Eugenio Oneguin en Barcelona

Escena de la producción de Christof Loy de Eugenio Oneguin de Chaikovski en el Liceu de Barcelona © Erik Berg

Octubre 4, 2023. La inauguración de la nueva temporada en el primer coliseo catalán fue con la obra maestra de Piotr Ilich Chaikovski, ausente del repertorio demasiado tiempo. Ciertamente no es un título popularísimo, pero sus cualidades dramáticas y musicales están fuera de discusión. 

Esta versión tuvo como siempre dos repartos (pero pude ver solo uno, el primero), al parecer sin grandes diferencias. Se utilizó una puesta escénica que el Liceu coprodujo con la ópera de Noruega y el Real de Madrid debida a Christof Loy. Lo que siempre pierde a este director muy sensible a las situaciones personales es la necesidad de tener mucha gente y más de una historia al mismo tiempo en el escenario. Para esta obra, tan intimista en general, el resultado es bueno solo en la gran escena final donde están los dos que deben estar. Lo demás tiene comparsas y bailarines por demás que molestan en la acción o terminan por desfigurarla totalmente, como en la escena de la muerte de Lenski y el comienzo del tercer acto. 

La música de baile se da de bofetadas con los movimientos y la presencia constante de una muda Filípievna (que desaparece tras el primer acto en realidad) no agrega nada y quita mucho. Los personajes están muy trabajados y si algunos son un acierto (Tatiana y Lenski), Eugenio y Olga son convertidos en groseros y vulgares. Larina queda entre ambos grupos y qué decir de un Monsieur Triquet que es un payaso que reparte globos…

Audun Iversen (Oneguin) y Svetlana Aksenova (Tatiana) © David Ruano

La parte musical fue mejor, buena sin ser superior. La orquesta y el coro del Teatro (preparado por Pablo Assante) están en un buen momento y mucho de ese nivel se debe al director musical de la casa, Josep Pons, que sin embargo parece tener más afinidad con un repertorio posterior o contemporáneo a este, pero mucho más germánico y sinfonista. La orquesta sonó muy fuerte, algunos tiempos rápidos quitaron lirismo a esas frases intensas de Chaikovski y no tuvieron muy en cuenta el caudal de los cantantes. Audun Iversen fue un Oneguin pletórico, lo que no sé si aquí es un elogio, en especial en los dos primeros actos. Voz y cantante son buenos y adecuados, pero el intérprete (y estoy seguro que es por la producción), discutible.

Svetlana Aksenova (Tatiana) ofreció una voz un tanto liviana y no muy poderosa y su gran escena de la carta no tuvo la resonancia debida. Muy buena intérprete, convenció antes y después. Victoria Karkacheva tiene una buena voz de mezzo, pero su Olga resultó algo caricatural. Elena Zilio tiene tablas y veteranía sobradas para Filípievna y conserva volumen y timbre, pero su emisión es oscilante. Liliana Nikiteanu fue una Larina vistosa y de buenos medios, pero de canto engolado y graves exageradamente abiertos. Bien, pero tampoco demasiado relevante por medios, pese a que la voz es bonita, el Lenski de Alexey Neklyudov. Muy interesante el bajo Sam Carl que dobló como Zaretski (el padrino de duelo) y el príncipe Gremin, que probablemente obtuvo el mayor aplauso a telón abierto. Destacó con su buen hacer en el pequeño papel del Capitán Josep Ramon Olivé, y hay que hacer mención especial del Monsieur Triquet del impagable Mikeldi Atxalandabaso. Buena asistencia aunque la sala no lucía llena.

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