?? Hänsel und Gretel en Toronto

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Escena de Hänsel und Gretel en Toronto © Michael Cooper

Febrero 8, 2020. “El que avisa no traiciona”, dice el refrán, y la Canadian Opera Company de Toronto previno al público de que su nueva producción de Hänsel und Gretel sería una reinvención del clásico de Engelbert Humperdinck. Encomendada al transgresor director de escena Joel Ivany, famoso por masacrar óperas clásicas en su compañía independiente Against the Grain (Contracorriente), su nueva y renovadora producción trasladó la acción de la Selva Negra alemana en el siglo XIX a la actualidad de un complejo de apartamentos para gente de escasos recursos subsidiados por el gobierno en los suburbios de Toronto. 

Confuso, incoherente y con pretensiones intelectuales, el trabajo de Ivany no hizo más que vaciar de fantasía al cuento de hadas de los hermanos Grimn sobre el que se basa la ópera. Y un cuento de hadas sin fantasía no tiene sentido alguno. Como aquí no hubo ni bosque encantado, ni casa de mazapán, ni hechizos, ni magia alguna, todo lo que se dijo se dio de patadas con lo que se vio. El desarrollo de la idea de la supremacía de la imaginación frente a la pobreza, pregonada por el regista, encontró en Katy Tucker una eficiente servidora que concibió una escenario único en el que presentó el edificio donde viven los protagonistas, cortado transversalmente y donde pudieron ver los diferentes apartamentos contiguos, a modo de diferentes escenarios, dejando al descubierto la vida y las realidades de los otros vecinos, involucrados o no con el desarrollo de la trama. La utilización de abundantes videos ayudó a combatir, no siempre con buenos resultados, las limitaciones impuestas por la escenografía y el vestuario multicolor y estrafalario de Ming Wong que buscó darle el toque infantil a la representación. 

En lo vocal, la propuesta estuvo muy bien servida. Como los traviesos hermanos protagonistas, Emily Fons resultó un ideal Hänsel al que arropó con una atractiva voz de bellísimo color, homogénea en toda la tesitura y exquisitamente expresiva, mientras que Simone Osborne trazó una irresistible Gretel de delicadísimo canto legato y cuidado fraseo, aunque algo forzada para lograr hacerse escuchar por encima de la masa orquestal. Russell Braun (Peter) y Krisztina Szabo (Gertrude) fueron un lujo como los padres de los niños. Como consecuencia de la ausencia de todo lo sobrenatural en la renovadora puesta en escena, los personajes de la Bruja, el Mercader de arena y el Hada del rocío fueron los que resultaron más desdibujados. Así y todo, un travestido Michel Colvin (intendente del edificio) logró sacar adelante una bruja desagradable, amenazante y hasta de inspirados toques al mejor estilo del Joker de Joaquín Phoenix con una vocalidad solvente (de agudos fáciles y potentes y graves muy sonoros) y una enorme batería de recursos histriónicos. Muy efectiva, Anna-Sophie Neher lució un brillante timbre de soprano ligera que iluminó la escena, ya fuera como el Mercader de arena o como el Hada del rocío. El coro de niños de la compañía supo estar a la altura de las exigencias de la partitura. 

Al frente de la orquesta de la casa, Johannes Debus tuvo un desempeño superlativo, obteniendo de sus músicos una lectura de alto vuelo, plena de poesía, contrastes orquestales y expresividad sonora.

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