El castillo de Barbazul en Novara

El equipo de El castillo de Barbazul en Novara

Octubre 23, 2021. La ópera no es una de las más conocidas y representadas, por lo que me considero afortunado de haber tenido ya otras oportunidades de asimilar la belleza inigualable de escuchar la única ópera (pecaminosa) de Béla Bartók.

No soy músico, pero la frecuente escucha en directo de música elevada me hace apreciar enormemente esta composición viva, llena de ímpetu, pasión e intimidad expresiva. Mil páginas no bastarían para ilustrar las facetas de esta imponente obra que, aunque pensada para un conjunto de al menos 90 elementos, hemos escuchado, con un trabajo minucioso y de absoluta calidad, interpretada por un conjunto musical de sólo 23 instrumentos. El mérito de esta orquestación para una orquesta reducida corresponde a Paola Magnanini y Salvatore Passantino de la Accademia AMO, realizada bajo la preciosa supervisión de Marco Taralli.

Uno de los aspectos más interesantes de la obra de Bartók es, sin duda, la relación entre el metro verbal y el musical. Por primera vez la lengua húngara no ha sido violada ni deformada por las exigencias de la música y, como se explicó durante la presentación, la transposición al italiano para los subtítulos se hizo con cuidado, fidelidad y amor por la obra. Todo surge: el lamento, el chillido, el grito, la esperanza, la ilusión y la realidad, la persecución de un sueño, la expectativa de realización y el tormento de ser.

Pero vayamos a la realización de la dirección de Deda Cristina Colonna, que, navegando entre las páginas de cuento de hadas del castillo del Príncipe Barbazul, en lugar de detenerse en el imaginario colectivo del príncipe asesino, sediento de sangre y asesino de esposas, ha buscado la psicología y el sueño del príncipe en la búsqueda espasmódica de sí mismo a través de ser amado sin preguntas ni condiciones. A medida que abre las puertas del castillo, una por una, a petición de Judith, va desvelando su yo. La narración mantiene la respiración como una historia de detectives con final feliz.

Desde las proyecciones iniciales, el director ha sido sorprendentemente eficaz en la representación de su búsqueda y ha hecho de Barbazul un ser humano con sus propias interrogantes. La escenografía elegida, creada con elegancia estructural por el escenógrafo Matteo Capobianco, ha contribuido a la representación de Barbazul y de su cuarta y última esposa Judith, a la que dedica todas sus noches, al igual que dedica la mañana, el mediodía y el atardecer a las otras esposas de la última habitación.

La dirección de Marco Alibrando es fresca y al mismo tiempo rigurosa, dejando espacio a la pasión que persigue los distintos timbres, las estridencias y los alientos casi imperceptibles sobre las lágrimas del lago.

A los intérpretes un sincero aplauso: Mary Elisabeth Williams es una Judith sentida que vive con gran fuerza interpretativa, manteniendo el ritmo narrativo y expresando una figura vocal muy adecuada al papel. Andrea Mastroni puede definirse como un intérprete de referencia gracias a una voz naturalmente grave, que expone los colores y la profundidad de todo el relieve, consiguiendo dar una interpretación soberbia que sin duda marca una pieza importante en la lista de sus interpretaciones. ¡Ambos se adentran en lo dramático y luego emergen sensualmente! Sinceramente, si un buen comienzo es la mitad de la batalla, podemos estar tranquilos sobre el resto de la temporada.

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