Don Giovanni en Nueva York

Escena de Don Giovanni en el Met de Nueva York © Karen Almond

Junio 2, 2023. Sin mejorar su puntería y despertando más indiferencia que entusiasmo, el Metropolitan Opera estrenó una nueva producción de Don Giovanni de Wolfgang Amadeus Mozart, la tercera en casi 20 años, recurriendo esta vez al experimentado director de escena belga Ivo van Hove. 

Coproducida con la Opéra de Paris, donde se presentó en el 2019, la nueva puesta en escena planteó un espectáculo de líneas austeras, monótono y monocromático cuya acción suponemos se desarrolló en algún sitio de Italia en los años 50 del siglo pasado. La escenografía de Jan Versweyveld situó la acción en una “ciudad en construcción” con futuristas, monumentales y rígidos conjuntos de monoblocks fabricados de hormigón, que recordaron la arquitectura fascista-racionalista de Benito Mussolini y que, al girar, dejaron al descubierto pasadizos, laberintos y escaleras por los que deambularon los intérpretes. En la iluminación, firmada también por Versweyveld, predominaron las grises que aportaron frialdad a la atmósfera general de la puesta, y solo al final, cuando el mal fue vencido y triunfó el amor, hubo un poco de luz y color sobre el escenario. 

Las proyecciones de Christopher Ash resolvieron con eficacia, espectacularidad y de un modo clásico el castigo al protagonista, a quien una marea zombi, al mejor estilo de The Walking Dead, se lo llevó al infierno. La diseñadora Ann D’Huys apostó por un vestuario actual sobrio y elegante, cuya única referencia a la época de Mozart pudo verse en la escena de la fiesta del final del acto primero, donde las mujeres lucieron trajes del siglo XVIII. 

Las marcaciones de los cantantes y los desplazamientos de los grupos corales dieron acabada muestra del “saber hacer” teatral del director de escena belga. Todo fue bien calculado y dosificado, aunque con un mayor predominio del aspecto dramma por sobre lo giocoso. El elenco cumplió con mucha solvencia su cometido. El veterano Peter Mattei fue un Don Giovanni carismático, desenvuelto y magnético en una parte que demostró conocer hasta en sus más mínimos detalles. Vocalmente magnífico, el barítono sueco le dio a la noche algunos de sus mejores momentos, como el delicado, seductor e insinuante dueto ‘Là ci darem la mano’ con Zerlina, que dispensó con una delicadeza y un fraseo de manual, o en la serenata ‘Deh, vieni alla finestra’, servida con un canto aterciopelado y una elegancia a flor de piel. 

Peter Mattei (Don Giovanni) y Federica Lombardi (Donna Anna) en la producción de Ivo van Hove © Karen Almond

Con una voz sonora y gran gusto expresivo, el Leporello de Adam Plachetka le sacó lustre al aria del catálogo. No obstante, el bajo-barítono polaco fue uno de los principales perjudicados en su rendimiento por las estáticas marcaciones que le impuso van Hove. El sirviente, teatralmente muy contenido, apenas si dejó entrever algo de las magistrales caracterizaciones que le hemos visto sobre este mismo escenario en la producción anterior. 

Mozartiano hasta la médula, el tenor americano Ben Bliss concibió un Don Ottavio modélico con unos importantes medios a los que condujo con maestría técnica, riqueza de acentos y cuidadísimo estilo. Tanto el bajo americano Alfred Walker como el ucraniano Dmitry Belosselskiy lucieron importantes patrimonios vocales como el campesino Masetto y el Commendatore, respectivamente. 

De las voces femeninas, la gran revelación de la noche fue la soprano italiana Federica Lombardi, vengativa y seductora Donna Anna con voz de agradable color y agudos excepcionales. No se quedó atrás la soprano puertorriqueña Ana María Martínez, quien delineó una muy efectiva y temperamental Donna Elvira, con voz oscura, corpulenta y ágil, y un canto muy elaborado. Con una voz de buena calidad tímbrica y mucha soltura escénica, la joven y prometedora soprano americana Andrea Carroll dejó una muy buena impresión como Zerlina en su debut en la casa. 

En cada una de sus intervenciones, el Coro del Met ostentó su habitual alto grado de excelencia. Aclamadísima, la directora francesa Nathalie Stutzmann, quien hizo su debut esta temporada en la casa con este título, infundió a la obra de Mozart, a través de la música, la vitalidad y energía que faltó en el escenario. Su lectura refinada, cargada de tensión, rigurosa del estilo y de tiempos justos fue un pilar fundamental sobre el que se apoyó el éxito de la representación.

Compartir: