de voces frecuentemente vistas con sospecha por los melómanos que prefieren dormir sueños más tranquilos entre las almohadas de lo conocido y de lo habitual. El binomio Scala-Barroco recolecta por lo tanto otra perla —y ¡que perla!— que se propone ser un vívido campo de exploración y de propuestas para el futuro.

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