Dialogues de Carmélites en Roma
Diciembre 2, 2022. Inusual interés había despertado, y con razón, esta reposición de la ópera de Francis Poulenc, uno de los pilares del repertorio lírico del siglo pasado. Un nuevo espectáculo concebido por Emma Dante que, sin renunciar a su cifra estilística e ideológica, da una versión apabullante de la tragedia que concluye con las monjas en la guillotina y, salvo algún elemento “excesivo” en los lacayos o en el momento de libertad en bicicleta, la ilustración de los interludios y el manejo de los personajes resultó francamente extraordinario.
Contó para ello con buenas cantantes actrices y la excepcional Anna Caterina Antonacci, una primera priora estremecedora que esculpió cada frase. La rodearon, en orden de méritos, Ekaterina Gubanova (Mère Marie, la fanática que queda en vida), Emöke Barath (Soeur Constance, el rayo de luz de la congregación), Corinne Winters (una Blanche de voz algo oscura para la protagonista y demasiado “decidida” como actriz), Ewa Wesin (una Lidoine poderosa pero de registro agudo áspero), y en roles menos exigentes por extensión Bogdan Volkov (el hermano de Blanche) y Jean-François Lapointe (el marqués de la Force, su padre).
Los roles menores fueron todos bien cubiertos, los actores/mimos fueron estupendos, y aunque el coro masculino tuvo mucho menos que hacer que el femenino, se saludó la labor de ambos en la figura de su director, Ciro Visco. La orquesta del Teatro tuvo una actuación extraordinaria gracias a la batuta inspirada de su actual director, Michele Mariotti, quien coordinó y aseguró los miles aspectos de una partitura arrebatadora y nada fácil y al que sólo se le puede imputar en algún momento algún desborde.
Pero la gradación de la violencia, los pocos momentos de respiro, y la gran escena final de la ejecución (resuelta magistralmente por Dante utilizando los marcos de retratos de la casa del marqués de la Force en los que se ubican cada una de las monjas y sobre las que cae una tela blanca con cada golpe de guillotina) es tan impresionante como ese “miedo a la muerte” con el que la primera priora grita su desesperación al final del primer acto. Memorable.