Il barbiere di Siviglia en Verona

Sexteto de Il barbiere di Siviglia de Gioachino Rossini en la Arena de Verona © Ennevi Foto

Junio 27, 2024. De entrada, no es el título más popular de Rossini el más adecuado para un anfiteatro enorme como éste. Sin embargo, merced a una puesta en escena de Hugo De Ana, autor de todos los elementos con la coreografía de Leda Lojodice, a la que se podrá criticar todo lo que se quiera, el Barbero vuelve desde hace 17 años con el visto bueno del público que llena (no totalmente) el inmenso espacio. 

Es verdad que los figurantes y los elementos decorativos son muchos más que los necesarios y que los bailes, bailecitos, y bailetes se repiten con empeño digno de mejor causa, pero la gente se divierte y aunque algún cantante aproveche la ocasión para interpolar algún bocadillo y otro para agregar agudos y variaciones tal vez excesivos, la obra sigue funcionando como un mecanismo de relojería y, por fortuna, tuvo un reparto muy equilibrado y eficiente, con las diferencias obvias entre sus integrantes. 

El coro, preparado por Roberto Gabbiani, hizo bien lo no mucho que debe hacer y se movió bien. La orquesta resulta siempre penalizada en la Arena, y el sonido fue apagado y opaco. No se puede dar una opinión acabada, pero la dirección de George Petrou, esta vez lejos de su especialidad barroca, pareció correcta, aunque, claro está, en esas condiciones no puede decirse brillante (acompañaba además los recitativos desde el fortepiano y eso lo hizo muy bien).

Descolló el Fígaro, de veras ‘factotum’, de Mattia Olivieri, que se llevó una ovación en la cavatina de entrada y al final del espectáculo. Voz lozana, actuación briosa, fraseo intencionado, ajuste estilístico y técnica sólida configuraron un gran protagonista, muy distinto, además, de los ya memorables de Milán y Viena. El dueto ‘Dunque io son’ con Rosina fue el segundo momento más brillante de la noche. 

La pupila de Vasilisa Berzanskhaya fue buena, aunque el centro no siempre resultara audible y se empeñó en adornar lo más posible su parte no sólo en sus dos arias. Se movió bien, pero creo que es más adecuada en roles serios. René Barbera fue un buen Conde con algún agudo forzado al inicio de la velada, que enseguida estabilizó, pero siempre de bello timbre y respondió a las exigencias del rondó final, aunque sea por demás evidente que fue escrito para mayor gloria de su creador, Manuel del Pópulo Vicente García, y no por razones teatrales. El tenor jamás ha sido un gran intérprete, aunque cumplió. 

Paolo Bordogna hizo un excelente Bartolo, desbordante de energía (tal vez demasiada, considerando el personaje) y bien trazado vocalmente, y se llevó su buena tanda de aplausos. Roberto Tagliavini, sin esforzarse particularmente en ningún aspecto, cumplió más que holgadamente con las exigencias de Don Basilio, y destacó en su gran aria (con golpe de cañón incluido) y en el quinteto del segundo acto. Los secundarios estuvieron correctos y habrá que destacar (no solo por su arieta, sino por sus brillantes agudos en el genial final del acto primero) la Berta de Marianna Mappa, sumamente divertida.

Compartir: