Il barbiere di Siviglia en Verona

Escena de la producción de Hugo de Ana de Il barbiere di Siviglia de Gioachino Rossini para la Arena de Verona © Ennevifoto

Julio 22, 2023. Después de tres lustros, esta producción creada en 2007 por Hugo De Ana regresó al Festival de la Arena de Verona, en su edición del centenario. El director de escena argentino se encargó de la puesta en escena que sitúa la obra en un mundo fantástico, casi surrealista. 

Flores gigantes abarrotan el escenario donde un laberinto de setos se mueve durante el espectáculo para delimitar los espacios y dar vida a situaciones muy cercanas a los dibujos animados. También en esta ocasión, los colores, la vivacidad y las coreografías al estilo español de Leda Lojodice conquistaron al público que acogió calurosamente la producción de esta ópera bufa de Gioachino Rossini. 

La interpretación musical se benefició plenamente de la adecuada concertación de Alessandro Bonato. El jovencísimo director veronés acompañó al elenco vocal, captando las intenciones de Rossini y garantizando una narrativa siempre bien calibrada. Su lectura precisa, rigurosa y constantemente atenta al aspecto filológico, llevó a los oyentes de la mano a través de la partitura, resultando quizás demasiado calculada pero ciertamente libre de antiguas incrustaciones de la “tradición”. La Orquesta de la Fundación Arena de Verona respondió bien a sus peticiones y abordó la actuación de forma compacta, logrando también ofrecer algunos refinamientos inusuales en las veladas de la Arena. También fueron válidas las aportaciones de la sección masculina del coro de la fundación, debidamente formada por Roberto Gabbiani, y del cuerpo de baile, coordinado por Gaetano Petrosino. No menos importante fue la aportación, preciosa y como siempre puntual y estilísticamente impecable, de Richard Barker en el clavecín. 

El elenco estuvo compuesto en gran parte por rossinianos veteranos, capaz en algunos casos de dar interpretaciones sólidas, pero siempre frescas y nuevas. Fue el caso de Antonino Siragusa, que se enfrentó al conde de Almaviva, a quien conoce bien, con un conocimiento maduro y profundo de la partitura de Rossini. A pesar de algunos fallos de entonación, su actuación pareció notable, sobre todo por su dominio del fraseo y su capacidad para realzar el aspecto escénico, con el mérito adicional de proponer, también en esta ocasión, el largo rondó final “Cessa di più resistere.” 

Nicola Alaimo delineó su exitoso Figaro: el barítono tiene la capacidad de ser inmediatamente simpático y natural, gracias a la teatralidad y musicalidad innatas y casuales que realzan efectivamente el estilo de Rossini. Los roles de Don Bartolo y Don Basilio fueron asignados a dos campeones absolutos: Alessandro Corbelli y Michele Pertusi, respectivamente. El primero se sabe de memoria el papel que afrontó con su habitual eficacia, aunque se detiene excesivamente en los rasgos de carácter que lastran su actuación. El segundo aportó a su interpretación todo el encanto de una voz persuasiva y siempre en plena sintonía con los dictados de Rossini. 

La diligente Marina Viotti, que debutó en la Arena, hizo un buen trabajo como Rosina. Su personaje se benefició del timbre bruñido de la mezzosoprano y de su inventiva actoral, combinados con una interesante facilidad expresiva, pero incluso en su caso abundaron los trucos caricaturescos de dudoso gusto. 

Completaron la compañía los simpáticos Marianna Mappa (Berta), Nicolò Ceriani (Fiorello/Ambrogio) y Lorenzo Cescotti (un oficial). La primera afrontó su papel con su habitual eficacia, aunque se detuvo excesivamente en los rasgos de carácter que lastraron su actuación; y el segundo aportó a su interpretación todo el encanto de una voz persuasiva y siempre en plena sintonía con los dictados de Rossini. 

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