El abrecartas en Madrid
Febrero 18, 2022. Basado en la novela homónima de Vicente Molina Foix, El abrecartas es una ópera que se presenta como un delirio epistolar entre personajes históricos del universo literario español de la primera mitad del siglo XX (y otros que pudieran ser inventados o no) en los tiempos convulsos que conforman y siguen a la Guerra Civil Española.
Dividida en siete partes, la historia de Vicente Molina Foix mantiene la atención del público durante toda la representación, aunque requiere que este conozca previamente la historia, no tanto así los personajes que, aún siendo algunos de ellos figuras importantes de la literatura en español, son meras excusas para exponer la situación de censura que vivió el país.
No así, la música de Luis de Pablo tiene momentos sutiles y delicados, pero abundantes en construcciones armónicas y escalas complejas hechas solo para aquellos intelectuales de “cóclea evolucionada”. Para el resto, quedan escalas y armonías desconocidas que producen inquietud y caos acústico en muchos casos, salvados en otros por momentos musicales de inspiración popular.
La dirección musical de Fabián Panisello fue resuelta, con directrices claras e impulsos de comprensión clara del diseño dramático. Xavier Albertí, director de escena, apostó por momentos de hieratismo, como el del “Prólogo”, frente a otros llenos de expresión erótica, como la primera escena, en la famosa casa de Vicente Aleixandre conocida como Velintonia, donde algunos intelectuales y amigos reunidos bailan al son de las notas populares que Federico García Lorca toca al piano; o más íntima en la misma casa donde Vicente Aleixandre está convaleciente en cama en la tercera escena; o más lúgubres y “administrativos” como es el caso de las escenas cuarta, quinta y sexta.
Para ello, Xavier Albertí ha podido contar con la conjunción del escenógrafo Max Glaenzel, el iluminador Juan Gómez Cornejo, la figurinista Silvia Delagneau y el diseñador de video Álvaro Luna. Todos ellos han conseguido que los mismos “archivadores”, según su colocación, pudieran cumplir la función de recreo de escuela, cárcel, salón, oficinas, dormitorio, cementerio, calles, teatro y pantallas de proyección.
El reparto no lo ha tenido fácil, ya que el concepto vocal de Luis de Pablo es bastante monótono y se traduce en frases inquietantes de legatos vibrantes. A pesar de que Federico García Lorca, interpretado correctamente por el tenor Airam Hernández, es el intelectual que aparece en el cartel publicitario de esta producción, apenas su aparición, introducido por la figura del imaginario de Vicente Molina Foix, Rafael, protagonizado a su vez por José Manuel Montero, se hace patente en el “Prólogo” y “Primera escena”. No así, la figura de Vicente Aleixandre, caracterizado con calma y seguridad por el barítono Borja Quiza; la de Miguel Hernández, interpretado correctamente por José Antonio López; y la del amante de Aleixandre, Andrés Acero, llevado a cabo con algunos apuros vocales en las notas más agudas por el tenor Jorge Rodríguez-Norton, resultan ser los verdaderos protagonistas en las Escenas Primera, Segunda y Tercera.
Cabe resaltar la intervención del tenor barcelonés Vicenç Esteve, personificando con autoridad y elocuencia tanto actoral como vocalmente al delator de intelectuales Ramiro Fonseca, especialmente en la Escena Tercera. También es el que preside la Escena Quinta en la que habla con el comisario atiplado —y como clara referencia al Caudillo–—, el contratenor Gabriel Díaz, de la falsa conversión de Ortega y Gasset. En esta misma escena, aparece con la misma eficiencia el bajo David Sánchez para personificar con pompa y ceremonia al falangista Eugenio d’Ors, pagano y hedonista, asistiendo a su propio entierro.
Lo más interesante de todas estas tramas epistolares es lo sucedido en las Escenas Cuarta y Sexta: el triángulo amoroso entre los personajes ficticios, Alfonso Enríquez, interpretado con seguridad y aplomo por el tenor Mikeldi Atxalandabaso y las mezzosopranos Ana Ibarra como Sefetilla y Laura Vila como Sombra. Ambas mezzosopranos, más discretas en la historia, pero presentes con voz redonda y emisión densa y certera sin contraste vocal entre ellas.
Como resultado tuvimos un espectáculo que no gozó de éxito entre un público que no perdió el tiempo en los aplausos finales y abandonó la sala del teatro. Creo que este es de los casos en los que podemos decir que “el libro está mucho mejor”.