Giulio Cesare en París

 Lisette Oropesa como Cleopatra en Giulio Cesare de Händel en París © Vincent Pontet

Enero 20, 2024. Con buena prestación general, la Ópera de París repuso Giulio Cesare de Händel a pocos días de cumplirse el tricentenario de su estreno mundial (20 de febrero de 1724 en el King’s Theatre de Haymarket, Londres).

La puesta en escena de Laurent Pelly fue creada en 2011, teniendo en cuenta el histrionismo y las capacidades de Natalie Dessay. Estamos en los depósitos de un museo en El Cairo mientras personas y objetos parecen cobrar vida, los dependientes del museo van y vienen por el escenario, portando objetos en una secuencia interminable de movimientos que finalmente causan algo de tedio. En el primer cuadro del segundo acto Cleopatra, las figurantes y la pequeña orquesta en escena visten trajes del siglo XVIII con un figurante que parece el compositor de la obra y pinturas orientalistas del siglo XIX, creando cierto quiebre en la estructura visual del acto anterior y de todo lo siguiente. 

No queda claro si los personajes históricos cobran vida y los dependientes del museo los ven o si sólo cobran vida para los espectadores. La puesta es creativa, no molesta demasiado pero finalmente redunda en tradicional ya que la mayor parte del tiempo los solistas terminan cantado de cara al público, en un espacio inmenso que, además, no ayuda a la proyección de sus voces.

Pelly también firma los trajes: en estilo, los de los protagonistas y actuales, los de los figurantes, más los de la época de la composición de la obra; todos de muy buena factura. Coherente con la visión de la puesta, tanto la escenografía de Chantal Thomas —con la recreación del interior del depósito del museo como de los distintos objetos (hallazgos arqueológicos, estatuas, ánforas, pilastras, la cabeza de Pompeyo, entre otros)— como la iluminación de Joël Adams.

Para esta versión, el eje de la acción es Cleopatra y en este sentido la soprano Lisette Oropesa no defraudó en ningún momento. Actoralmente perfecta, plena de simpatía y compenetración, sorteó todos los escollos de la partitura tanto en los momentos de lirismo como en los de fuerza o agilidades. Una gran noche de triunfo para la soprano de Nueva Orleans de ascendencia cubana.

Si hace trescientos años el rol de Giulio Cesare fue cantado por el alto castrato Senesino, en la actualidad la asignación de esta parte se la adjudica a un contratenor o a una cantante femenina de registro grave, sea mezzosoprano o contralto. En este caso se optó por la asignación a Gaëlle Arquez, y la mezzosoprano compuso con genuinos recursos y pleno conocimiento del estilo su personaje.

Dos fueron los roles asignados a contratenores: Tolomeo y Nireno. Iestyn Davies fue un muy correcto Tolomeo y el joven Rémy Bres puso un toque de humor con el papel de Nireno, demostrando excelentes condiciones vocales.

Dos excelentes sorpresas fueron la contralto Wiebke Lehmkuhl, que tiene un timbre de seductora belleza y resaltó como la doliente Cornelia; mientras que la joven mezzo Emily D’Angelo sumó a una perfecta caracterización actoral del joven Sesto una caracterización vocal de primer orden.

Muy correcto el Achilla de Luca Pisaroni con alguna dificultad en el registro alto, y un poco incómodo con el estilo de Händel. Ajustado y competente, el Curio de Adrien Msthonat.

Al frente de la Orquesta de la Ópera de París, Harry Bicket realizó un correcto trabajo de concertación, logrando transmitir los claroscuros barrocos con adecuado nivel y una buena prestación a una orquesta que no está especializada en este repertorio ni toca con los llamados instrumentos originales.

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