Il cappello di paglia di Firenze en Lieja

Escena de Il cappello di paglia di Firenze de Nino Rota en Lieja © J. Berger

 

Noviembre 19, 2025. Il cappello di paglia di Firenze (El sombrero de paja de Florencia), de Nino Rota (1911-1979), está basada en la pieza teatral de Eugène Labiche Le chapeau de paille d’Italie (El sombrero de paja de Italia), una comedia de bulevar que se mueve entre el vaudeville y la ópera bufa.

Estrenada en Palermo en 1955, la obra no ha gozado del reconocimiento que en justicia merece. La trama, situada en París, gira en torno a dos situaciones que terminan entrelazándose: la boda de Fadinard y Elena —que se celebra a pesar del rechazo de Nonancourt, padre de la novia— y la desaparición del sombrero de paja florentino de Anaida, devorado por un caballo del cortejo nupcial. Anaida sostiene una relación, al parecer bastante cercana, con Emilio, un oficial de marina, a espaldas de su esposo Beaupertuis. Este último fue quien le regaló el sombrero y está empeñado en verlo puesto en la cabeza de su mujer. Para evitar un escándalo, Fadinard inicia una frenética búsqueda de un sombrero idéntico. Lo encuentra, el esposo no sospecha nada, el padre termina dando su bendición y la historia cierra con un entusiasta “¡Evviva l’Italia!

La dirección musical de Leonardo Sini fue uno de los grandes aciertos de la noche. El maestro se ganó el primer aplauso apenas terminó la obertura, conducida con energía y precisión. Después vino una lectura muy clara —la partitura no es especialmente compleja en lo cromático, pero sí en lo rítmico— y siempre atenta a las necesidades de los cantantes, su desplazamiento escénico y los constantes cambios de tempo. Sini consiguió una coordinación impecable entre foso y escenario, acompañó con finura las múltiples romanzas de la ópera y sostuvo con firmeza las intervenciones del coro dirigido por Denis Segond. Sobre todo, transmitió ese entusiasmo luminoso, tan mediterráneo, que caracteriza la música de Rota.

En la puesta en escena, Damiano Michieletto apostó por un ritmo ágil y vertiginoso, alimentado por la sucesión de situaciones inesperadas que desembocan, finalmente, en un remanso de armonía familiar. El director logró su objetivo gracias al texto original —del que Rota tomó buena parte para su propio libreto, escrito con ayuda de su madre—, al excelente desempeño actoral del reparto y a la inteligente escenografía de Paolo Fantin: seis muros móviles, cada uno con dos puertas —como manda el género—, montados sobre una plataforma inclinada y giratoria. El dispositivo, aunque de apariencia sencilla, le brindó un abanico enorme de posibilidades que Michieletto aprovechó a fondo.

 

Maria Grazia Schiavo (Elena) 7 Pietro Spagnoli (Nonancourt) en la Opéra Royal de Wallonie © J. Berger

 

El público, encantado al final de la función, ovacionó sin reservas a Ruzil Gatin en el papel de Fadinard. El tenor ofreció una emisión impecable, un timbre de gran carácter, agudos firmes y un instinto dramático notable, además de un manejo muy natural de la escena. El barítono Pietro Spagnoli, como Nonancourt, se impuso por su sola presencia; respaldó su personaje con una voz de autoridad incuestionable. Maria Grazia Schiavo, como Elena, compuso una novia más preocupada por la boda —lo cual se entiende— que por las peripecias del sombrero perdido; cantó con una voz dulce y lució algunas coloraturas de excelente factura, aunque la partitura no ofrece demasiado espacio para más.

Josy Santos aprovechó muy bien su papel de la baronessa di Champigny y dejó una actuación redonda. Marcello Rosiello presentó a un Beaupertuis irritable y dominante, aunque no por ello inmune a la comedia que lo rodea. Elena Galitskaya fue una convincente Anaida, dueña del célebre sombrero. Completaron el elenco, todos con buen nivel vocal y actoral, Didier Pieri (Lo zio Vezinet), Lorenzo Martelli (Felice, el criado), Elisa Verzier (una modista), Blagoj Nacoski (Achille y un guardia) y Marc Tissons (un caporale).

Compartir: