
Festival de Opereta en Bad Ischl

Escena de Orfeo en los infiernos de Jacques Offenbach en Bad Ischl © Foto Hofer
Agosto 23 y 24, 2025. Bad Ischl, en el corazón del Salzkammergut austriaco, siempre ha sido un lugar donde la historia y la música se fusionan. La emperatriz Elisabeth (“Sisi”) pasó muchos veranos aquí, y numerosos compositores encontraron inspiración en este idílico entorno.
Franz Lehár, ciudadano honorario de la ciudad, escribió importantes obras aquí y vivió en la villa que hoy es un museo. Emmerich Kálmán compuso en su Villa Rosa, Johann Strauss II pasó sus últimos veranos en Bad Ischl, y Johannes Brahms y Anton Bruckner encontraron aquí paz creativa. Oskar Straus también se sentía profundamente conectado con la ciudad. Numerosos monumentos, placas y tumbas honorarias aún hoy dan testimonio de esta tradición.
El Festival de Lehár continúa este legado musical y en 2025 celebró el bicentenario de Johann Strauss II. Con su música, desde Die Fledermaus (El murciélago) hasta el Concierto de Año Nuevo, continúa moldeando la imagen de la opereta vienesa. Las representaciones de Eine Nacht in Venedig (Una noche en Venecia) y Orpheus in der Unterwelt (Orfeo en los infiernos) presentaron dos pilares centrales del arte de la opereta: Strauss, el rey del vals, y Offenbach, el satírico y pionero del género.
Las dos operetas son muy diferentes en cuanto a su trama, ambición musical y dramaturgia, pero ambas son partes esenciales de la historia de la opereta. Mientras que la primera se nutre de la atmósfera del vals, la ligereza y la alegre mascarada, muestra debilidades dramatúrgicas y se basa principalmente en la atmósfera. La segunda, en cambio, está construida con mayor precisión. La sátira de Offenbach vincula mito y sociedad con fuerza irónica y delicadeza musical. Strauss despliega su encanto en exuberantes melodías y elegante entretenimiento, mientras que Offenbach enciende una pirotecnia cómica que, a la vez, resulta sorprendentemente moderna. Mientras que la opereta se presenta de forma más contemporánea en otros lugares, Bad Ischl se aferra a la forma tradicional, y con razón.
Wolfgang Dosch dirigió la escena de Una noche en Venecia con un estilo clásico, confiando en el encanto de la opereta, con grandes gestos, danza y canto en el proscenio. La escenografía de Stefan Wiel, con máscaras extragrandes y telas brillantes, el vestuario de Sven Bindseil y la iluminación de Johann Hofbauer, crearon un colorido ambiente veneciano. Vocalmente, destacaron Tina Jäger (Anina), Marie-Luise Engel-Schottleitner (Cabaletta) y Miriam Portmann (Agricola). Christoph Huber dirigió la orquesta con brío y sensibilidad, logrando equilibrar las diferentes dinámicas vocales y desarrollando los solos con cuidado.

Escena de Una noche en Venecia de Johann Strauss II en Bad Ischl © Foto Hofer
La producción de Orfeo en los infiernos de Thomas Enzinger, en cambio, se sintió más fresca, audaz y socialmente más relevante. Con referencias a las redes sociales, los influencers y el lenguaje de la Generación Z, construyó un puente hacia el presente. La puesta en escena retomó el tono satírico de Offenbach, abordando cuestiones de poder, vanidad, derechos de la mujer, igualdad y doble moral social. Eurídice, en particular, fue interpretada como un reflejo de la autodeterminación femenina: ya no era una víctima, sino una figura que subvierte su situación con humor y seguridad. Durante la revuelta de los dioses —‘¡Hagamos grande al Olimpo de nuevo!’—, Juno (Eva Schneidereit), la esposa de Júpiter, llama a una revolución femenina.
El escenario y el vestuario (de nuevo a cargo de Wiel y Bindseil) crearon un submundo grotesco y colorido, entre la caricatura antigua y la feria burlesca. La iluminación de Hofbauer marcó un hito. Los cantantes —Robert Bartneck (Orfeo), Jeannette Wernecke (Eurídice), Martin Achrainer (Júpiter) y Peter Bording (Plutón)— impresionaron por su expresividad, su picardía y la claridad de su dicción. El dúo Achrainer/Bording, en particular, deleitó con su elegante comedia y su evidente alegría interpretativa.
La Orquesta Franz Lehár, bajo la dirección de Laszlo Gyüker, interpretó con matices y dinamismo, mientras que el coro y el ballet (con coreografía de Lukas Ruziczka) completaron el conjunto con energía y precisión. La elegante opereta de Strauss y la mordacidad satírica de Offenbach ejemplificaron la amplitud del género. Una noche en Venecia deslumbró con tradición, riqueza melódica y encanto nostálgico, incluso con una tensión dramática más débil. Orfeo en los infiernos, por su lado, triunfó como una sátira actual y mordaz que conectó con fuerza con el público actual. Juntas, ambas obras ofrecieron un impresionante programa doble de opereta.
Al comienzo de las funciones, el intendente Enzinger anunció con picardía la próxima temporada 2026: Boccaccio de Franz von Suppé, Gräfin Mariza (La condesa Maritza) de Emmerich Kálmán y la rara obra de Franz Lehár, Der Göttergatte (El divino esposo). Quien desee experimentar la opereta en toda su diversidad debería reservar sus entradas con antelación. Una cosa es innegable: Bad Ischl fue, es y sigue siendo un lugar de peregrinación cultural para la opereta.