Die Fledermaus en París

Die Fledermaus con les Musiciens du Louvre en París

Diciembre 13, 2023. En nuestros tiempos es ya evidente que todos los seres vivos tienen el don de la comunicación. De las ballenas jorobadas a los chimpancés, cada voz en la naturaleza tiene un propósito específico. Según la ciencia del comportamiento animal, cada voz del mundo salvaje tiene sentido. Aparte de los mitos y leyendas negras que conforman la reputación de los desafortunados quirópteros, estas pequeñas criaturas cavernícolas están dotadas de una de las formas de comunicación más sofisticadas que existen, orientándose en el aire y cazan tejiendo hilos invisibles en la noche. Pero los murciélagos no cacarean, no chillan, ni pitan… ¡cantan! Qué bella manera de dar voz a las cuevas y los bosques en las noches estrelladas.

Entonces, ¿qué podemos decir de esta partitura, que Johann Strauss II concibió en seis semanas durante uno de los periodos más contrastados de la Viena de la emperatriz Sissi? Desde su estreno en 1874, este hermoso Murciélago ha levantado el vuelo y bailado el vals por todo el mundo. Su canto ligero y ágil no ha perdido nada de su chispa perspicaz y sigue siendo tan petulante como las mil y una copas de champán que parecen ahogar a la alegre compañía del Príncipe Orlofsky.

El Théâtre des Champs-Elysées despidió 2023 con Die Fledermaus, una Nochevieja antes de tiempo con la fantástica orquesta de los Musiciens du Louvre. A pesar de algunos problemas de precisión en las cuerdas, sobre todo en la famosa obertura, disfrutamos de la belleza diamantina de la música de Strauss II con instrumentos históricos. Los vientos fueron una delicia particular gracias al talento de los intérpretes. Los tempi de Marc Minkowski fueron a veces sorprendentes e incluso desentonaron con el estilo, pero en conjunto su concertación fue audaz e inventiva.

En cuanto a las voces, es triste decir que un reparto ideal para esta obra maestra del repertorio «ligero» sigue siendo un reto. Como en las partituras de Jacques Offenbach, la frontera entre la ópera y el teatro es muy estrecha, el término medio no existe, a pesar de que las melodías parezcan «fáciles», cada nota requiere la maestría de un equilibrista, aunque ello signifique lanzarse al abismo y dislocar la delicada estructura de la partitura de Strauss II. Esta noche, no obstante, hubo una bella demonstracion de todos los solistas, pero también muchas decepciones.

Como el Eisenstein esperado estaba enfermo, el barítono austriaco Christoph Filler asumió el papel de la «polilla» con poca antelación. A pesar del remplazo inesperado, Filler carece de potencia y se deja cubrir muy a menudo por la orquesta; no tiene dinámica y su voz parece demasiado frágil para un papel así. Además, la naturaleza picaresca se le escapa.

La Rosalinde de Jacquelyn Stucker no dejó mejor recuerdo. Aunque su voz es bella y con matices, estuvo sistemáticamente cubierta por la orquesta y sin energía ni contraste. En las divinas Csárdas del Acto II, el timbre fue brillante, pero sin relieve.

Por el contrario, Alina Wunderlin fue una Adele ideal: pícara y vocalmente fantástica. No podríamos haber deseado un Orlofsky mejor que la fabulosa Marina Viotti, cuyas increíbles virtudes vocales y energía teatral no se agotaron desde que apareció en el escenario. Parafraseando el casi-schottisch del aria de Orlofsky, Marina Viotti ofreció a cada espectador un Strauss con un gusto refinado para todos y cada uno. Esperemos oír más de ella en este repertorio, ¡porque hay muchos papeles para ella!

El Doktor Falke (el Fledermaus del título) fue Leon Košavic. ¡Cuidado con él! Es un talento que merece la pena. Con una extraordinaria presencia escénica, una voz profunda y ágil de gran belleza, aportó todos los matices vieneses que exigía el papel. También podemos animar a nuestros lectores a seguir al tenor Magnus Dietrich, que interpretó a Alfred con encanto y bellos melismas. ¿Qué más se puede pedir?

Para completar el reparto, saludamos el gran talento vocal y el dominio del estilo de Michael Kraus como Frank, el director de la prisión. No olvidamos mencionar el divertidísimo Frosch de la actriz Sunnyi Melles, vestida con un uniforme austrohúngaro azul horizonte y unas cuantas medallas para la ocasión, tuvo perfecto sentido en la puesta en escena este papel de funcionaria de prisiones con el tambaleante andar del aguardiente.

La adaptacion escénica de Romain Gilbert tuvo sus momentos de encanto, pero también presentó a veces chistes demasiado fáciles. A pesar de ello, existió entre sus visillos la nostalgia que Stefan Zweig echaba de menos cuando el antiguo imperio de los Habsburgo se derrumbó finalmente en un torbellino de fuego y ruinas. Aquí no hubo conflicto ni cañonazos, solo una fábula burguesa y un poco de temeridad en la que la venganza del Dr Murciélago no fue más que una larga resaca que se curó con muchas copas de champán hasta el amanecer.

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