Carmen en Dallas

Escena de Carmen de Georges Bizet en la Ópera de Dallas © Kyle Flubacker
Octubre 26, 2025. Carmen, la célebre opéra-comique en cuatro actos de Georges Bizet (1838-1875) con libreto de Henri Meilhac y Ludovic Halévy, inspirada en la novela homónima de Prosper Mérimée, y que se estrenara precisamente en el Teatro de la Opéra Comique de París el 3 de marzo de 1875, volvió al escenario de la Ópera de Dallas para inaugurar su nueva temporada.
La peculiaridad de esta nueva Carmen radica en el estreno estadounidense de la producción del teatro de la Opéra Royal du Château de Versailles, realizada con motivo del 150 aniversario de la creación de Carmen y de la muerte del compositor Bizet. La producción, creada en colaboración con el Palazzetto Bru Zane–Centre de Musique Romantique Française, con sede en Venecia (un importante centro de investigación creado para redescubrir, reestrenar y promover a nivel internacional el patrimonio musical francés entre 1780 y 1920, mucha de ella hoy poco conocida), y la Opéra Orchestre Normandie Rouen (que después de Dallas iniciará un periplo internacional en la Ópera de Grecia de Atenas en mayo de 2026).
El montaje en cuestión —que busca ofrecer una fiel recreación de los diseños, dibujos, decorados, iconografía y vestuarios originales del montaje utilizado en el estreno de la obra en 1875— fue el resultado de una exhaustiva investigación en materiales de archivo, bocetos, cuadros e imágenes publicadas en los periódicos de la época realizada por el director escénico Romain Gilbert, el escenógrafo Antoine Fontaine, y el reconocido diseñador de modas francés Christian Lacroix, quien se encargó de los vistosos y elegantes atuendos de los cantantes.
A lo largo de su historia, Carmen ha sido considerada como la ópera más famosa del repertorio francés, quizás porque es un símbolo del amor y la libertad, y ha sido escenificada de muchas maneras, desde enfoques académicos y tradicionales, hasta producciones que han alterado completamente el espíritu de la ópera. Cabe mencionar que, en la época de su estreno, no existía el concepto de “director de escena” y ésta se realizaba conforme a las indicaciones del compositor que, en el caso de Bizet, logró plasmar su visión pesar de nunca haber viajado mas allá de los Pirineos.
Posteriormente, las óperas representadas en distintos escenarios comenzaron a utilizar un cuaderno de escena (o livrets de mise en scène) como guía, que contenía información escueta sobre la colocación de decorados, entradas y movimientos de los protagonistas y el coro. Por ello es válida la búsqueda del director de escena por recuperar los decorados y trajes originales. El intento de los creadores de este montaje no fue ofrecer una visión o enforque histórico o museográfico, sino una visión actual de cómo habrían sido las primeras funciones de Carmen.
La puesta escénica contó, además, con las coreografías de Vincent Chaillet y el diseño de iluminación de Hervé Gary. En escena, se vieron coloridas imágenes de la Sevilla del siglo XVIII al fondo del escenario, con balcones, escaleras, lo que sería el frente de la fábrica de cigarros, de las montañas y del exterior de la plaza de toros. Se le dio también esta imagen en perspectiva tridimensional, que daba la impresión de trasladar al espectador dentro de una pintura o el cuadro de un dibujo. Se puede resumir como una loable idea escénica que gustó, atrajo y maravilló al público por su natural, pero a la vez espectacular diseño.
En su dirección actoral, Gilbert buscó redescubrir a los personajes, retratando la crueldad, incluso la inmoralidad de la historia que el público a veces tiende a pasar por alto por la brillantez de la orquestación, y como la protagonista de la ópera en su momento se enfrentó a aquella sociedad patriarcal dominada por hombres, la única solución del obsesionado y traicionado Don José fue la de eliminarla con sus propias manos.
Aunque Carmen está hecha de clichés y preconcepciones que han condicionado la visión del público, hubo algunas inconsistencias en el trabajo de Gilbert, que uno no se explica, como ver a Carmen aparecer en la primera escena, saliendo de trabajar de la fábrica de cigarros ataviada en traje de gala, o la de presentar a Escamillo como una suerte de exagerado bufón en escena, cuando un torero se desplaza con movimientos pausados y elegantes. Esto demuestra cierto desconocimiento o desinterés del director de escena por adentrarse en ciertos detalles de la trama.
La orquesta fue dirigida con mucho ímpetu, brío y entusiasmo que le suele imprimir a sus lecturas Emmanuel Villaume, director musical del teatro. Se notó la compenetración que tiene el director francés con la partitura y sus cadencias, pues sacó lo mejor de los músicos de su orquesta y demostró la atención que tiene por los cantantes. A propósito de la orquestación de Carmen, el director de orquesta inglés Sir Thomas Beecham llegó a afirmar que, dada su popularidad, la obertura de Carmen era en realidad “el verdadero himno nacional de los franceses” (cita incluida en las notas ofrecidas por Palazetto Bru Zane).

Marina Viotti (Carmen) en la producción de Romain Gilbert © Kyle Flubacker
En el plano vocal, con diálogos hablados reducidos al mínimo, sobresalió en su debut operístico estadounidense la mezzosoprano suiza Marina Viotti, quien brindó una refinada Carmen, con voz oscura, profunda, muy colorida y matizada, cantando con pasión, sentimiento y evidente adhesión al texto. El desempeño vocal de Viotti me hizo reconocer que el papel no corresponde a la idea de que únicamente las mezzosopranos de amplias y potentes voces son las adecuadas para cantar el papel. Escénicamente, se desenvolvió con naturalidad y refinamiento, mostrando su justo lado sensual, el temperamento impulsivo y la temeridad del personaje.
El rol de Don José le fue encomendado el tenor Saimir Pirgu, quien posee un timbre seductor, viril, grato al oído, y parece estar alejándose del repertorio belcantista en el cual despuntó, y este rol parece estar aún lejos de sus posibilidades, que lo llevaron a forzar la voz y a emitir algunas notas estranguladas.
La soprano Teresa Perrota fue una afable y afectuosa Micaëla, que demostró buenos medios vocales. El barítono Gihoon Kim cantó con una voz destemplada y desequilibrada, y no le hizo justicia al personaje de Escamillo por su desempeño actoral bufonesco, pendenciero y sobreactuado, por momentos irritante.
Correctos y puntuales estuvieron el resto de los cantantes del reparto: la soprano Diana Newman (Frasquita); la mezzosoprano Kristen Choi (Mercédès), el tenor Matthew Goodhart (Remendado), el barítono Kyle Miller (Dancaïre), el barítono colombiano Laureano Quant (Zuniga) y el barítono cubano Eleomar Cuello (Moralés). No se debe olvidar el aporte que tuvo el Coro del teatro en esta función, dirigido por el maestro Paolo Bressan.