Don Carlo en Bari

Escena de Don Carlo de Giuseppe Verdi en el Teatro Petruzzelli de Bari © Clarissa Lapolla

 

Octubre 16, 2025. En esta ocasión pudimos disfrutar de la más grandiosa de las óperas verdianas, que combinó la rigidez de las costumbres cortesanas con una trama compleja, ideada por el genio de Friedrich Schiller. Giuseppe Verdi lo admiraba tanto que compuso cuatro óperas basadas en sus obras, dedicando especial atención a Don Carlos, compuesta en francés para París, donde se estrenó en 1867. Esta versión constaba de cinco actos e incluía un ballet, ‘La Peregrina’, hoy en día descartado. Siete meses después, Bolonia escuchó la versión italiana en cinco actos. En 1872, se presentó otra versión italiana de la obra en cinco actos en Nápoles, pero esta vez con cambios en el libreto, ya que Achille de Lauzières y Antonio Ghislanzoni reemplazaron a los autores franceses Méry y du Locle. 

En 1884, Verdi presentó una nueva versión de Don Carlo en italiano, esta vez en cuatro actos y con libreto de de Lauzières y Angelo Zanardini, estrenada en la Scala. Esta es la versión que inauguró esta temporada del Teatro Petruzzelli de Bari. Para complicar aún más las cosas, la ópera en cinco actos fue revisada en 1886 para el Teatro Comunale de Módena. El primer acto de esta versión presenta la historia de Elisabetta y Don Carlo, a quien ella había sido prometida. Un encuentro casual en el bosque de Fontainebleau, por la noche, se transforma en un amor inocente, truncado minutos después por el mensaje del padre de Elisabetta: ahora está prometida a Felipe II de España para convertirse en reina. 

Para comprender la obra, es necesario saber esto de antemano. Don Carlo se siente humillado, menospreciado por su propio padre, y cuando lo volvemos a ver en el claustro de San Giusto, ya no es el príncipe simpático, enamorado y encantador de antes, sino un hombre amargado cuya vida ha perdido sentido. Aparece entonces Rodrigo de Posa, el mejor y más leal amigo de Don Carlo, quien, al enterarse de este amor prohibido, le propone de inmediato luchar por la libertad de Flandes, donde su idealismo pueda florecer. 

En ninguna otra ópera mostró Verdi tal creatividad instrumental, semejante combinación de sonidos y armonías singulares; basta con escuchar, por ejemplo, las palabras de Don Carlo, ‘Oh, prodigio’, durante el dúo de la cuarta escena del primer acto. La orquestación de Verdi cambia de tonalidad mayor a menor. Comienza con una dulce y breve armonía, extrañamente distante y ambigua, con flauta, dos clarinetes, arpa y fagot. Se trata de un festín armónico —inesperado en Verdi— para concluir el dúo: ‘Sei tu, mio dolce amor… Sei tu!’, seguido de acordes densos e irresolutos que recuerdan a Wagner. ¿Y por qué no? Don Carlo, en cualquiera de sus versiones, presenta muchos de los conflictos presentes en Tristán e Isolda, pero Verdi (y Schiller) introducen otros elementos cruciales en la historia que la hacen menos obsesiva y más compleja. 

Cabe destacar el abundante uso del leitmotiv, aunque a veces no resulte del todo coherente en la versión de cuatro actos, ya que alude a sucesos ocurridos en el acto de Fontainebleau. En mi opinión, Don Carlo es una de las obras más sublimes que jamás se hayan representado en un teatro de ópera, pero requiere un elenco de cantantes no siempre disponible hoy en día, así como un director de escena con imaginación y conocimiento de la historia y las costumbres. Cabría esperar que Joseph Franconi-Lee poseyera estas credenciales, pero lamentablemente su visión de Don Carlo fue estática, plagada de clichés, como la mano en el hombro, la barbilla alzada en señal de disgusto, y muchos otros gestos que el lector conoce bien y que abundan en el mundo de la ópera, haciéndolo parecer ridículo y fuera de lugar. 

Lo mejor que se puede decir de esta dirección es que los cantantes se movían correctamente de un lugar a otro. La escenografía era oscura y opresiva. En cualquiera de las versiones disponibles, Don Carlo es una obra maravillosa, donde Verdi explora una orquestación diferente, con efectos sublimes. La orquesta da la impresión de pasar a otra dimensión en un éxtasis inesperado. 

En realidad, todas las óperas de Verdi que se basan en obras de Schiller poseen algo que las diferencian musicalmente del resto: Don Carlo es el ejemplo más extremo. Hay mucho para preferir en la versión en cinco actos, sea en italiano o en francés. Pero aun cuando “el acto de Fontainebleau” parezca esencial, dejarlo como algo en el pasado reciente también funciona bien, como Otello funciona sin el acto de Venecia en la obra original de Shakespeare. 

 

Pavel Černoch (Don Carlo) y Chiara Isotton (Elisabetta) © Clarissa Lapolla

 

Los roles están bien delineados y claramente definidos, pero no hay caricaturas. El auto da Fe, si resulta bien hecho, debería aterrorizar, aun cuando la mayoría de las producciones lo caricaturicen. También la escena donde Don Carlo desafía a su padre tiende a ser caricaturizada, y son generalmente las producciones modernas las que dan vida no solo a los personajes centrales, sino a los nobles que cobardemente se rehúsan a defender a su rey. Basados en la obra magistral de Schiller, los personajes son de carne y hueso, se puede creer en ellos, son simpáticos e irritan también con sus demandas. Posa en especial es quien irrita más con su único tema: salvar Flandes. 

Una vez establecidos los personajes y sus metas y sentimientos, cabe reunirlos y ver cómo reaccionan el uno con el otro, y es aquí donde las producciones tienden a fracasar. Y si bien producciones tradicionales como la de la Scala en 2023 triunfan por la calidad de sus protagonistas, en otros teatros menos ilustres se necesita mucho trabajo con la Personenregie. Eso no ocurrió en esta ocasión y solo puedo decir que hacía mucho tiempo que no presenciaba un espectáculo con movimientos tan pasados de moda y poco creíbles. Tampoco contribuyó un vestuario vetusto y pesado que dejaba a los personajes clavados en el escenario. Pero si todo esto fue un aspecto negativo, hubo al menos un elenco mas que aceptable. 

Chiara Isotton es una soprano italiana que está haciendo buena carrera. Su voz tiende a lirico spinto y posee un bello color, no fuerza los agudos y posee un color homogéneo en todo el registro. Es una actriz más bien contenida, y convenció con un muy íntimo ‘Non pianger mia compagna’, y controló la dinámica en gran forma para entregar una excelente ‘Tu che le vanità’. No dudo que su carrera seguirá en ascenso. 

Alexandra Ionis mostró una voz y personalidad más desbordante. La voz es de mezzo aguda con agudos bien colocados y nítidos en su primera escena, y con voz redonda en el registro medio y bajo, sin el problemático passaggio. De más está decir que su ‘O don fatale’ recibió un estallido de aplausos. 

Hace tiempo que no surgen nuevos bajos italianos para roles como Filippo II, y en este caso no hubo excepción. El coreano Simon Lim posee un registro muy apropiado sin ser un basso profondo (que en realidad no es necesario). Su caracterización, si bien estática, tuvo estatura y su voz sonó cómoda en toda su extensión, dando relieve a su gran escena ‘Ella giammai m’amo’ y en especial al gran duelo de bajos con el muy meritorio Vazgen Gazaryan como el Gran Inquisidor. Gazaryan sí que es un basso profondo y su voz retumbó por el teatro con dicción incisiva y llena de autoridad. 

Vladimir Stoyanov fue un plácido Posa, y quizá su vestimenta y la falta de Personenregie también afectó su caracterización, que sin embargo estuvo bien cantada. Dejo para el final a Don Carlo, un rol ingrato aparte de ser difícil de cantar. Pavel Černoch sufrió de una vestimenta que resaltó su estatura, y si bien no es excesivamente alto, tampoco actúa en forma flexible, dándole a su interpretación un aspecto duro y poco convincente. Su canto tendió a resaltar el aspecto lloroso y traumatizado, quizás una ventaja en este caso. 

Sara Rossini completó el elenco con una dulce rendición de la voz del cielo. Aquellos acostumbrados a escuchar una gran dirección orquestal se habrán ido muy descontentos, porque Diego Matheuz al frente de una muy buena orquesta no fraseó ni tampoco tuvo una visión integral de la obra. Hay muy buenos directores jóvenes italianos que pienso podrían haber hecho un mejor trabajo. 

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