I Capuleti e i Montecchi en Trieste

Escena de I Capuleti e i Montecchi en Trieste © Fabio Parenzan

Febrero 24, 2023. Llama la atención la cantidad de veces que esta ópera de Vincenzo Bellini se ha representado en el teatro de ópera de Trieste. Después de su debut en La Fenice de Venecia en 1830, durante algunos años la ópera se representó en Trieste hasta 1853, y luego nunca más, si se excluye la única vez en 1974, que vio a una joven Katia Ricciarelli en el papel de Julieta. 

En la temporada en que el teatro ofrece un homenaje a los temas de Shakespeare, después de Otello y Macbeth de Verdi, esta obra del compositor de Catania encaja, aunque en las premisas de Felice Romani, autor del libreto, había voluntad de desviarse de la escritura del Gran Bardo. La leyenda es la del amor frustrado entre Romeo y Julieta debido a las guerras entre sus respectivas familias veronesas, los Montecchi y los Capuleti, y de la dramática muerte de los dos jóvenes. 

Las actuales funciones del Teatro Verdi de Trieste incluyen la puesta en escena de la Fondazione Arena di Verona, coproducida con el Teatro La Fenice de Venecia y la Ópera Nacional de Grecia; el director Arnaud Bernard tuvo dificultad para representar el libreto de Romani, que encuentra poco convincente. Por lo tanto, inventó una interpretación que cree que podría ser más moderna, y situó la obra en un museo en construcción. 

Grandes lienzos se trasladan de una sala a otra en espera de ser expuestos. El escenario es una gran sala en la que trabajan operarios y técnicos, se ajusta el panel de luces, mujeres limpian la sala y de repente, en medio de este ir y venir, aparece un nutrido grupo de personajes disfrazados como una imagen fija cinematográfica, que contará, cobrando vida, la historia de dos amantes desafortunados.

De las pinturas, o más bien de un lienzo resquebrajado, surge la facción de los Capuletos, el odio de su líder Capellio, quien al incitar a la guerra contra sus adversarios declara su voluntad de matar a Romeo, líder de los Montescos, porque es culpable de haber matado a su hijo en combate. Esta mezcla del mundo actual con imágenes del pasado continúa a lo largo del espectáculo, no en busca de la modernidad, como afirma el director, sino “buscando más bien la ligereza de la interpretación y la transparencia discreta y nostálgica de los sueños y las ilusiones”. Vincenzo Bellini escribió en 1828  que se propuso “escribir algunas partituras, no más de una por año, utilizando todas las fuerzas de mi ingenio, convencido como estoy de que gran parte de su buen éxito depende de la elección de un interesante tema, por cálidos acentos de expresión, por el contraste de pasiones”. Si visión era exquisitamente romántica de la ópera. 

Sin embargo, en I Capuleti e i Montecchi tuvo que darse prisa: la comisión le exigía entregar la obra en un mes y Bellini respetó el contrato. Enzo Restagno afirmó que pudo hacerlo, beneficiándose incluso de toda una ópera: “esa Zaira que naufragó miserablemente en Parma el año anterior” y haciendo “frecuentes incursiones victoriosas en otros lugares más remotos”, hasta aquel Adelson e Salvini con el que el joven Bellini había debutado en escena cinco años antes. 

Ahora, haciendo su debut en Trieste, el grupo de personajes jóvenes —Giulietta, Romeo y Tebaldo— fueron interpretado por jóvenes artistas igualmente talentosos: la soprano Caterina Sala, la mezzosoprano Laura Verrecchia y el tenor Marco Ciaponi, porque Bellini decidió confiar a una mujer en travesti la parte del amante. Me pregunto por qué. Giulietta cantó ‘Oh quante volte», el aria con la que se presentó impecable; igual de efectivos fueron sus duetos con el Romeo de Verrecchia. 

Igualmente, fue buena la presencia escénica de Paolo Battaglia, quien interpretó el papel del padre de Giulietta, Capellio, desatando visiblemente su odio hacia sus enemigos, los Montesco. Emanuele Cordaro representó a Lorenzo, un compasivo médico y religioso que en vano trata de evitar la tragedia. 

El maestro Enrico Calesso dirigió la Orquesta Verdi de manera ejemplar, al igual que el maestro de coro Paolo Longo. La sección masculina se implicó mucho en el escenario no solo en la parte musical, sino sobre todo en una representación escénica de familias en conflicto.

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