Daphne en Berlín

Daphne, de Richard Strauss, en Dresde

Febrero 7, 2024. El lector se preguntará, y con razón, cuál es la razón por la cual ciertas óperas de Richard Strauss no son puestas más a menudo. La respuesta es relativamente simple: luego de la muerte de Hugo von Hofmannstahl, Strauss se encontró sin una persona que lo motivara, con la cual pudiera discutir libretos y situaciones operáticas a un alto nivel intelectual. 

Hay gente que piensa, erróneamente, que Strauss era un bávaro poco leído que gustaba de jugar a las cartas y tener un buen nivel económico. En realidad, Strauss fue un compositor que leía mucho, un entusiasta de la historia y la mitología griega, y un músico que lucho y triunfó contra la adversidad económica luego de perder la mayoría de sus inversiones debido a la primera guerra mundial. 

La muerte de Hofmannstahl lo llevó a buscar otros libretistas, y así se encontró con Joseph Gregor, que había sido recomendado por Stefan Zweig. La relación entre Strauss y Gregor fue bastante tempestuosa, con desacuerdos sobre cómo presentar textos y situaciones, y es evidente que Strauss no consideraba a Gregor como alguien que estaba a su nivel. El texto de Daphne no es inmediato: es pesado en símbolos y en grandilocuentes palabras, algo que lo hace sonar pretencioso. 

Tampoco la música del así llamado segundo período straussiano posee la liviandad y espíritu del primero. Daphne, clasificada como una tragedia bucólica, pertenece al grupo de óperas de inspiración griega, como Elektra, Ariadne auf Naxos, Die Ägyptische Helena y Die Liebe der Danae, que tuvo su premiere el 15 de octubre de 1937 en Dresde, bajo la dirección de Karl Böhm, a quien fue dedicada. De por sí la obra es complicada, pero si se agregan ingredientes políticos de esa época y el momento por el cual atravesaba Alemania, la obra puede ser mejor entendida. 

Daphne tiene mucho que ver con la pérdida de la inocencia y, al sucumbir, se transforma en algo viviente y bello. La escena final de la metamorfosis de Daphne es una de las grandes escenas finales de Strauss. Quizás por estas razones tan complementarias fue su ópera preferida. Tampoco es una obra fácil de poner, ya que requiere cantantes de voces excepcionales. Daphne misma tiene una tesitura alta casi constante que requiere al menos dos voces de soprano: una lírico-ligera con partes de spinto, una combinación no siempre compatible y que para algunas cantantes presenta problemas de passaggio. 

La joven soprano Vera Lotte-Boecker posee una voz lírica y liviana, pero puede con la alta tesitura, aunque la cansa y la hace minimizar la expresión, cantando casi todo al mismo volumen forte. Esto no es solo es cansado para el oyente, sino para la cantante. El timbre que a nivel normal es atractivo, se vuelve duro y monocromático al forzar la voz. Quizás debería cantar roles menos exigentes y así alargará su carrera. El bajo René Pape cantó Peneios con timbre bello y la contralto Anna Kissjudit fue Gaea, cantando con registro muy oscuro. Que Strauss odiaba a sus tenores es algo que se desprende de la tesitura de los roles de Bacchus (en Ariadne auf Naxos) y El Emperador (en Die frau ohne Schatten), por ejemplo. Pero Leukippos es un poco más lírico y atractivo, y Johan Krogius cantó y actuó con soltura. En cuanto a Apollo, ¿qué se puede decir? Es una tortura vocal, aun cuando se contó con un tenor como David Butt Philip, que pudo cantar todas las notas, pero la tesitura no permite fraseo ni matices ni mucha expresión. 

El elenco debió actuar sobre un escenario cubierto de nieve y con nieve artificial cayendo constantemente sobre el escenario. La producción de Romeo Castellucci podría servir para otra ópera, pero no para Daphne. Sus decorados contradicen toda idea de una tragedia bucólica, así como el ambiente deseado por la partitura orquestal de Strauss que especifica, en página 7: orilla pedregosa, grupos densos de árboles oleosos y caída del Sol. Nadie dice que se sigan las instrucciones al pie de la letra, pero sí que se respete el espíritu. Mantener una tormenta de nieve a través de una 1 hora y 40 minutos es aburrido, haragán e inaceptable. 

Tampoco convenció la escena de la metamorfosis. Ver a Daphne desenterrar un arbolito que aparece colgando en el medio del escenario hizo pensar que Castellucci no supo entender de qué se trata la obra.

Thomas Guggeis debió contrarrestar esta falencia con su orquesta, quizás hoy por hoy la mejor orquesta alemana. La Staatskapelle berlinesa siempre suena bien y en este caso no fue una excepción, solo que Guggeis no supo dar más color y matices a una partitura que es muy diferente a las otras de este compositor. El resultado fue un bello sonido, a veces bellísimo, pero en general hubo exceso de volumen.

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