?? Don Carlo en París

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Octubre 25, 2019. Al presentarse la Temporada 2017 de la Ópera de París, se anunció un proyecto artística e históricamente de sumo interés: poner en escena la versión original de Don Carlos de Verdi —naturalmente en francés y en cinco actos— en esa temporada y, con la misma puesta en escena, ofrecerla en 2019 pero en la versión italiana.

Krzysztof Warlikowski en la dirección escénica introdujo algunos cambios, con respecto a su puesta original de 2017, en los movimientos escénicos del primer acto y en la caracterización de Don Carlo, que en esta ocasión aparece vestido de sacerdote. Los aciertos y virtudes —pocos—, junto con los aspectos fallidos de una producción más fría que provocadora, estática y vacía, se mantuvieron casi intactos.

© Vincent Pontet

En cambio, Fabio Luisi dirigió con pericia a la Orquesta de la Ópera de París con estilo perfecto y verdadero nervio verdiano. El coro, que dirige José Luis Basso, fue nuevamente uno de los grandes triunfadores de la velada.

Roberto Alagna inició en forma brillante su Don Carlo durante el primer acto y buena parte del segundo. Algún agudo alcanzado con dificultad no permitía entrever que el tenor francés había comenzado la representación con gripe, y durante el primer intermedio decidió cancelar su presentación. Se convocó, por lo tanto, al tenor de reemplazo o cover, el español Sergio Escobar, que luego de un tercer acto impreciso y pleno de nervios fue creciendo a medida que avanzó la representación, logrando un digno resultado.

Aleksandra Kurzak —una lírico que se atreve a más— debutó con gran éxito el rol de Elisabetta, con línea de canto inmaculada, sutilezas, medias voces y pianísimos. René Pape fue un verdadero lujo como Filippo II, con su registro de bello color y la profundidad de interpretación que sólo tienen los grandes artistas. Étiene Dupuis no defraudó como Rodrigo; tiene una voz cálida, bien timbrada, elegante línea de canto y adecuada emisión. Pero sin dudas los momentos más profundamente conmovedores de la noche estuvieron a cargo Anita Rachvelishvili, quien fue una Princesa Eboli sencillamente deslumbrante. Desde las sutilezas de la “Canción del velo” a su arrolladora versión de ‘O don fatale’, todo fue placer auditivo en la interpretación de una mezzosoprano de cautivante color vocal, agudos brillantes y graves sonoros y profundos. Muy correcto, el Gran Inquisidor de Vitalij Kowaljow; y homogéneo y profesional, el resto del elenco.

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